Invasión Argentina en las calles de Roma y El Vaticano. El Vaticano, Santa Marta y las calles aledañas a ese espacio ya tan propio de los argentinos desde la asunción del papa Francisco tuvo esta última semana visitantes variopintos. En un lapso de 72 horas estuvo, por ejemplo, Daniel Hadad participando de una de las misas en Santa Marta; Julio Bárbaro también tuvo reunión con el sumo pontífice, y casi se cruza con Julián Domínguez, que estuvo por Roma en “modo avión”, es decir, con ropa casual, y parecía más un turista que un político. De hecho, y a pesar de su cercanía con la Iglesia, hasta el cierre de esta edición no figuró en el listado de audiencias papales. Por su parte, uno que tuvo algo más de actividad fue Carlos Malfa, secretario ejecutivo de la Conferencia Episcopal, quien antes de verse con el Papa participó de una charla sobre el cardenal Pironio. Y el canciller Jorge Faurie estuvo reunido con Michael Czerny en el dicasterio para el servicio del Desarrollo Humano Integral. Czerny es subsecretario de ese organismo y uno de los jefes de uno de los opositores al oficialismo local Juan Grabois. Antes de irse de Roma, el canciller argentino estuvo en Santa Marta con el Papa. El toque de color, por decirlo de algún modo, lo dio un rockero devenido en inusitado cristiano practicante tras la aparición de una imagen sagrada: Juanse participó de una de las misas de la semana. El comentario ad hoc –que se coló en los cafés– que un par de los personajes mencionados mantuvieron (con gente afincada en Roma y con llegada al Vaticano) fue el del papel por demás “sobrio” de Rogelio Pfirter como canciller argentino ante la Santa Sede. Esta actitud algo distante, argumentan, se manifiesta en los pocos acuerdos que se generan entre Argentina y El Vaticano. Y hasta señalan que un país laico como Uruguay promovió, por ejemplo, acuerdos de cooperación entre las respectivas bibliotecas o el por de más católico Chile, una expo de la Colección Museos Vaticanos.
Con amigos así... Prefiere manejar la cuestión en privado y entender que lo sucedido fue una cuestión lógica del devenir político. Y sobre todo de la coyuntura. A comienzos de semana se filtraron unas fotos de Daniel Lipovetzky, diputado de Cambiemos, con una asesora que no era tal. Esto generó comentarios, incluso el miércoles en los pasillos del Senado, donde además, “oficialistas racionales” apuntaron a “fuego propio” esa operación producto de la postura del diputado a favor del aborto y de, su participación en la foto con Abuelas de Plaza de Mayo por la campaña para el Nobel de la Paz.
Delicatessen. El vino es una delicatessen en la que varios empresarios se aventuraron como hobbie –si bien hay un par que ya atesora viñedos en al menos cinco países–. Daniel Angelici tiene varios “kioscos”, por llamarlos de algun modo, y además de ofrecer a veces como delicatessen alojamiento en algún hotel mendocino de su propiedad, sorprendió a propios y ajenos con un artículo gastronómico de edición limitada: “Salsa de tomate” en botellones con dos etiquetas: la de “Familia Angelici” y una más grande que dice “Calidad Inesita”. El producto, por ahora, solo se exhibe en redes familiares y lo regala a sus amigos.
Palpitando el mundial. El embajador argentino en Rusia Ricardo Lagorio está trabajando a destajo para atender necesidades de quienes viajen al Mundial de Fútibol. La sede diplomática en Moscú tiene registrados 30 mil argentinos con el FanID que habilita el ingreso a los estadios. Pero como esa cifra parece será superada en demasía, crearon los #TipsMundialistas que suben casi a diario al Facebook de la Embajada.
Crisis e influencers. Mucho se escribió sobre el dinero que mueve esa tribu heterogénea que se llama “influencers”. Pero incluso para los más encumbrados, es decir, los que pueden pedir cifras de cuatro ceros por posteos y tuits, la crisis le tocó. Y es que la mayoría de las marcas ha comenzado a efectuar los pagos espaciados de hasta sesenta días. Y solo respetan el cachet completo si se trata de “presencias” para lanzamientos de productos.