Hace unos diez días, Marc Stanley se movilizó con su equipo a zona norte para degustar los diversos platos del menú que servirá el jueves 30 de junio a los casi mil invitados en lo que será su “debut social” en Argentina. Entre sus prioridades de buen anfitrión estuvo el hecho de que los responsables del catering logren los sabores exactos del menú regional –norteamericano– que él propuso para la celebración del 4 de julio. En ese entonces, es posible que el embajador norteamericano no supiera el escenario que Estados Unidos ofrecería al mundo gracias a su Corte Suprema.
En menos de una semana, con la inclusión de jueces que aportaron sucesivas gestiones presidenciales de la derecha republicana–Bush padre, Bush hijo y Trump–, habilitaron la portación libre de armas justo en un año donde los tiroteos de civiles en Estados Unidos se dan a uno por día –hasta el jueves hubo 277 en lo que va de 2022–.
Y lo que detonó el clima social fue la revocación del fallo que posibilitó la legalización del aborto lograda en 1973. Y las escenas que desde el viernes se emiten desde ese país dan cuenta de una sociedad fragmentada, y atenta a lo que pareciera una avanzada de la derecha sobre derechos adquiridos. Estados Unidos atraviesa una grieta más peligrosa que la falla de San Andrés, y el 6 de enero de 2021 ya quedó como ejemplo trágico de lo que personajes como Donald Trump pueden provocar incluso para contra los propios norteamericanos.
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Con ese presente social, de Marc Stanley es más interesante saber qué opina de la crisis social que vive Estados Unidos y de lo que imagina como futuro mediato que lo que diga sobre Ucrania. En los últimos tiempos, la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham) ya se encargó de publicitar lo que piensa el “poder real” de ese país –un pensamiento que no estaría muy en sintonía con la gestión de Joe Biden–, y también exhibir preocupaciones que durante el macrismo no le interesaban, como por ejemplo, que en ese período se intentara meter por fuera de la ley a dos jueces de moral cuestionable en la Corte Suprema.
Casualmente a esa organización ahora sí les preocupa la ampliación de “los supremos” en la Corte argentina promovida a paso lento por el presente gobierno nacional. Si se observa lo que sucede en Estados Unidos con esa corte, no hace falta ser demasiado avispado para inferir cuál es el hilo rojo en esa interesada y coyuntural preocupación de la Amcham. Sin duda este festejo anticipado del 4 de julio en el palacio Bosch, el anfitrión será “el personaje” y a la mayoría de los invitados les cabe una de las máximas de Moria Casán: “¡El decorado se calla!”.
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El "PARRIPOLLO" DE LOS UNICORNIOS
En Argentina, entre los integrantes más jóvenes del mundo de los unicornios, de las criptomonedas y de las apps hay personajes quienes por competir 24 horas por superarse, mejorar y expandirse, parecieran no dedicar un mínimo de tiempo ni espacio para actitudes –entre pares– como el cotilleo que sí abunda en otras universos con ego igual de elevado. Sin embargo, no sería tan así. En ese mundo tan pro, hay un personaje que entre parte de esa creciente camada joven genera tanta antipatía por su excesivo deseo de figuración que entre ellos –y a sus espaldas– lo llaman “Parripollo”, una suerte de forzado anagrama de su nombre.
UNA EXCUSA POCO CREÍBLE
En la zona de Olivos, el conductor se sorprendió cuando su auto chico de sacudió –literalmente– por algo más que un roce de un vehículo de mayor porte y vidrios polarizados. Al ver que éste no se detuvo como suele hacerse en esos casos, lo siguió hasta la zona de Palermo donde finalmente, el vehículo de mayor porte –polarizado y blindado– descendió una persona que resultó ser el chofer y custodio de un octogenario pero muy poderoso empresario, que viajaba en el asiento posterior. El robusto conductor, en tono no muy cordial, le explicó al dueño del auto mediano que no se habían detenido porque creyeron que podía tratarse de un “intento de secuestro”. Finalmente, parafraseando el popular refrán, “conversando se entendió la gente”.
EL “GARRÓN” DE JULIO GARRO
Se sabe que hay espacios en Buenos Aires donde hay un protocolo de ingreso que no se aggiornó. Pero finalmente, nadie está obligado a ingresar si no quiere, incluso si se diera el caso que es invitado por un socio para un hecho ocasional. Julio Garro se ubica en ese último grupo, esto es, estaba en la lista de los invitados a un ágape de un amigo y funcionario bonaerense. Pero el intendente de La Plata olvidó la etiqueta del Jockey Club y no pasó el control de acceso porque llevó corbata pero calzado informal en lugar de zapatos. Así que no le quedó más remedio que saludar a su amigos y retirarse.
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EMBAJADA-PALACIO ABIERTA AL PÚBLICO
El Palacio Pereda, residencia oficial de los embajadores de Brasil en Argentina, tuvo una agenda social bastante agitada estos últimos días. Primero fue uno de los cuatro espacios porteños en los que se realizó un capítulo de Semana Alta Costura que organizó Elina de Costantini. En los salones y con mas de cuarenta modelos, allí presentó su propuesta invierno 2022 Laurencio Adot con obviamente el embajador anfitrión Reinaldo Salgado, varios de sus funcionarios y esposas de otras misiones diplomáticas en Argentina.
Y hace unos días, esa mansión porteña volvió a abrirse en lo que se llama Espacio Cultural del Palacio Pereda, una estrategia que habilita también ese acercamiento binacional y hace de la embajada un lugar menos distante. Esta vez se inauguró la muestra “Lygia & Lina por Luciana Levinton” que forma parte de las actividades por el bicentenario de la independencia brasileña.
Esta exposición –de ingreso gratuito– ocupa todas las salas del espacio cultural y es un homenaje de la artista y arquitecta argentina, Luciana Levinton a dos de las creadoras más importantes de Brasil, la arquitecta Lina Bo Bardi y la artista Lygia Clark. Y sobre todo, la expo quiere explicar y resaltar el fuerte vínculo de pensamiento y de compromiso artístico que establecen estas tres artistas en distintos períodos. Vino, champagne y sobre todo una variedad de canapés con impronta brasileña y, obviamente varios diplomáticos de, entre otros, Ecuador, Honduras –cuya consejera Marihela Sauceda ponderó como “los mejores” el café, el chocolate y los puros de su país, y sólo el protocolo evitó un álgido debate latinoamericano ante tamaña osadía–, El Salvador, Cuba –que estuvo con su esposa quien a su vez es la primera secretaria de la embajada–, Angola –muy interesado en particular en uno de los cuadros expuestos–, y de Portugal.
También hubo varios arquitectos dado que Luciana Levinton es prima de Gaspar Libedinsky, otro artista y arquitecto que rompió récord de asistencia de público en la muestra que tiene en el Museo de Arte Decorativo y es uno de los artistas más seguido en Argentina. Y donde hay arquitectos, en general, hay desarrolladores, término que ante tanta proliferación de torres y tanta destrucción de patrimonio urbano porteño está algo devaluado.
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LAS DOS CARAS DE PELIGRO DEL PATRIMONIO URBANO PORTEÑO
Con diferencia de una semana, la Ciudad asistió a dos inauguraciones que traen del pasado un hecho del presente. El peligro constante que acecha al patrimonio urbano. Por un lado, se reabre la Casa Fernández Blanco, obra que encargó Isaac Fernández Blanco al arquitecto noruego Alejandro Christophersen y que fue el primer museo privado de la Argentina. Una propiedad que se salvó de la voracidad de los “desarrolladores urbanos”. Por otro, se abrió el teatro Politeama, el nuevo porque el original se demolió en 1959 y los sucesivos proyectos edilicios que allí se plantearon no pasaron de un playón.
Esa demolición generó tantas críticas que motivó la creación de ley que estipuló que donde hubo un teatro debe construirse otro. Ley que tampoco salvó a otro teatro –el Odeón, que además en 1985 había sido declarado de interés cultural y arquitectónico– y que la gestión de Carlos Grosso habilitó su demolición en 1991 y luego el gobierno de Menem permitió a su dueño a construir lo que quisiera. ¿Otro teatro o centro cultural? No, una torre que lleva la firma del estudio Dujovne-Hirsch –sí, el de los padres del economista que vive en un ”baldío premium”–y que del Odeón solo conserva tu nombre: Torre Odeón.
