Cualquier turista atento que camine por las calles de Berlín notará algo distinto en los barrios del sudeste de la ciudad. El estilo típicamente soviético de los edificios grises, compactos y monótonos contrasta con el aire cosmopolita y el paisaje moderno y clásico a la vez del centro urbano. A 25 años de la caída del Muro de Berlín, la arquitectura no es lo único que aún divide la capital de Alemania. Y no sólo la capital. Según estadísticas oficiales, las zonas del país que pertenecían a la exRepública Democrática Alemana (RDA) todavía hoy sufren un fuerte atraso económico frente al desarrollo de las regiones que formaban parte de la República Federal de Alemania (RFA).
Hoy se cumple exactamente un cuarto de siglo del hito que se convirtió en símbolo del fin del mundo bipolar de la Guerra Fría. Los alemanes lo celebrarán a lo grande. Se esperan cientos de miles de visitantes de todo el mundo para un masivo festival en la Puerta de Brandeburgo, en el que habrá conciertos de estrellas internacionales, como el cantante británico Peter Gabriel y la orquesta Staatskapelle, dirigida por el argentino Daniel Barenboim.
Antes de eso, la canciller Angela Merkel inaugurará una ampliación del espacio de recuerdo del Muro en la emblemática Bernauerstrasse y pronunciará el discurso central de la jornada. Por la noche, Merkel será la anfitriona de un concierto en la sala Konzerthaus para líderes políticos actuales y retirados, como el ex presidente polaco Lech Walesa y el ex líder soviético Mikhail Gorbachov, uno de los principales impulsores de la apertura del “telón de acero”.
Ayer, precisamente, Gorbachov transmitió un mensaje poco esperanzador sobre el estado actual de las cosas. “El mundo se encuentra al borde de una nueva Guerra Fría –aseguró durante un simposio titulado ‘El mundo 25 años después de la caída del Muro de Berlín: nuevas dudas, nuevas divisiones, nuevos muros’–. Algunos dicen incluso que ya comenzó”. El Nobel de la Paz insistió en que “el derramamiento de sangre en Europa y Oriente Medio con el trasfondo de una ruptura del diálogo entre las grandes potencias es de enorme preocupación”.
Pero el estado de guerra permanente no es lo único que el mundo no ha superado un cuarto de siglo después de aquella noche histórica. En Alemania, sin ir más lejos, el llamado “segundo milagro” no ha llegado para todos. Según el Informe Anual del Gobierno Federal sobre el Estado de la Unidad Alemana 2014, la situación económica y social de los lands que antiguamente pertenecían a la RDA es preocupante si se la compara con la de los que integraban la RFA.
“Aún existe una perceptible diferencia en importantes áreas como el mercado de trabajo o el sector privado”, subraya el informe publicado semanas atrás. El documento señala que el PBI per cápita de las áreas que controlaba el bloque soviético representa sólo dos tercios del de los viejos estados federales. Al mismo tiempo, la casi inexistencia de grandes empresas en el este alemán conduce a una productividad laboral significativamente más baja que en el oeste del país.
Esto se debe, a su vez, a que las inversiones del sector privado en los lands de la ex RDA son mucho más pequeñas que en la ex Alemania Occidental, menos dependiente de los recursos del Estado. Pero el mayor contraste se ve en los niveles de desempleo: mientras que en el Oeste apenas supera el 5% –lo mismo ocurre con el promedio nacional–, en el Este está por encima del 10%. Es una cifra alarmante si se considera que Alemania es la cuarta economía mundial y la primera potencia europea. Y todavía más preocupante si se tiene en cuenta que las diferencias entre las “dos Alemanias” también abarcan estándares como la esperanza de vida al nacer y las tasas de escolaridad y de ingreso a la educación universitaria.
Lo llamativo es que, pese al atraso económico aún existente, los alemanes de la desaparecida RDA valoran más la reunificación del país que los ciudadanos de la República Federal. Según un reciente sondeo de la consultora alemana Dimap, el 75% de los residentes del Este ven positivamente lo que ocurrió hace 25 años, mientras que sólo el 48% de los vecinos del Oeste coincide con esa opinión.
“El proceso de recuperación del Este ha sido muy lento –admitió la delegada del Este del gobierno alemán, Iris Gleickel–. Aún tenemos una grieta en la economía y en el mercado laboral”. Cerrar las heridas del Muro será, como es natural, un proceso de décadas.