En menos de una semana, el descontento policial en Buenos Aires pasó de protestas aisladas hasta escalar más allá de lo esperado (por todos): un cerco a la Quinta de Olivos y la promesa de mejoras sustanciales en sus condiciones laborales. En menos de una semana, el conflicto con la fuerza de seguridad se desactivó con la intervención de Nación, y la generosidad obligada de la Ciudad. Con los policías de vuelta en las comisarías y patrulleros, a la espera del primer cobro prometido, la pelea se traslada ahora a muchos otros frentes: uno, el esperado con la quita de fondos a Ciudad para asistir a la paralizada PBA; el otro, el de los intendentes molestos (de JxC pero también del PJ) con el gobernador Axel Kicillof por el reparto desigual de los fondos.
¿Fue un planteo sorpresivo el de la Bonaerense? ¿Nadie lo vio venir? No y sí. Desde abril, entre los innumerables reclamos de los intendentes del Conurbano –barones, herederos de, y los nuevos- estaba el de un mayor presupuesto para Seguridad: aducían que buena parte del gasto corriente para la Policía se pagaba con fondos comunales. Después, la pandemia paralizó todo menos el descontento dentro de la fuerza. Focalizado en la amenaza del colapso sanitario, la crisis económica y ahora la toma de tierras, el Gobernador derivó esa cuestión en el superministro Sergio Berni. Hasta el miércoles, el responsable de Seguridad bonaerense aseguraba que se trataba de un agite de policías cuyo poder de convocatoria era marginal. La rosca de los azules demostró que no. No se hizo en secreto (había convocatorias a protestar hasta en Facebook), incluyó a los oficiales de menor rango, y reservó para los “marginales”, los efectivos sumariados o próximos a una baja, la coordinación de las jugadas más arriesgadas: La Plata, La Matanza y Olivos. Berni se llamó a silencio hasta que el conflicto fue desactivado. Retomó su circulación mediática el viernes a la noche y con un discurso contrario al de sus jefes. “Nunca estuvo en peligro la institucionalidad”, remarcó el jueves el presidente Alberto Fernández, pero la Policía logró extender las manifestaciones a otras localidades de la Provincia y contagiaron a sus pares en otras doce provincias. Dos de ellas (Santa Cruz y Chubut) comparten un negativo diagnóstico con Buenos Aires: el atraso salarial se extiende a todos los agentes estatales (Seguridad, Salud y Educación).
Lejos de acabar, el conflicto entre la Provincia y su Policía bajará el tenor cuando aparezcan las primeras muestras de la promesa dada a conocer por Kicillof el viernes en la mañana. “Sé los prejuicios que hay sobre mí, lo sé”, deslizó antes de enumerar los anuncios de recomposición salarial, mejoras en salud y capacitación. La cuestión de fondo, la sindicalización de la fuerza y la no obligatoriedad de IOMA, se mantendrán igual: son un NO innegociable. Y estas primeras muestras llegarán sólo con fondos. Si la medida cautelar que interpondrá la Ciudad esta misma semana respecto a la quita del 1.18% prospera en la Corte Suprema y la Provincia no recibe los recursos suficientes, ¿hay otro plan? A regañadientes, en la Gobernación reconocen que no. ¿Nación podría articular un tercer salvataje (el bono al personal de Salud de BsAs también se pagó con fondos nacionales) para el “gobierno pobre” de Buenos Aires? ¿Hasta dónde debilita a Kicillof este respaldo paternal y cuánto recelo generaría en el resto de las provincias?
Relajado por el auxilio, el Gobernador se permitió algunos chistes con los intendentes que participaron del acto de Olivos y que acompañaron el anuncio del Plan de Seguridad para el AMBA. Algunos de los que estuvieron ahí cuentan que nadie los festejó. El clima podría durar poco si no acuerdan un reparto equilibrado de los fondos: si las mejoras en Seguridad representan casi un tercio de los 40 millones que trasferiría Nación, los jefes comunales miran con expectativas y cada vez menos paciencia el resto para cubrir las deficiencias generalizadas de la vida prepandemia, y que ya son un paisaje natural en el Conurbano.
De momento, en Provincia sacan cuentas de los próximos gastos e inversiones mientras respiran aliviados: en determinados espacios políticos siempre es más efectivo negociar desde el poder de la billetera, aunque sea con plata ajena.