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Me vengaré con amor, la Ucrania de Serguei Paradjanov

A cien años de su nacimiento, una evocación del cineasta cineasta armenio Serguei Paradjanov, nacido en Ucrania, que defendió su libertad creativa en los oscuros tiempos de la URSS.

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Creador. Nunca se adaptó al realismo soviético y creó con libertad, lo que le valió la cárcel. | cedoc

El libro de Mykhailo Kotsiubynsky “Sombras de nuestros ancestros olvidados” fue ofrecida al cineasta Serguei Paradjanov para su versión cinematográfica, producida luego por el estudio Dovzhenko.

Serguei Paradjanov fue un cineasta armenio nacido en Georgia el 9 de enero del año 1924. Se casó con la hija de un diplomático ucraniano, Svetlana Scherbatiuk, con quien tuvo un hijo, Suren. Un año antes de su divorcio, en 1961, filma “Rapsodia Ucraniana, un melodrama de entreguerras que celebra el campo y la tradición de Ucrania. Una de las críticas que recibe fue la de representar a la mujer en términos de exotismo.

Mykhailo Kotsiubynsky luchó contra la burocracia soviética y formó parte de Prosvita, una organización que apoyaba el desarrollo de la lengua ucraniana y su cultura. La novela “Sombras de nuestros ancestros olvidados” del año 1911, surge como consecuencia del encuentro con el pueblo Hutsul durante su viaje a los Cárpatos. 

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Entre los ucranianos se considera que las tradiciones del pueblo Hutsul reflejan las viejas creencias de Ucrania en su conjunto. El guión se filmó entre septiembre del año 1963 y agosto del año 1964. La novela no se ajustaba bien a la ideología soviética. El mito que se recrea en el film es el de la juventud que pasa de la inocencia a la experiencia de la soledad y de la muerte. Las primeras escenas religiosas, las vestimentas tradicionales y las escenas de Navidad se podrían interpretar como la expresión colonialista sobre el otro marginal y exótico en la periferia del Imperio Soviético. La película fue acusada de folklorismo, de historizar el relato mítico. La Unión Soviética se consideraba a sí misma como un conjunto de pueblos de diferentes naciones que, mientras se encontraban unidos, no perdían sus distinciones en la medida que construían al hombre soviético.

La revista Iskustvo kino caracterizó el film como “nacional”: la intensidad del coraje del pueblo, un sentimentalismo campestre. Así se consideró que era el renacimiento del cine nacional ucraniano y, por extensión, de la cultura ucraniana en general. La interpretación era la siguiente: la nacionalidad no reflejaba secesionismo o, aquello que se consideraba lo mismo, “nacionalismo burgués”. 

En el estreno de la película, en el Ukraina Theatre de Kiev hubo una protesta. Los rumores de la protesta llegaron a Moscú. La película se exhibió y luego llegó hasta Occidente bajo el nombre “Los caballos de fuego”. 

Las protestas se realizaron justamente en esta película porque los Hutsules son considerados como los antiguos (proto) ucranianos con la imagen de una Ucrania rural como base de la identidad nacional. Por otro lado, tenemos el uso de la lengua. El dialecto de los Hutsules representa el signo de la “ucranianidad” y la película se pasaba sin ser doblada al ruso. 

Luego de la protesta, el aparato del partido y las autoridades centrales de Moscú pusieron en la mira a Serguei Paradjanov. Y él mismo firmó las peticiones para pedir juicios abiertos y no arrestos sin procesos para los condenados. Años más tarde, el cineasta fue acusado de rusificar la cultura ucraniana al explotar las tradiciones para su beneficio fílmico. Un escritor ucraniano, Alexei Korotyukov, exiliado en EE.UU., concluyó que “Sombras de los ancestros olvidados” fue hecha bajo el costo de violar la cultura de una nación.

Entre los años 1965 y 1966 Paradjanov filma “Frescos de Kiev”, una película que fue filmada según la estética de los tableau vivant, motivos que volvieron a aparecer en su película más consagrada “El color de la granada”. Kievski freski fue filmada con el fin de conmemorar el vigésimo aniversario de la Gran Guerra Patriótica, eso que en Occidente llamamos la Segunda Guerra Mundial. La película no describe la guerra, sino que examina la vida cotidiana de Kiev, tomando el día 9 de mayo de 1965 como el punto de referencia; día aniversario de la liberación de la ciudad de los alemanes. 

La idea de Paradjanov no era sólo conmemorar la victoria sino reflexionar acerca del conflicto entre guerra y arte. 

La película que iba a celebrar el triunfo sobre la Alemania nazi se centra en retratar cómo el pueblo ucraniano volvía a la vida real luego de la Gran Guerra Patriótica. 

La comisión de censura del estudio cinematográfico Dovzhenko criticó la falta de “conexión personal” de los personajes con la guerra y la aparición de trazos del mundo burgués. La representación poco favorecedora del espíritu militar en los soldados fue vista como motivo para suspender su rodaje. Por otro lado, aquello que Paradjanov denominaba “realidad” en la descripción de la ciudad de Kiev distaba mucho de la realidad socialista de las películas de Vertov. 

El surrealismo como estética era un obstáculo para los fines de Rusia. El encuadre, el arte gráfico, la abstracción de la puesta en escena, las composiciones visuales como motivos de naturalezas muertas y los actores con sus movimientos de mimos no favorecían, según las autoridades, el homenaje al legado militar de la guerra. 

Sin embargo, el director utilizó todos estos materiales estéticos para su otra película: “El color de la granada. En ambas, su preocupación central fue el rol del artista. En un memorándum fechado en octubre del año 1965 de la sucursal de Goskino en Ucrania se consideró que la película tenía “una percepción distorsionada, hasta patológica de la realidad, con un gusto en afirmar la soledad humana, el delirio y la desazón espiritual”.

En el mismo momento que se cancelaba el rodaje de “Frescos de Kiev” muchas películas soviéticas fueron censuradas: “Andrei Rubliev” de Tarkovsky, “La felicidad de Asya” de Konchalovsky, “El comisario” de Alexander Askoldov. Luego de un discurso controversial que diera en Minsk, la KGB ucraniana arresta a Serguei por haber mantenido encuentros y correspondencia con extranjeros de países capitalistas. Finalmente, bajo diversas acusaciones, fue sentenciado a cinco años de prisión en una colonia de trabajo correctivo de régimen estricto.

Claramente las películas de Paradjanov se alejaban de la construcción realista del homo sovieticus. Desde el uso de la fragmentación y el collage, el cineasta trae la Modernidad en una geografía que se regía por otras codificaciones. La cuestión estética para Paradjanov es una cuestión política, sus escenas desprovistas de enlaces o raccords, exiliadas de la ilusión de un continuo espacial o temporal se someten al corte explícito, sus imágenes refulgen y desaparecen. Serguei filma el arabesco. Elemento de la cultura islámica, las escenas se desplazan articulando unos signos en otros, enmascarando, deshaciéndose de un sentido endurecido. 

Después de su liberación, luego de años de cárcel dijo: “pensaron que en prisión me convertiría en un antisovetchik. Me mantuve ocupado estudiando a la gente que estaba encarcelada”. En prisión creó pinturas al óleo, bosquejos cinematográficos, mosaicos, cerámicas, miniaturas en birome, muñecos, arte pop. “Me vengaré con amor: palabras que confirman su mirada del mundo.

Serguei Paradjanov, el cineasta cuya venganza es estética.

* Escritora. Fragmento del prólogo al libro “Descubriendo Ucrania”.