ELOBSERVADOR
FE Y DINERO

Dolarizar en el sistema de castas

Una mirada sobre la decisión del gobierno de Javier Milei de trasladar la embajada argentina en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.

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Fervor. Partidarios de Milei con el objeto de culto. Dolarizar parece esconder un mecanismo: empobrecer. | cedoc

Dolarizar. Verbalizar un sustantivo. Convertir una moneda: el dólar en una acción. El gobierno argentino anuncia la dolarización, proceso que implicaría la adopción de la moneda estadounidense como moneda nacional. Conversión.

El dólar americano es el nombre de la divisa oficial de Estados Unidos, sus dependencias y de ciertos países. El billete lleva inscripta en su anverso la frase: “Confiamos en Dios”. “In God We Trust” es el lema de los Estados Unidos. Declaración de la teocracia norteamericana que, en cada transacción, apela a una fe que imprime el acto por la religiosidad de su materia (el dinero).

¿Acaso la conversión monetaria requiere de la conversión espiritual o religiosa del pueblo argentino? Ya que nosotros no hemos grabado en nuestro peso: Confiamos en Dios. ¿Dónde tenemos acuñada esa frase, sobre qué elemento de nuestra cultura? ¿Qué signo que anude a las personas y las cosas lleva como palabra de pasaje, como visado: “Creemos en Dios”?

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Conversión es la práctica religiosa por la que una persona adopta como propio el credo de la comunidad de creyentes a la que se incorpora. Proceso y no acontecimiento. Concepto bíblico y teológico que se traduce generalmente como volver, retornar. Experiencia de la salvación que tiene su fundamento en la obra divina de regeneración. Cambio decisivo del pecado a la fe. La conversión de Israel, en la Biblia, se señala mediante el establecimiento de un pacto y un compromiso renovado de los fieles.

El Presidente de los argentinos, en la apertura oficial de las sesiones ordinarias del Congreso, llama a un pacto denominado Pacto de Mayo, sobre un decálogo, que tendría lugar en Córdoba el 25 de mayo próximo. La numeración de diez preceptos alude abiertamente al carácter sagrado de los mandamientos y, la fecha, por sus ecos revolucionarios, a una refundación (regeneración).

Sin embargo, el camino a la conversión no puede realizarse sobre un lema que fuese vacío de sentido. Para poder decir “confiamos”, se requiere de un guion que nos lleve a creer. Anterior al nuevo nacimiento, a ese bautismo de fuego, se deberán realizar ciertos esfuerzos. Dijimos más arriba que la conversión no es un acontecimiento sino un proceso, ayunado y orado muchos días (Alma 5:46 - Libro de Mormón).

Asistimos al desparpajo de asumir la pobreza desde todos los medios de comunicación. Más allá de los números indicadores de la indigencia en la población, hay un diseño enfocado específicamente en mostrar las condiciones miserables de la gente.

Volvamos al dólar. El protestantismo erige la salvación por la fe y no por las obras. Una salvación sin intercesores con Dios que se configuraría sobre una justicia pasiva, ya que el justo vivirá por la fe. La pobreza no es un camino de salvación. Si la salvación es por la fe y en el billete se dice que en Dios confiamos, es decir, tenemos fe; aquello que salva es el dinero. No el trabajo como bendición desde la perspectiva católica, sino los workhouses o asilos de pobres como espacios de descristianización del trabajo.

Casta, en la tradición hindú, significa nacimiento u origen. En dicho sistema vital todo el mundo puede mantener su etnia diferencial, pero al precio de la jerarquía. El esquema de castas es sociorritual o socioespiritual. Las clases inferiores, según esta arquitectura grupal, debe vivir alejadas de los puros, o no entrar en sus templos y casas. Inaproximabilidad e intocabilidad, la clase alta se poluciona si entra en contacto con una más baja. La modernidad, bajo los conceptos de Estado-nación, democracia, fraternidad e igualdad, es incompatible con el sistema de castas. Cuando la sociedad se moderniza, la casta se transforma en clase.

La revolución cibernética ha generado una aceleración en la caída de los elementos de la Modernidad: soberanía, representación, Estado-nación. Aquella aldea global de la posmodernidad hoy se ha convertido en una uniformidad por la beligerancia fragmentada. Una nueva guerra fría calienta el planeta en diversas partes. De modo que las clases sociales, propias del Estado-nación, están siendo reconfiguradas. Que solo existan ricos y pobres es el esquema de la población como castas.

Todo discurso administrativo está conformado por una base que corresponde y se adecua a la realidad y otra que salta esa barrera y metaforiza. Cuando se hace referencia a la clase política como casta, hay algo verdadero y algo metafórico en dicho sintagma. Las clases ya son castas, o están deviniendo en castas. Pero todas las clases sociales, no solo la política. Casta no en sentido acomodaticio peyorativo, sino de inamovilidad.

La democracia y la educación destruyeron, alguna vez, el eje ritual de la jerarquía. Las ideas de polución y pureza ya no servían para adjudicar rango en la sociedad igualitaria. La colonización tardomoderna desempeña un papel en el desarrollo de la sociedad de castas. Por ejemplo, en la India, fue bajo el gobierno británico cuando la casta se convirtió en un término fijo capaz de expresar y sistematizar las diversas formas de identidad.

Bajo un espacio geocultural occidental, determinado por una guerra fría de estallidos híbridos donde no se distingue combatiente de civil, donde los poderes legislativos como manifestación de la representación están puestos en crítica y el poder se concentra en el ciberpoder, los estándares de las castas necesitan ser publicitados. De modo tal que se requerirá, por un lado, una pobreza real y, por el otro, una concientización y asunción de la pobreza. No como lugar de salvación, sino como posibilidad y vector de creencia.

Tomada la casta (y ya no la clase) como un artefacto, la misma ya no se medirá por tablas económicas como se hacía con la clase. La casta no se elige, se hereda, y es de por vida. En ese cuadro, el guionista escribe sobre un papel: “Confiamos en Dios”. Quien lo recibe comienza a creer. Una deriva del lenguaje del poder al lenguaje religioso. Opresión, exclusión, contaminación por contacto se purga en ese proceso de conversión.

Alguien comienza a creer.

Se dice que en el comienzo fue el Verbo. El Gobierno, verborrágico, ha presentado su consigna de dolarizar. No una palabra, una acción, un mecanismo que depende de otra: empobrecer.

*Escritora.