La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, ya ha abandonado Taiwán. Permaneció en la isla 19 horas, tiempo suficiente para elevar las tensiones entre su país y China. Pelosi, demócrata de 82 años con fama de ingobernable, se reunió esta mañana con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen.
Ella es la tercera en la línea de autoridad de Estados Unidos. Pasó del dicho al hecho cuando, a pesar de los reparos de propios y extraños, cumplió con su plan inicial de aterrizar en Taipei como parte no oficial de su gira por Asia-Pacífico.
La decisión de Pelosi, a contramano de las advertencias del presidente de China, Xi Jinping, a su par norteamericano, Joe Biden, pone en riesgo la relación bilateral y abre la posibilidad de represalias contra Estados Unidos. Esto empeora las ya deterioradas relaciones entre las dos principales potencias mundiales en un momento delicado tanto por los estragos provocados por la pandemia como por la guerra en Ucrania.
El Ministerio de Exteriores de Rusia dijo que la visita de Pelosi a Taiwán era una clara provocación y que China tiene el derecho de tomar medidas para proteger su soberanía. En ambas orillas del Estrecho de Taiwán aumentó el despliegue de efectivos militares ante el arribo de Pelosi. Según el Canal de Transmisión del Espacio Aéreo del Sudeste de Taiwán, un avión del ejército chino incursionó en la zona de defensa aérea de Taiwán.
China realizará ejercicios militares con fuego real en las inmediaciones de toda la isla del 4 al 7 de agosto. El Ministerio de Defensa advirtió que el Ejército Popular de Liberación se encuentra en alerta máxima. Xi le había avisado a Biden en un diálogo por teléfono que el viaje de Pelosi a Taiwán iba equivaler jugar con fuego, dándolo a entender que no iba a quedarse cruzado de brazos. Una sola China, expresión que implica que existe un solo país, que incluye a Taiwán, donde se refugiaron las tropas nacionalistas después de ser derrotadas por el ejército comunista en la guerra civil de 1949.
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Pelosi es conocida por su firme postura contra el Partido Comunista de China. En 1991 desplegó una pancarta en la plaza de Tiananmen, de Pekín, para conmemorar a las víctimas de la masacre, dos años después de que se produjese. También se ha reunido con disidentes chinos y con el Dalai Lama, el líder espiritual tibetano en el exilio, y ha expresado su apoyo a las protestas a favor de la democracia en Hong Kong.
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