La inflación es una afección crónica de la Argentina que parece que ninguno de los gobiernos ha podido solucionar. Al menos en los últimos años. El índice de marzo se ubicó en 6,7% mensual, según informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) la semana pasada.
Según la mirada optimista del ministro de Economía, Martín Guzmán, ese número representa el techo para todo el 2022. No obstante, posiciones más pesimistas alertan sobre la posibilidad de una hiperinflación.
Aldo Abram, director ejecutivo de la Fundación Libertad y Progreso, opinó que, para que se cumpla lo que dice el ministro Guzmán y llegar a las metas pactadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI); “hay que dejar de emitir al ritmo que se está haciendo, eso está depreciando nuestra moneda. Sí, se deja de hacer, podremos ver una inflación cercana al 4% para el segundo semestre”, comentó en diálogo con Perfil.
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Un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentina (IDESA) sostiene que el panorama es impredecible, ya que depende la magnitud de la emisión monetaria y de la demanda de pesos por parte de la gente. En la medida que ambas variables no se disloquen, la situación será de alta inflación sin llegar a hiperinflación.
La inflación en Argentina: un fenómeno de larga data
En los últimos 60 años, la mitad del tiempo hubo gobiernos peronistas, un cuarto gobiernos radicales (solos o en coalición) y el otro cuarto hubo gobiernos militares. Con datos del informe del IDESA aportados por el Ministerio de Economía se observa que:
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- En los años del Partido Justicialista la tasa de inflación promedio fue de 78% anual.
- En los años de gobierno militar la tasa de inflación promedio fue de 132% anual.
- En los años de la Unión Cívica Radical, en solitario o en alianza, la inflación promedio fue del 386% anual.
Los datos de IDESA revelan que, si bien hay diferencias obvias entre las gestiones, en todos los gobiernos, independientemente de su orientación política, hubo alta inflación. Resulta sugerente que a lo largo de los años y con alineamientos políticos tan disímiles, las tasas de inflación promedio siempre estuvieron entre dos y tres dígitos. La inflación sostenida por prácticamente todos los gobiernos le da al fenómeno el rango de "política de Estado”.
La mirada de expertos sobre el tema
Abram coincide en que en Argentina la inflación es una política de Estado. “Claramente, desde el momento en el que una política de Estado es mantener los excesos fenomenales sobre lo que ingresa por los altísimos impuestos que ya nos cobran”.
“Gastar más es una política de Estado y financiarla con el Banco Central a través del impuesto inflacionario se ha transformado también en otra política de Estado, más allá de que facilita los ajustes del gasto público. Una cosa es decirle a alguien te voy a bajar el sueldo y otra aumentarle por debajo de lo que sea la inflación y de esa forma se licúa el ese sueldo y se baja en términos reales”, agregó el economista experto.
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Por su parte, y con la intensión de sumar otra mirada al informe del IDESA, Fausto Spotorno, economista y director del Centro de Estudios Económicos de OFJ, no considera que a la inflación sea una política de Estado; sino que es el emergente de “políticas de Estados que generan enormes deficiencias sobre la economía que terminan resolviéndose con inflación”.
“No lo veo como una política de Estado, pero sí como la solución a todos los problemas que tiene la economía argentina por falta de un trabajo sobre las políticas económicas puras y duras como tiene que hacer el Estado”, señaló a Perfil Spotorno.
Qué se puede hacer para frenar la escalada inflacionaria
El informe de IDESA sostiene que la solución no pasa por las tradicionales políticas de ajuste fiscal. El ajuste provisional manipulando la movilidad para licuar jubilaciones no es una solución porque baja el gasto presente, pero aumenta el futuro a través de los juicios previsionales.
Es con ordenamiento previsional, tomando como eje el principio de que todos los habitantes se jubilen con las mismas reglas, que se dará sostenibilidad financiera y equidad. Tampoco aporta soluciones el reiterado ajuste impositivo basado en aumentar impuestos a los que ya pagan. Es con el ordenamiento impositivo, tomando como eje la unificación de impuestos, que permitirá bajar la presión impositiva y burocrática y simultáneamente mejorar los ingresos del Estado por menor evasión.
En igual sentido, a través del ordenamiento funcional del Estado, que elimine superposiciones entre organismos nacionales, provinciales y municipales, se podrá controlar el gasto público y aumentar su eficiencia.
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Para Fausto Sportono, un programa antiinflacionario debería tener tres condimentos básicos.
- Eliminar el déficit fiscal: Argentina tiene que apuntar a un superávit primario y equilibro fiscal financiero. “Un ajuste fiscal acorde a la inflación tan alta que tenemos”.
- Dejar de emitir dinero: “Hay que encontrarle una solución al Banco Central que está emitiendo dinero por los intereses que tiene que pagar por las Leliqs y los pases. Hay que encontrarle una solución al déficit cuasifiscal”, señaló el experto.
- Estabilizar el tipo de cambio: “No descartaría que sea necesario atar el peso a alguna moneda que tenga credibilidad".
Por su parte, Aldo Abram, coincide en que hay que bajar el ritmo de emisión. “Hay que lanzar un plan de reforma del Estado, de reforma tributaria, de desregulación, que le permita a la gente confiar en el futuro. Eso te facilita las cosas porque la gente deja de fugar capitales, te genera más financiamiento para el Estado, lo que permite bajar la emisión”.
“Cuando vas haciendo esto la gente va confiando más en el Estado y este va ajustando su medida de gasto a lo que podemos pagar; entonces va dejando de necesitar un Banco Central que lo financie y esto genera una situación positiva porque a medida que generas confianza sobre el futuro la gente va a querer más pesos”, opinó Abram.
LR