La casa de Maru Botana, ubicada en un country de la zona norte de Buenos Aires, es un verdadero caos. Y nada tiene que ver que se trate de una madre con ocho hijos y el alboroto que puedan provocar. Con sólo ingresar, un sinfín de electrodomésticos aparecen desparramados en el living mientras un par de asistentes comienzan a llevarlos hacia la “oficina” de Maru: la cocina. La conductora que logró popularidad cocinando en vivo y andando sobre patines en Sabor a mí, está por grabar una publicidad para una marca de artefactos eléctricos, y cuenta que luego deberá hacer un programa que acordó hacer para la red social Facebook. No hace falta decir que Maru Botana hizo de su imagen y talento un bussines planner: tiene cinco locales, las marcas le pagan para que publicite sus productos, y supervisa cartas de hoteles internacionales. También aporta su granito de arena en la sociedad con clases de cocina ad honorem. Y para no perder el público tradicional de la cocina local, Maru regresó a la televisión con Cocinando con Maru, ciclo que va los lunes por la señal de cable El Gourmet.
—¿Te hacés cargo de que pusiste de moda la cocina en la televisión abierta?
—(Se ríe) Siento que la descontracturé. Por ahí hice otra cocina divertida, que le gustara a la familia, con el objetivo de divertir, divertirme y pasarla bien en la cocina. Siento que quienes metieron la cocina fueron el Gato (Dumas) y Francis (Mallmann), pero que yo la descontracturé ya que era todo muy ceremonial. Tengo recuerdos de haber grabado con Francis en Utilísima y era que todo debía salir perfecto y bueno, yo empecé con la premisa de que te podés equivocar, que las cosas pueden salir mal, y con los patines y anécdotas que contaba uno darse cuenta que es un lugar de diversión.
—¿Pensaste que ése era un lugar no explotado?
—No. Fue renatural. Lo que pasa es que yo soy súper inquieta, siempre patiné, y en ese momento surgió de esa manera. A mí me shockeó porque me daba como vértigo toda la estructura de que debía salir perfecto y me parecía que estaba bueno que se te podía caer una torta o que se te queme. También para que la gente se anime, a veces le toman miedo a que le pasen cosas malas en la cocina y que se frustren, y me parecía que es mejor es bajarla a tierra y hacerla más normal.
—Estrenaste en un canal lleno de cocineros de primerísimo nivel: Narda Lepes, Osvaldo Gross, Felicitas, ¿hay competencia entre los chefs?
—La verdad que no sé. No estoy mucho en el tema porque es como que siempre la jugué de otro lado, y siempre me categorizaron por la parte de postres. Yo empecé con la tele, con todo este grupo que nombrás, y la verdad es que para mí siempre pasó por otro lado, nunca me metí en ese tema, disfruto la tele, me divierte. Aparte El Gourmet es como que cada uno tiene su estilo y eso marca diferencia, y no es que hay una competencia de que hacen cosas iguales.
—¿Ves al chef internacional Anthony Bourdin?
—En la televisión vi que va a criticar los restaurantes. Me gusta, es un personaje, están buenos esos papeles, y ¡me muero si viene a mi local y me critica! ¡Lo mato!
—¿Qué creés que diría?
—No sé, tal vez mis postres no son de su estilo, quizás diga que son demasiado glaceados.
—¿Te animaste a Facebook?
—Sí, empecé hace poco y tenemos un éxito terrible, tenemos 530 mil seguidores y recién empezamos. Hago un programita desde casa todos los lunes a las siete transmitiendo en vivo y la gente se recopa. Me graban mis hijos, es algo súper casero.
—¿Cómo te llevabas con las redes sociales?
—Yo era reajena a las redes sociales, y teniendo algunos hijos adolescentes es como que te empiezan a meter. Estoy disfrutando.
—¿Por qué le tenías prejuicio?
—Porque a veces salían como que la gente lo utilizaba para pavadas, cosas que no me interesaban. Y cuando me llamó la gente de Facebook me copé y dije: “guau: hago un programa de televisión desde mi casa, relajada y súper divertido”. Sinceramente me encanta.
—¿Cómo te calificás como cocinera en tu casa?
—Un 10.
—Es un año particular para la economía argentina, ¿cómo fue la venta en tus locales?
—Es un año redifícil. Fue con altos y bajos. Lo bueno es que nunca se dejó de vender, lo que sí tratamos de es no aumentar, de mantener los costos para que la gente no se asustara y no viniera más. Nosotros buscamos más el vender que el ganar.
—¿Cómo hacías? El proveedor a vos te aumentaba los costos por la inflación.
—Sí, tratamos de mantenerlo. En el costo de algunas cosas muy caras, como las almendras, ahí avisamos al cliente: “Si querés la torta de almendra, mira que sale un poquito más” para no perder las ventas y los clientes. La verdad que tenemos una clientela buenísima y era un año de entender a la gente, entender lo que estaba pasando en el país y acompañarlo.
—¿Tuviste que reducir el personal?
—No. No se puede reducir porque elaboramos todo muy artesanal, fresco, y no se puede y por suerte lo mantenemos. Es acompañar, porque pobre a este gobierno le tocó destapar un montón de cosas y creo que hay que acompañar. Yo quiero mucho a mi país y quiero que triunfe, es un país que tiene todo y que va a seguir existiendo por tener la riqueza natural que tiene.
—¿Te golpearon las cifras de pobreza?
—¡Uf! Me mató porque aparte estoy tan metida en ese tema que me quedé helada. Te dan ganas de ayudar más y no saber qué hacer. Te desespera.
—¿Sos de seguir los números de los locales?
—No, le delego todo a Bernardo (su esposo). En la parte contable soy un desastre, no me gusta cobrar y esas cosas, así que prefiero que lo lleve adelante él.
—Tenés hijos adolescentes y más chicos, ¿te organizás bien?
—Sí, me encanta ser mamá. Si fuera por mí hubiera tenido quince hijos. Soy reorganizada, me dan cero laburo, les va bien en el colegio, son buenos. Es un premio porque si fuera al contrario me darían más trabajo, porque los colegios son exigentes, y me siento privilegiada.
—¿Con Bernardo hablaron de un noveno hijo?
—No. El otro día le dije que me había faltado uno.