La economista Marina Dal Poggetto opinó que es muy difícil realizar una transición gradual en el marco de una inflación tan alta como la actual. “Si no tenés horizonte y no tenés gobernabilidad, cualquier programa de estabilización va a fallar, y eso te lo da la política”, destacó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).
¿Para un economista, ser ministro de Economía en un país como la Argentina, es como sentarse en la silla eléctrica?
El problema es para qué. Un técnico, sin caudal político, no puede llegar demasiado lejos. Entonces, la aspiración por llegar a la “silla eléctrica”, como la llamás vos, tiene sentido si en algún momento están dadas las condiciones para poder generar algún cambio, no es llegar a los codazos por tener un espacio de poder porque sí.
El juego es poder gestar algún tipo de cambio, y la verdad es que la dinámica económica es cada vez más perversa.
Este es un país donde hay múltiples proyectos de poder pero faltan proyectos de país. El péndulo oscila de un extremo a otro, pasando de esquemas de represión financiera muy agresivos a esquemas de libertad económica muy agresivos también, termina rompiendo todos los contratos y generando la dinámica en la cuál estamos montados.
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Bajo la lógica de ese péndulo que señalás entre la apertura extrema y la restricción extrema, ¿si en el 2015 hubiera ganado Scioli y vos hubieras sido la ministra de Economía, se habría aplicado una fórmula intermedia y hoy el país estaría en una situación distinta?
Creo que en 2015 había margen para hacer cosas distintas de las que se hicieron. El gradualismo no estaba mal, lo que estaba mal era la consistencia.
Había crédito como para trabajar de forma gradual. Fueron muy agresivos en términos monetarios y muy poco agresivos en términos fiscales, con una nominalidad que se escapó desde el arranque, porque se convalidó una puja distributiva brutal.
La paritaria fue de 40%, la meta de inflación era del 20% o 25%, las facturas se multiplicaron por cinco, y fiscalmente se arrancó subiendo el gasto y bajando impuestos. Además, se unificó el mercado cambiario el primer día con una enorme cantidad de contrato de “futuros” abiertos.
Fue inconsistente. Se creyó que el crédito iba a durar más tiempo del que duró, y eso no ocurrió. Entonces no es correcta la discusión de que los problemas provinieron todos del gradualismo. No hay un diagnóstico correcto de lo que ocurrió en 2015-2019.
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Escucho voces de Juntos por el Cambio que dicen que ahora, en 2023, se colocaría los fiscal antes que lo monetario como prioridad, y que no se unificaría el mercado cambiario inmediatamente, sino gradualmente, a lo largo de un año. ¿Creés que eso es suficiente para que sea distinto? ¿Hay margen para el gradualismo en 2023 o no queda otra alternativa que el shock?
Cuando la inflación corría al 25%, con retrasos de precios relativos, eventualmente había margen para hacer una corrección gradual de precios.
Cuando la inflación corre arriba del 100% y con la misma distorsión de precios relativos que tenías en 2015, si querés corregir las tarifas en forma gradual, estás condenado a alimentar la tasa de inflación.
Con esta inflación, es muy difícil corregir las variables en forma gradual. Lo segundo es que, en 2015, tenías acceso al crédito y hoy no. No hay quién te financie una transición.
¿Es decir que hoy no hay posibilidad de gradualismo?
Claro. El problema es qué shock y para qué. No es lo mismo soldar todas las variables y que se corrijan solas que hacer un programa de estabilización que intente apuntalar en un sentido.
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Lo que pasa es que un programa de estabilización requiere shockear las variables de entrada y corregir fiscalmente. Implica jugar con la nominalidad. Hoy tenés el gasto público indexado al pasado y la recaudación favoreciéndose bastante de la aceleración de la inflación. Fijate lo que crece el IVA, 130%, con una inflación que está en la zona del 105%.
La inflación coordina una dinámica fiscal que no se espiraliza, pero para poder corregir bajando la inflación tenés un problema. Tenés que desindexar el gasto, y tenés un problema desde el punto de vista de los recursos, sobre todo cuando el sector público se ve perjudicado por el salto cambiario dada la incidencia de las tarifas.
La nominalidad requiere un accionar pragmático para poder desarmarla. El programa de estabilización, en alguna medida, requiere: corregir los precios relativos de arranque, el déficit fiscal y, fundamentalmente, el cuasi fiscal.
Hoy la principal fuente de emisión de pesos son los pesos que emitió el BCRA, después retiró, y sobre los cuales paga tasa de interés.
Hay que tener un programa monetario y garantizar que la consistencia fiscal se extienda en el tiempo. Eso tiene que ver con las reformas estructurales, el esquema tributario, laboral y previsional, que tienen que ser vistos en conjunto.
Si no tenés horizonte y no tenés gobernabilidad, cualquier programa de estabilización va a fallar, y eso te lo da la política.
El único programa de estabilización que duró, aunque terminó colapsando por distintos motivos, entre otros por las reglas de cambio tan rígidas, fue la convertibilidad.
Hubo reformas estructurales que apuntalaron la competitividad de la economía, aunque reitero que con un sistema de cambio muy rígido. Esas reformas estructurales fueron avaladas por un acuerdo político tras la transición desordenada que hubo entre el gobierno de Alfonsín y el de Menem. En esa transición se generaron las leyes de Emergencia Económica y de Reforma del Estado. Esas fueron las bases que sentaron lo que vino después.
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Hoy por hoy, la verdad que es difícil pensar en cómo avanzar en los cambios que hay que avanzar, pero solamente los cambios no te aseguran nada, requerís de la estabilización y las reformas, las dos cosas. Eso requiere una discusión, y en una pelea electoral como la que atravesamos es difícil de vislumbrar.
¿Cómo imaginás que se llegará a diciembre de este año?
La verdad que no tenemos la menor idea, solamente sabemos dos cosas. Una, que el tiempo transcurre. La pregunta no es si llegamos, sino cómo llegamos. El calendario electoral cierra las listas el 24 de junio, ahí vamos a conocer la oferta electoral. Las PASO son el 13 de agosto.
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Ese conocimiento de la oferta electoral tendrá efectos sobre la economía, porque sabiendo quién puede ser o no candidato puede influir sobre las variables, por ejemplo si Massa decidiera ser o no candidato. ¿Es así?
Sí. Cómo se forman las dos coaliciones de gobierno. Si van con lista única, con internas, con cuántos. Tenés un factor adicional además, que es Milei, que está jugando en ese juego.
Parece claro que en Juntos por el Cambio hay tres candidatos, dos del PRO y uno del radicalismo. ¿La discusión sería qué va a hacer el oficialismo?
Sí, pero también como se termina ordenando Juntos por el Cambio. A priori, pareciera que van fragmentados y que el oficialismo podría ir juntos, pero todavía no está confirmado.
Del oficialismo, estamos trabajando que la hipótesis más probable es que Massa sea el candidato, pero la dinámica económica te va torciendo. Las encuestas vienen fallando. La gran encuesta nacional la tenés en las PASO del 13 de agosto.
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Después, hay un periodo que es “tierra de nadie”, entre agosto y octubre. Dónde habrá candidatos con probabilidades definidas, un escenario de campaña electoral lanzada, en una economía a la que le sobran muchos pesos y le faltan dólares, más aún por la sequía.
Fundamentalmente, hay incertidumbre sobre el manejo de los contratos en pesos de cara a la próxima gestión.
Según quién llegue al Balotaje, habrá distintas especulaciones sobre qué es lo que pasa con la demanda de pesos. Si el que se cuela en el Balotaje es alguien que dice “vamos a prender fuego el Banco Central”, la demanda de pesos se pulveriza. Si es alguien que dice que no se va a unificar el mercado cambiario inmediatamente, la dinámica puede ser distinta.
Al mismo tiempo, las PASO son una encuesta, no son un resultado definitivo, y lo que hay es enojo. Entonces, los extremos, los que proponen soluciones fáciles a problemas complejos, van prendiendo en este contexto de enojo. Son los que terminan de levantar el amperímetro en este contexto.
El discurso de Milei, en términos de esperanza sin costos, es parecido al discurso de Menem en el ‘89.
Menem decía “síganme, no los voy a defraudar”, “revolución productiva y salariazo”, y Milei te dice que “el ajuste es inevitable, pero conmigo lo va a pagar la casta”, y que los que lo atacan son “los de la casta, que no quieren pagar el ajuste”.
Es un discurso en un contexto de incertidumbre económica que se puede potenciar si ese discurso tiene alguna llegada mayor.
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¿Creés que lo peor para la economía sería que Milei entre en la segunda vuelta?
Que Javier Milei llegue al balotaje es un riesgo para la economía por la incertidumbre que generaría. Pero es lo mismo con él que con cualquier discurso que te diga que la solución es romper los pesos. Fiajte lo que pasó con los comunicados de Juntos por el Cambio, con lo de la “bomba”.
Uno de los dos va a entrar en el balotaje, pero Juntos por el Cambio cambió el discurso de la bomba, ahora dicen que harían gradual la unificación del mercado cambiario. ¿El problema sería si volviera el discurso de la bomba?
Claro, el tema es que ese discurso, en un tema de alta inflación y recesión, no prende.
El discurso de la esperanza y el discurso del lápiz rojo. El discurso del lápiz rojo lo tiene Juntos por el Cambio, el de la esperanza lo tiene Milei, y Massa es el discurso del status quo sin capacidad de actuar.
Estoy forzando los argumentos, pero me refiero a que estamos entrando en una dinámica económica que va a depender de la dinámica política. Y la dinámica política, a su vez, se va a ver influenciada por la dinámica económica.
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Falta mucho y falta poco al mismo tiempo. El esquema de represión financiera se puede sostener siempre y cuando alguien nos saque la tapa de la olla a presión.
Estás en un contexto en el que, la principal pregunta que recibís es cómo te cubrís frente a la incertidumbre, y para eso tenés que saber cuáles son los contratos que te cubren frente a esa incertidumbre. Lo que has tenido en este último tiempo es una erosión de esos contratos.
En el 2015, los contratos que sirvieron para cubrir al sector privado fueron los groseros contratos de dólar futuro que regaló el Banco Central, pero no había dudas sobre los contratos en la transición.
Después esos contratos se desinflaron, pero en principio funcionaron como garantías de transición en una economía que no tenía la sequía que hay este año, ni la nominalidad, ni la inflación que tenemos este año.
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Hoy tenés una nominalidad perversa que, si se mantiene estable en estos niveles, es el mejor escenario posible que tiene el Gobierno.
El riesgo es que tengas una desmonetización de la economía asociada a la incertidumbre que te provoca el discurso del que viene, y el discurso del que viene, por más que opere el Teorema de Baglini, por más que el que venga tenga que tomar decisiones y se vaya acercando a las restricciones que te pone la realidad, entre las PASO y octubre, esos incentivos no aparecen.
Los oficialismos, frente a las derrotas en las PASO, se vuelven locos. Le pasó a Macri en 2019 y a Cristina en 2021. Trataron de dar vuelta el escenario, lo que pasa es que una cosa es tratar de darlo vuelta con la inflación del 50% anual, y otra cosa es cuando la inflación corre al ritmo actual. La nominalidad, en Argentina, está anclada con las restricciones cambiarias que, de alguna manera, amortigua la dinámica de la brecha.
La incertidumbre te puede disparar ese valor y hacer colapsar la inflación.
FM JL