Miguel Wiñazki la llama, en un término que acuñó, “la noticia deseada”. Es el fenómeno que se construye cuando medios y audiencia quieren creer cierta determinada realidad, más allá de las pruebas que haya para sostenerla. En su libro, el periodista investiga la construcción del supuesto falso suicido de Alfredo Yabrán, el supuesto asesinato de Carlitos Menem, o la supuesta culpabilidad del padrasto de Ángeles Rawson. Ahora se podría sumar otra a la lista: la idea de que Silvina Batakis es la ministra que designó Cristina Kirchner para hacer cumplir sus designios en el terreno de la Economía.
Es que esta fue la versión que se instaló a ambos lados de la grieta, pero con una particularidad: los de un extremo -medios y políticos opositores- querían ver la mano negra de CFK moviendo todos los hilos de este Gobierno, porque, dice esta tribuna, ella es mala y con su maldad mueve montañas, y los del otro -medios y políticos afines- querían ver la estela angelical de CFK, arreglando los problemas de una gestión complicada y haciendo lo que hay que hacer.
Detrás de todo esto estaba la realidad, o al menos a la que el periodismo puede acceder mediante el chequeo de fuentes y el ánalisis crítico: que, en la primera de las dos conversaciones telefónicas que tuvieron el domingo 3, a la noche, Cristina propuso el nombre de Emmanuel Álvarez Agis y, Alberto Fernández, el de Batakis.
Que la flamante ministra lo es por la concreta razón de que primero Sergio Massa rechazó el convite presidencial para reemplazar a Martín Guzmán, que luego el proyecto del tigrense de copar esa cartera con Marco Lavagna primero y gran parte del gabinete después no prosperó, y que, finalmente, Agis -a simple vista, más cercano hoy a las ideas de Guzmán que de Kicillof- tampoco aceptó.
Sin embargo, desde que se conoció el nombre de la nueva ministra y durante toda la semana posterior, se repitió mucho la tesis de la Batakis K. Es cierto que nacía desde un planteo lógico: Guzmán dejó su cargo luego de miles de embestidas del cristinismo, que lo denigró en público y en privado, lo catalogó como un enviado del FMI y hasta trabó, en todo lo que pudo, su plan económico, sea mediante leyes -como la que impulsó Máximo Kirchner para adelantar la suba del salario mínimo- o mediante el torpedeo constante de los funcionarios cristinistas en Energía.
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También parece ser real que achacar todo el derrotero de Guzmán -que incluye una inflación galopante que promete volver a subir en julio y una huída masiva de dólares de las reservas flacas del Banco Central- al poder de bombardeo K parece sobreestimar por mucho la fuerza del cristinismo. No hay que olvidar que, hace menos de cuatro meses, el kirchnerismo jugó todas sus cartas para impedir que se apruebe la ley del acuerdo con el FMI -intentona que incluyó, al menos, dos intervenciones personales de la “jefa” frente a diputados del Frente de Todos para exigirles que voten en contra- y apenas pudo reclutar 28 diputados -sobre los 112 del oficialismo- y 13 senadores -de los 35-.
Pensar que el cristinismo tiene el mismo poder, que cuando sacó 54% de votos, es mirar a la historia como si fuera una foto estática y no una película, sin un guión escrito de antemano o de resultados inexorables. El kirchnerismo, como contó Noticias, está en su ocaso.
Rendición de cuentas
En toda la lectura de que Batakis sería la marioneta cristinista se dejaba de lado a un actor, a pesar de que es el protagonista de toda esta historia: el Fondo Monetario Internacional y la descontrolada deuda que tomó el gobierno de Mauricio Macri y que ratificó, acuerdo mediante, el de Fernández. Si se tiene en cuenta al Fondo, la pregunta cae de maduro: ¿tiene este Gobierno la espalda para romper los lineamientos que pactó con el organismo?.
Es la gran duda, porque para cambiar -en los temas estructurales de la economía, no en decisiones de poca o nula relevencia como prohibir las cuotas en los free shop- el rumbo económico habría que, por lo menos, enfrentar esa línea. Es decir: sin la venia -o sin ir de frente contra el Fondo- no se pueden modificar las metas de déficit fiscal, de recorte presupuestario o el número de las reservas. Ese es el debate de fondo. “La economía va a seguir el mismo rumbo”, dijo el lunes Agustín D'Atellis, el director de Banco Central que respondía a Guzmán, en Modo Fontevecchia.
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Los primeros anuncios de Batakis van en esa línea. La ministra habló de la importancia del “equilibro fiscal”, de cuidar el “equilibro” de las cuentas públicas, de “cumplir” con el acuerdo con el FMI, de congelar el ingreso de más personal al Estado, de que el tipo de cambio es razonable -a pesar de la suba de las últimas semanas- y lanzó una frase que bien podría haber dicho Mauricio Macri -y que de hecho la dijo cientos de veces en su presidencia-: “No vamos a gastar más de lo que tenemos”. Es verdad que queda una duda: si la flamante funcionaria está yendo en esta línea para calmar los mercados, y que apenas esto suceda avanzará en un plan económico más K. Pero, hasta ahora, es Guzmán con el pelo largo.
JLG JL PAR