En estos tiempos de pandemia, como ya ocurrió en otras pandemias de la historia, los gobiernos democráticos enfrentan un enorme dilema: evitar muertes y contagios, restringiendo lo menos posible la libertad de las personas.
Desde la mirada de corto alcance que ciertos políticos irresponsables de la oposición plantean, estos dilemas son sólo de nuestro tiempo y de nuestro país. Más aún, son problemas del gobierno nacional, de las provincias gobernadas por oficialistas y en definitiva, de los peronistas. Escriben comunicados, cartas abiertas y denuncian una y otra vez la “concentración de poder”, todo ello sin un solo argumento, sin mirar lo que pasa en el mundo y mucho menos en las provincias que gobierna Juntos por el Cambio.
Muy lejos de esa realidad que pretenden instalar, el Gobierno de Alberto Fernández logró transitar la pandemia -en un país devastado social y económicamente- en el más claro marco democrático y con plena vigencia del Estado de Derecho. No hubo medida alguna que se parezca siquiera a las restricciones que adoptaron otros países: ni toque de queda, ni estado de alarma, ni nada parecido. Hubo diálogo, equilibrio y consenso.
Está claro que el debate sobre la libertad en pandemia se plantea en el marco de la “grieta” en la que muchos -desgraciadamente- navegan con tanta comodidad. Por eso se ha instalado que Formosa optó por priorizar la salud con medidas más duras y que la Ciudad eligió un camino más blando y que por ello tienen mayor cantidad de contagios. Nada más falso en una Ciudad que aisló compulsivamente a más de 70.000 porteños y porteñas (según datos del propio Jefe de Gabinete de Larreta), entre ellos muchos niños y niñas. Pero una y otra vez se ha escuchado decir que “en la Ciudad el aislamiento nunca fue obligatorio” y hoy eso ya es casi cosa juzgada, aunque el propio Ministro de Salud, Quirós, reconozca lo contrario.
¿Por qué durante meses se omitió hablar del aislamiento compulsivo en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Por qué los mismos que callaron cuando dábamos este debate en absoluta soledad, hoy lo denuncian en Formosa?
A lo largo de estos meses he escuchado diferentes historias de personas que fueron aisladas. Los primeros tiempos, de parte de aquellos que volvían de otros países y eran alojados en hoteles por prevención. Luego, cuando se extendió la medida a todos los casos sospechosos y confirmados asintomáticos o leves. Los planteos eran incesantes ya que nadie podía atravesar los días de aislamiento en su domicilio. Denuncias por la comida en mal estado o insuficiente, por casos sospechosos que esperaban días y días el resultado de un test o de falta de información sobre los plazos del aislamiento, que variaban azarosamente.
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Durante esos tiempos me involucré, entre otros, con el caso de una beba de ocho meses que estuvo aislada en un hotel de una prepaga durante cuatro días con su mamá por tener un cuadro febril, a la espera del resultado del test, que finalmente dio negativo. Desde ese momento, tomamos conocimiento acerca de muchos niños y niñas que permanecían aislados y presenté varios proyectos en la Legislatura Porteña. En primer lugar, planteé la necesidad de que permanezcan en el domicilio y luego, si son trasladados a hoteles, que cuenten con instalaciones y alimentación acordes, actividades lúdicas y con controles estrictos de parte de las instituciones que tienen como objeto velar por sus derechos.
En la actualidad los protocolos han ido cambiando. Cuando el virus comenzó a circular comunitariamente, se comenzó a permitir que el aislamiento se realice en el domicilio si se dan determinadas condiciones de ventilación e higiene y si puede asegurarse que la persona no saldrá del domicilio, mediante una declaración jurada. No obstante, muchas personas -en la mayoría de los casos, las de menos recursos y que viven en barrios populares- no cuentan con estos requisitos y siguen siendo derivadas al sistema de hoteles, muchas veces con su conformidad, porque no quieren permanecer en sus casas, ante el riesgo de contagiar a la familia y en otros, aún pidiendo quedarse en sus domicilios, por situaciones familiares o por la inseguridad de dejar la vivienda. Y en todos los casos, con la angustia, la incertidumbre y el temor lógicos que cualquiera que está leyendo esta nota tendría en esa situación. Me ha tocado intervenir en casos donde las familias contaban con las condiciones previstas para permanecer en sus hogares pero, aún así, decidían enviarlos a un hotel. Incluso recuerdo el caso de una mujer que vivía sola, se negó a aislarse fuera de su domicilio y le tocó el timbre la policía a la madrugada.
En cada caso, como oposición, recurrimos a los canales institucionales, al diálogo y también a las propuestas, como el proyecto de generar una compensación pecuniaria para reparar a la persona que era obligada a aislarse, no para su beneficio, sino para el de la sociedad. Nunca logramos una respuesta de parte del Gobierno porteño en el sentido de dotar de una mayor institucionalidad al sistema.
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Una cuestión que me preocupó desde el primer día fue la falta de un marco institucional serio para este sistema extrahospitalario. En efecto, cuando le preguntamos al Jefe de Gabinete Felipe Miguel al respecto nos respondió que “por tratarse de una emergencia sanitaria y, en consecuencia, de un asunto que involucra a todas las áreas del Gobierno de la Ciudad en mayor o menor medida, la operación es cubierta por múltiples funcionarios, personal de apoyo, colaboración y voluntarios”. Es decir: no hay responsables, ni orgánica, ni transparencia, ni controles. En definitiva, a un sistema que condiciona directamente las libertades de los ciudadanos, en lugar de darle mayor institucionalidad, se lo deja en las sombras de la arbitrariedad.
Los argentinos y las argentinas tenemos que aprender a debatir sobre los temas complejos con honestidad intelectual. La grieta ha venido a justificar posiciones simplistas y sin argumentos. Los grandes problemas no admiten simplificaciones, falseamiento de la realidad e ideas que, por repetición, terminan pareciendo ciertas cuando no lo son. Equilibrar la libertad y la salud en una pandemia es difícil y sólo puede lograrse mediante un debate abierto y transparente. Porteños y porteñas: empecemos por casa.
* Claudia Neira. Legisladora Porteña del Frente de Todos.