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Contra la cultura de la mortificación

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Ideas. La artista reflexiona sobre la reacción al presente usando un concepto de Fernando Ulloa: cuando la cultura en todas sus acepciones es reemplazada por “la cultura de la mortificación”. | GZA. PRENSA DANIEL FRANCO

Docentes, artistas y gestores de distintas disciplinas, promovemos el goce estético, motivamos el invento, la investigación y la creatividad, en colectivos creativos y de aprendizaje.

¿Cómo hacerlo en tiempos de desarticulación de estos haceres? ¿De vaciamiento de sentido de la producción de pensamiento y la creación artística? ¿Desde dónde proponer hoy nuestras obras lxs que venimos ocupando espacios independientes y oficiales, privadxs y estatales?

Cuando Fernando Ulloa, analista institucional argentino, se refiere a la mortificación, habla de la falta de fuerzas, de lo mortecino, apagado, sin vivencia. Es lo vacío, cuerpos agobiados por el mal humor, sentimientos personales de dolor, enojo, impotencia. No hay alegría.

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La cultura de la mortificación es sufrimiento social contemporáneo que afecta a sectores sumergidos en la mudez sorda y ciega de la mortificación.

Según el institucionalista se trata de sujetos coartadxs, al borde de la supresión como individuos pensantes. Esto se observa a partir de fenómenos emergentes como el de desconocimiento o renegación de la propia clase o bien: confusión de clases, en donde la identificación es con quienes no hay pertenencia.

La percepción y padecimiento de este estado social de cosas, desde mi rol de teatrista me trae otro concepto de Ulloa: “la encerrona trágica”.

Se trata de lo que sucede cuando alguien, para poder gozar de sus derechos, cubrir sus necesidades básicas, gozar de su tiempo libre, depende de algo o de alguien que lo maltrata o lo distrata.

Aquí hay dilema, no conflicto, porque no hay problematización.

La encerrona no permite abrir la situación, no deja ver las partes que componen el fenómeno. No hay posibilidad de análisis, ni de un tercerx porque solo hay dos lugares, dos opciones opuestas. Es la polaridad dada en la binariedad opresor-oprimido, torturador-torturado, abusador-abusado.

Se me ocurre que, en este momento, aquellxs que formamos parte de colectivos artísticos, ámbitos en los que el pensamiento de la multiplicidad abre y problematiza, a la vez que vincula sujetos en su diversidad tenemos, tal vez, la posibilidad de cartografiar alguna fuga de la encerrona. “Hay una estética de la multiplicidad”, afirmaba Eduardo “Tato” Pavlovsky.

El conflicto es inherente a los colectivos de formación y producción artística, es incluso la sustancia de la actividad teatral. Porque si en lugar de haber conflicto, se dilematiza un proceso creador, se detiene.

Apostar a los colectivos artísticos, decidir tender a la apertura de la encerrona permanentemente, tener a priori la intención de “correr el pensamiento binario como se corre un mueble” (G. Deleuze, F. Guattari), es parte de la tarea que intentamos hacer muchxs de lxs que componemos con otrxs en el arte y la cultura.

Por haber recorrido varios procesos creadores junto a otrxs, sé que se trata de componer desde roles contractuales distintos, desde lenguajes artísticos diferentes, entre responsables de la tarea con esquemas de referencia específicos y desde ya, con matrices de aprendizaje que nos diferencian. Es con otrxs en la diversidad.

Componer, dice Peter Pal Perbart, filósofo húngaro residente en Brasil, en modos de vincularnos que aumenten nuestra potencia y que entonces generen afectos más alegres. Ciertamente es así como se percibe desde las emociones, el crecimiento de un grupo creando. Pero también se percibe en las calles, componiendo con otrxs en los reclamos. Sacudiéndonos lo mortecino, lo agobiante de la impotencia. Rasgar “la tela” de la mortificación que lo envuelve todo. Es más vivaz la protesta que la queja. La grupalidad es vida.

Meterle un tercero a la encerrona trágica, en la acción de reclamo legítimo, es acudir al tercero de la ley que son los derechos adquiridos a lo largo de la historia, instituciones mediante.

*Actriz, psicóloga social, docente y directora teatral.