ESPECTACULOS
Nicolás Scarpino, Nicolás Cabré, FreDdy Villarreal y Jorge Suárez

Todos para uno, y un teatro para todos

Cuatro actores asumen el desafío de volver a presentar casi un clásico de los escenarios argentinos. Los mosqueteros del rey fue un emblema para toda la familia, con un humor blanco y un mensaje profundo sobre la amistad.

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Felicidad. El estreno llega en un momento de pleno éxito para los intérpretes. | Nestor Grassi

Hay espectáculos con mucha historia. Este es el caso de Los mosqueteros del rey escrita y dirigida por Manuel González Gil. Se conoció en 1991 con un elenco integrado por Miguel Ángel Solá, Hugo Arana, Darío Grandinetti y Juan Leyrado. Hicieron cuatro temporadas en Buenos Aires, dos en Mar del Plata y una en Córdoba. Luego en el año 2006 apareció la versión femenina que integraron Virginia Lago, María Leal, María Valenzuela y Emilia Mazer. Y desde el 24 de agosto se conoce ahora una nueva, con Nicolás Cabré, Jorge Suárez, Nicolás Scarpino y Freddy Villarreal, en el teatro Astral, de jueves a domingo, con dos funciones los sábados.

Los cuatro intérpretes coinciden en subrayar la misma frase: “Todos para uno y uno para todos”. Aunque cada uno llegó de manera distinta a la propuesta. Nicolás Scarpino recibió la invitación cuando estaba en Madrid y sus ganas hicieron que volviera. Anticipa: “Hago el papel que estrenó Darío Grandinetti, o sea D’Artagnan. Cuando me llamó González Gil acepté de inmediato, porque amaba este espectáculo y con Manuel ya trabajé ocho veces. Sé que le habían pedido que sacara del cajón este texto y recién ahora quiso volverlo a hacer. Creo que el público no solo se va a divertir, sino que se va a llevar un hermoso mensaje”.

Se suma Villarreal aclarando: “Encarno el papel que hizo Juan Leyrado. Pero hoy cada uno de nosotros buscó su propio personaje. Siempre es tiempo de reír. Un día sin risa, es un día perdido, lo dijo Chaplin. Cuando la situación es adversa hay que reírse más, es un recreo para el alma. Agregará Suárez: “Ahora hago el papel que hacía Miguel Ángel Sola, pero la vi con Jorge Marrale, quien lo había reemplazado. Recuerdo el homenaje a nuestro propio oficio y al corazón del actor. Fue creada por González Gil para sus sobrinos y vio que se divertían más los grandes que los chicos”. Finaliza Cabré diciendo: “No la vi, aunque en estos tiempos me pasaron videos. Pero trabajé con Darío (Grandinetti) y con Hugo (Arana) y eso me permitió saber de qué se hablaba cuando se refieren a este espectáculo. Fue muy importante para ellos y sé lo que significa la obra”.

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—Estrenada en 1991: ¿creen que sigue siendo actual?

JORGE SUÁREZ: Tiene un humor blanco, sin dobles sentidos. Fue pensado para niños, incluso para los que tenemos adentro, por eso no envejeció. Propone un contacto directo con el público desde el primer momento y no tiene cuarta pared, por lo cual estamos muy expuestos. 

FREDDY VILLARREAL: De todos los diálogos que tenemos cuando quisimos agregar algo no pudimos. La comedia es un relato de lo que sucedió con los mosqueteros, tiene que ver con la historia francesa. No hay lugar para actualizarlo. 

NICOLÁS SCARPINO: Es una obra atemporal. En estos tiempos trabajar con el humor es complicado, para no herir susceptibilidades. Hoy debemos ser muy cuidados, porque todo está muy delicado. Tiene un humor blanco, genuino, sin maldad, ni doble sentido. Son cuatro payasos, niños jugando a hacer las cosas bien en el escenario, aunque se nutre de los errores actorales. Debemos hacer todo bien para que salga mal. 

NICOLÁS CABRE: Es un texto tan puro, tan blanco que no se le tuvo que agregar, ni sacar absolutamente nada. Tiene un humor para todos, directo, primario, que es lo más maravilloso que tiene. Primero fue un infantil y ahí descubrieron que se reían los padres y los abuelos. Lo más maravilloso es su humor. Para mí es un honor ser parte de un proyecto de Manuel (González Gil) que lo tuvo guardado durante mucho tiempo. 

—Dicen que fue la primera obra argentina en recibir el auspicio de la Unesco por promover la solidaridad y la amistad entre los hombres. ¿Qué opinan en estos tiempos feministas?

N.S:  En estos tiempos habría que modificar el término, en vez de hombres, debería decir seres humanos…Quizás hace referencia a la historia, ya que los mosqueteros del rey en Francia, en la historia de Alejandro Dumas, fueron hombres. 

J.S: En esa época hombre era una palabra para generalizar. Siento que fue un premio a la amistad, para que no olvidemos que es un sentimiento muy importante en la vida. 

F.V: Interpreto que en ese momento la Unesco usó la palabra hombre para generalizar. En esos años ni esa entidad, ni la sociedad estaban aggiornados a los tiempos actuales. Hoy la distinción debería ser a la amistad en general. No fomentamos una idea machista, por el contrario la idea es que ante la adversidad la amistad subyace al final de todo. 

N.C: Creo que fue un título agregado, incluso hubo una versión femenina de los mosqueteros. Subraya la importancia del lema: “Todos para uno y uno para todos” que se puede llevar para cualquier lado. Es la historia de cuatro actores que deben contar la historia de D’Artagnan y los tres mosqueteros del rey. 

—¿Cómo se llevan con las coreografías creadas por Rubén Cuello? 

J.S: Me llevo muy mal (Se ríe). Aunque es parte del juego. Mi problema es que mis compañeros me apabullan, porque son muy buenos y ya soy un señor grande a su lado. Tengo que cantar cuando estoy agitado. Para mí es un gran desafío…Este es un espectáculo diferente. Me entregué en las manos de Manuel (González Gil), con quien nunca había trabajado. 

N.S: Las manejamos como podemos. (También se ríe) Es muy divertido vernos bailar a los cuatro. Nuestro coreógrafo captó hasta dónde uno puede e hizo magia con nosotros. Además cantamos con la música de Martín Bianchedi, son los mismos temas de cuando se estrenó, pero hay más trabajo de arreglos por la evolución que tuvieron los equipos técnicos y hoy se cuenta con más instrumentos en la pista musical. 

F.V: Me llevo bastante bien con las coreografía, pero de eso trata el espectáculo. Jugamos personajes y la comedia lo permite.

N.C: Me divierto. Hay algo que me quedó de Sugar, animarme, jugar a cantar y bailar. Me da un poco de vergüenza, pero hay algo en el fondo que me gusta. 

—¿Tuvieron o tienen miedo al ridículo?

J.S: A mí me gusta jugar el borde del ridículo. Me lo enseñó mi gran maestro – Francisco Javier–, buscar no caer, pero acercarme al peligro. Creo que es un abismo, donde un actor puede desplegar sus alas y volar. 

F.V: No. Un cómico nunca debe tener miedo al ridículo, por el contrario, debe ser amigo de él. Si le tuviera miedo no podría ser actor, si se debe tener cuidado sino se llega al objetivo. En realidad no le tengo miedo a nada. Ni a la muerte, ella es mi amiga, charlé mucho, ya que estuve en terapia intensiva por un tumor y el covid me pegó muy fuerte. 

N.C: Particularmente no tengo ese miedo. No me pasa. Siento que este espectáculo es una excusa para divertir. 

N.S: Creo que existe si no te entregás al juego en su totalidad. Si un actor siente miedo al ridículo es porque algo falla, tal vez debería que replantearse qué le pasa. Aparece cuando hay dudas. Antes que el otro se ría de mí, es uno quien debe reírse primero.