E n los últimos días se han entrecruzado hechos y palabras dramáticas con respecto al avance de la droga en nuestro país. Las amenazas de “Los angelitos de Yaqui”, en Mendoza a, raíz de las denuncias de nuestros colegas del diario El Sol, el atentado contra el gobernador Antonio Bonfatti de Santa Fe y, ahora, la discusión entre el Secretario de Seguridad, Sergio Berni, y el Ministro de Defensa, Agustín Rossi, acerca de si nos hemos convertido o no en un país productor de droga, no hacen sino inquietarnos frente a un problema que nos afecta a todos.
Por ello no queremos dejar de consultar al doctor Pablo Damin, jefe de la División Toxicología del Hospital Fernández y Jefe de la Cátedra de Toxicología de la Facultad de Medicina de la UBA.
—¿Qué edad promedio tienen los adictos que concurren al Hospital Fernández?
—Lamentablemente ha bajado mucho la edad de consumo y de consulta. Diez o quince años atrás veíamos a gente de veinte años para arriba y hoy, en cambio, el promedio es muy bajo. Por ejemplo, en el tema del alcohol el mayor caudal se ubica entre los menores de veinte años y en las sustancias ilegales observamos a gente entre veinte y veinticinco. Ha bajado mucho el promedio y la media de consulta.
—¿La consulta se da más en varones que en mujeres?
—Mire, sigue siendo una patología prevaleciente en varones –explica Damin–. Pero fíjese que también se ha femineizado. Los pacientes que consultan entre treinta y cuarenta años la mayoría son varones, pero cuando uno mira hacia los menores de veinte años tenemos casi un 55%. Están muy, muy próximos. Yo diría que estamos casi en mitad y mitad de varones y mujeres.
—Además, hay algo muy aterrador que ustedes seguramente también ven en el hospital. Me refiero a que de ser un país “de paso” la Argentina habría pasado a ser un país productor de droga.
—Justamente hoy escuchaba a uno de los ministros señalar esto mismo y la verdad que nosotros, en el hospital, no podemos evaluarlo sino que escuchamos. Y lo que se escucha es que la marihuana que más se consume es la que proviene de Paraguay, que incluso viene con alguna modificación genética. Nos dicen muchos que la cocaína es “terminada” aquí y que el paco, en cambio, “está hecho”. Parecería entonces que, más que un país de tránsito como siempre pensábamos que éramos (la droga venía de algún lado e iba hacia otro) hoy, por razones de economía, hay algunas sustancias que vienen prehechas como la efedrina y circulan hacia otros países y terminan componiendo el “éxtasis” que tiene otra elaboración y todavía no se está haciendo aquí. Sin embargo es indudable que éste es un país que ha aumentado mucho su consumo, ha aumentado también la edad de consumo lo mismo que la cantidad que se consume. Vemos esto como un fenómeno social. No sólo con las drogas ilegales sino también con las “legales”. Este fenómeno a la vez ocurre con los medicamentos y con el alcohol. Es decir, sustancias legales usadas como sustancias psicoactivas. Hoy por hoy tenemos un porcentaje muy alto de la población que usa medicamentos podríamos decir en forma “indebida” o “psicoactiva”.
—¿Qué es “psicoactiva”?
—Se usan para modificar el estado anímico. Hoy por hoy la gente consume algún tipo de psicofármaco o algún tipo de tranquilizante asociado al alcohol por el efecto que esto genera. Ya no es exclusivamente para tranquilizarse o para dormir, sino como si fuera una sustancia. Lo que pasa es que, en vez de recurrir a un estimulante como la cocaína, recurre a una “depresora” que, incluso, produce euforia pero que tranquiliza porque es un depresor del sistema nervioso. Y lo asocian entonces con alcohol. Hace diez años este fenómeno prácticamente no existía en el país y, hoy por hoy, es importante. También es interesante observar la producción récord que hemos tenido de sustancias alcohólicas. Cuando miramos los gráficos de algunas de las cámaras productoras de bebidas observamos que, en los últimos diez años, el incremento ha sido más que alarmante. Me refiero, claro, a la venta de bebidas alcohólicas. Lo mismo ocurre con los medicamentos y con las sustancias ilegales. Fíjese que, actualmente, en el hospital observamos un fenómeno muy marcado que constituyen las sustancias sintéticas.
—¿Cuáles son?
—Dentro del grupo de las sintéticas tenemos los derivados fundamentalmente de la metaanfetamina que, ya de por sí, es una “sintética” que sale a partir de la efedrina y de la anfetamina. Las más conocidas son el “éxtasis” y “Adán” o la droga del amor. Son derivados de la metaanfetamina. Son derivados sintéticos y hoy vemos a adolescentes y adultos jóvenes que lo usan masivamente sobre todo ligado a un determinado tipo de música.
—¿Cuál sería la relación con la música?
—En nuestro país y en el mundo hay una larga tradición de asociar determinadas músicas con determinadas sustancias. Me refiero a que, hoy por hoy, la moda es asociar música electrónica con sustancias sintéticas o también “drogas de diseño” como se las llama. Entonces, dentro de éstas el “éxtasis” es el principal exponente, uno de los más conocidos y lo cierto es que son sustancias que requieren tecnología para poder desarrollarse.
—Pero, por ejemplo ¿el éxtasis es una pastilla, un jarabe?
—Son comprimidos que se comercializan como tales. Incluso vienen con una ranura y del otro lado del comprimido suelen traer pequeños dibujos que los identifican. No nos olvidemos que estamos hablando de una sustancia ilegal que justamente por ser ilegal debe identificarse de alguna manera. Entonces se identifican con colores o con pequeños símbolos impresos en el comprimido. De esa manera la gente identifica, por ejemplo, el éxtasis como si fuera de una u otra marca.
—¿Este es un comercio ilegal?
—Absolutamente ilegal a partir de la metaanfetamina que de por sí es ilegal también en todos sus derivados. Los que nos dedicamos a adicciones decimos que una sustancia no es lo más importante en la adicción. A veces escuchamos a las mamás del paco decir “mi hijo cayó en el paco” y, verdaderamente, el paco no es un agujero que se chupa a los chicos. La sustancia es lo menos importante de esta enfermedad porque cuando la sustancia se acaba o, por algún motivo, deja de ingresar al país es reemplazada por otra. Entonces, la sustancia es lo menos importante. Para nosotros lo más importante en cambio es la persona con capacidad de enfermarse. No se enferma cualquiera.
—¿Cómo es eso?
— Hoy por hoy tenemos una familia muy consumidora. Tenemos una familia con excesos de consumo de alcohol, de medicamentos. La gente toma medicamentos todo el tiempo. Se automedica constantemente. Y también, prescribe. En nuestra sociedad no solamente prescribimos los médicos: la gente compra y distribuye medicamentos en la casa: “tomate esto, tomate aquello”.
—Pero ¿cómo consiguen la receta para el medicamento?
—A veces los médicos prescribimos en demasía; a veces no tenemos control de lo que prescribimos. Muchas veces, también, nuestras secretarias repiten recetas porque “total, la gente viene a buscar la receta” y entonces no se valora como una consulta médica. Por su parte, las farmacias a veces dispensan sin receta y, además, hay gente que “distribuye”.
—¿Cómo es eso?
—Es gente que compra y le da su medicación a otros miembros de la familia. Esto no debería ocurrir. Entonces en este triángulo: sustancia, persona con capacidad de enfermarse y sociedad tenemos muchos problemas sociales, personas con capacidad o tendencia a consumir sustancias y una disponibilidad de sustancias sin límite. Entonces, tener una persona enferma o consumidora problemática de sustancias es realmente algo fácil entre nosotros.
—¿Cómo se modifica esto?
—Comiendo mejor, haciendo más deporte, durmiendo un poco más y pasando menos horas frente a la computadora y, en cambio, más horas al aire libre. Pero para ello indudablemente necesitamos papás que también aprendan todo esto. Hoy por hoy nosotros vemos que los papás consumen cantidad de sustancias; muchos también le “compran” la bebida a los chicos. Por ejemplo, cuando hay una reunión en su casa con chicos de 16 años, es el padre el que va al supermercado porque al chico de 16 años no le venden la bebida. Y el razonamiento del padre es “yo le compro medio litro de cerveza por chico”, cuando la pregunta es: “Señor, ¿usted no sabe que para los menores de 16 años la bebida está tan prohibida como la cocaína? Usted le está enseñando cómo violar la ley”. Precisamos que no sólo los papás se hagan más responsables sino que también les dediquen más tiempo a los chicos. A veces los padres se enteran de los problemas de sus hijos cuando ya es tarde.
—Para ubicarnos mejor, ¿qué nivel social reciben en el Hospital Fernández?
—Mire, el Fernández recibe a todos los niveles sociales por la particularidad de su ubicación. No sólo tiene a la Villa 31 dentro de su área programática, sino que también atiende Barrio Parque, Palermo y Recoleta, con lo cual tenemos absolutamente todos los niveles sociales y el consumo problemático de sustancias involucra a todos los niveles sociales. A veces, con distintas sustancias pero comprende a todos. En un nivel social bajo la gente consume alcohol de cajita. En los niveles altos, más bebida blanca y cuánto más alto es el nivel la bebida blanca es de mejor calidad lo cual suele hacer el daño algo menor. Cuando usted habla de sustancias ilegales le diría que la cocaína atraviesa todos los niveles. Los más altos quizás consuman de mejor calidad pero el paco es una de las formas de cocaína que se consume en los niveles sociales más bajos y es raro que llegue a la clase media. Por ejemplo, si hablamos de las drogas sintéticas, el éxtasis es una sustancia cara y la vemos de clase media hacia arriba. Los lugares en los que se consume éxtasis son lugares bailables donde normalmente hay música electrónica y que son de acceso caro. Ahí vemos que gente de clase media para arriba es la que consume sustancias sintéticas.
—Esos pacientes jóvenes que concurren al Fernández ¿tienen algún tipo de problema discernible o consumen droga porque los otros chicos lo hacen?
—Como le mencionaba hace un rato es posible que muchos prueben pero en ese universo de consumidores podemos encontrar a tres grupos bien diferenciados: alrededor del 72% del universo de los que consumieron en algún momento son “usadores” de sustancias. Personas que pueden probar alguna vez pero no se van a convertir en enfermos. Ni siquiera hicieron un cuadro de intoxicación: simplemente “probaron”. Un 22 o 24% son “abusadores” o sea personas que no sólo consumen sino que lo han hecho en algunas con reiteración y, a veces, con un cuadro de intoxicación. Si nos referimos al éxtasis, hay gente que consume 10 veces en el año pero, en alguna de esas 10 veces, hizo un cuadro de intoxicación por lo que entonces consideramos “abuso” pero que, a lo mejor, nunca llega a ser una dependencia de la enfermedad. Por último, hay un 5 o un 7% a quienes consideramos claramente “dependientes” de las sustancias. Consumen en forma sistemática, emplean mucho tiempo buscando la sustancia, emplean mucho dinero y empiezan a tener efectos sociales por el consumo: pierden amigos, pierden clientes, tienen problemas familiares, la familia los echa de la casa y esto se puede extrapolar a cualquier sustancia y más o menos se dividen en estos grupos que le menciono. Entonces, no todos los que consumen terminan siendo enfermos. No todos hacen la carrera más allá de “probar”. Ahí es importante el ambiente: en un grupo de 5 hay 4 que fuman marihuana y al que no fuma entonces le es muy difícil mantenerse en el grupo de amigos y aguantar la presión de los compañeros. El que, en estos casos, termina cediendo no va a ser un adicto a la marihuana sino que lo hará en alguna ocasión y tendrá un daño mucho menor.
—Como toxicólogo, Dr.Damin, obviamente usted se debe haber planteado el famoso tema de la legalización de la droga. ¿Cuál es el justo medio?
—Mire, yo creo que es importante analizar lo que ocurre en nuestro contexto. En los países que nos rodean la droga está despenalizada cuando es “tenencia”. Hace alrededor de dos años aquí se planteó el tema de la despenalización de la tenencia de sustancias a raíz de un fallo de la Corte Suprema (fallo Arriola si mal no recuerdo) donde despenalizó a la persona que “tiene sustancia para consumo personal”. Lo que claramente le marcó la Corte al Poder Legislativo fue que tenía que volver a legislar y se planteó, desde el Gobierno, hacer una modificación que se trabajó, y también trabajó en esto el doctor Aníbal Fernández, quien era entonces Jefe de Gabinete, que elaboró un proyecto de ley que se comenzó a discutir en el Congreso y luego no se sancionó. Se hablaba, como decíamos, de “tenencia para uso personal” y en lo personal yo creo que esto es indispensable porque venimos de 40 años de penalización y no nos ha dado resultado. Despenalizar la tenencia para uso personal no quiere decir legalizar la sustancia. Simplemente significa que, si alguien tiene sustancia para consumo personal no puede ser metido preso. Se lo procesa penalmente. Creo que esto es fundamental porque necesitamos que la gente que está enferma por la sustancia deje la sustancia pero no bajo la amenaza de una ley penal porque el procesamiento le traerá muchas consecuencias por el resto de su vida. Los médicos tenemos el arma del Código Civil para “encerrar” (feo término) en caso necesario a quien lo requiera en una institución psiquiátrica. Cuando alguien requiere una internación podemos usar el articulo 482 que habla de una medida de “cuidado” que se aplica cuando las personas presentan riesgo para sí mismas ó para terceros. Tenemos entonces otros recursos y me parece que la ley penal ha sido muchas veces mal utilizada y no nos ha provocado ningún beneficio. Uruguay planteó la legalidad de la marihuana y otros países lo plantean frente al resto de las sustancias y lo que se pone como ejemplo es lo que ocurrió con el alcohol cuando La Ley Seca se legalizó. Tengo muchas dudas acerca de si deberíamos legalizar o no las drogas. No tengo dudas en cuanto a la despenalización de la tenencia. Lo que no puedo dejar de tener en cuenta como médico es que, hoy por hoy, estamos perdiendo muchas vidas muy jóvenes en ocasión del “tráfico” de drogas. En nuestro país esto es algo incipiente, pero vemos lo que ocurre en otros países (México y ahora Brasil), donde se están perdiendo muchos chicos y adolescentes porque el narcotráfico usa a menores de 16 años por su situación frente a la ley. Estos chicos no se mueren consumiendo sino mueren en el tráfico, la comercialización.
—Bueno, esto toca la denuncia del diario “El Sol” de Mendoza a cuyos periodistas “Los angelitos de Yaqui” amenazan de muerte.
—Exactamente. ¿Y qué hacemos con un adolescente de 13, 14, 15 años que amenaza y, lo que es más terrible, mata? Quizás una forma de acabar con todo esto sería lo que plantean algunos países: si se pudiera instrumentar de una manera donde los recursos obtenidos por esa legalización se volcaran a la promoción de la salud y a la prevención del consumo de sustancias sería otra cosa. Lamentablemente no tenemos la certeza de que eso vaya a ocurrir. Me parece que lo que ha hecho Uruguay se podrá evaluar en un tiempo pero los países que hemos seguido conductas rígidas no hemos tenido buenos resultados. Por ejemplo, Estados Unidos sigue teniendo un consumo de sustancias ilegales muy elevado y me parece que ha llegado el momento de buscar otras formas de evitar que la gente consuma y se muera en ocasión del tráfico. Como médico no sólo me importa que la gente no se muera consumiendo sino que tampoco se muera vendiendo