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Futuro incierto para la relación entre Argentina y China

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Saludo. El sucesor de Fernández deberá tomar decisiones fuertes frente a Beijing. | cedoc

La que probablemente ha sido la peor presidencia de la historia argentina dejará, lógicamente, una herencia muy pesada al próximo gobierno que asuma en diciembre. Está claro que el principal desafío será revertir la compleja crisis socioeconómica, algo que no caben dudas requerirá reformas tan profundas como inéditas. En paralelo, no hay que perder de vista otro gran desafío, funcional a poder superar la crisis, que es la política exterior. El kirchnerismo se manejó en ese plano con gran irresponsabilidad e improvisación, poniendo siempre por delante la ideología y los intereses sectoriales. Los resultados fueron muy negativos, con Argentina quedando descolocada en el mundo. Para colmo, dejando al frente de la diplomacia a figuras incompetentes y sin trayectoria, como el actual canciller Santiago Cafiero.

En ese contexto, ha naufragado la estratégica relación con China, a pesar de las reiteradas señales de amistad entre ambas partes. La retórica ha ido por un lado y los hechos por otro. En estos cuatro años, el vínculo bilateral ha estado signado por el estancamiento en materia de inversiones, la profundización del déficit comercial, el aumento de la deuda bilateral vía activación del swap y por las numerosas promesas incumplidas a Beijing sobre compromisos previamente asumidos. Tal es el caso de la construcción de la central nuclear Atucha III, quizás el asunto más crítico.

El próximo gobierno deberá afrontar una agenda con China plagada de deudas y cuentas pendientes, lo que, sumado a que la complicada situación económica de la potencia asiática, seguramente será un nuevo condicionante del vínculo bilateral. El sucesor de Alberto Fernández deberá tomar decisiones fuertes desde el inicio en relación con China, un socio que seguirá siendo fundamental para la Argentina, pero que probablemente sea mucho menos generoso y más demandante con nuestro país.

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Argentina adhirió a la Iniciativa de la Franja y la Ruta el año pasado, con acuerdos firmados por más de US$ 23 mil millones. El progreso de esos proyectos, muchos de los cuales ya estaban contenidos en acuerdos previos, ha sido prácticamente nulo. Habrá que renegociar casi todo y en una situación de extrema vulnerabilidad económica de la Argentina. A esto se suma que el ministro Sergio Massa abordó la relación con China bajo el único precepto de conseguir nuevos dólares. Y puede decirse que logró su cometido: Beijing permitió a Massa activar dos tramos del swap, incrementando la deuda de nuestro país con China en unos US$ 10 mil millones. 

Otro tema acuciante es el déficit comercial bilateral, que el kirchnerismo llevó en 2022 al nivel récord de US$ 9.441 millones. Una cifra inverosímil, teniendo en cuenta la inigualable complementariedad económica que tenemos con China y el potencial exportador excepcional de la Argentina hacia dicho país. Debiera avergonzarnos esta situación, teniendo en cuenta que nuestros vecinos Brasil, Chile y Uruguay tienen superávit con China. Se trata de una de las cuestiones relativamente sencillas de resolver, una vez que la economía argentina pueda liberarse del yugo proteccionista y antimercado que ha distinguido particularmente a esta última etapa kirchnerista.

Es interesante destacar que ha habido algunas “islas” de progreso en la relación durante estos cuatro años. Casualmente, a nivel provincial, donde el gobierno nacional tiene baja incidencia. Es así que las inversiones chinas en el sector del litio y energías renovables han prosperado, y en provincias de diversos signos políticos. Ese modelo virtuoso en el plano subnacional, con desarrollo en sectores económicos de gran potencial, debiera ser observado con atención por el próximo gobierno. 

Un capítulo aparte merece la constante y creciente interferencia de los EE.UU. en la relación con China. Nada que sorprenda, algo que el kirchnerismo tampoco supo manejar. Pareciera que fuimos condescendientes con Washington, respecto a las “líneas rojas” fijadas respecto de la cooperación China. Por caso: no se hizo la central nuclear, no se compraron aviones caza a China, no se permitieron inversiones chinas en proyectos estratégicos y tampoco se llevó a cabo la prometida licitación de 5G, entre otras cuestiones. Pero eso se dio básicamente por improvisación e incapacidad para gestionar del gobierno, y no como parte de una estrategia para sacar provecho de lo que EE.UU. pudiera ofrecernos a cambio (dicho sea de paso, poco y nada). 

Lo curioso es que también decepcionamos a Washington en cuanto a los compromisos económicos asumidos frente al FMI, tras el fundamental apoyo otorgado por la Casa Blanca en las negociaciones. El “plan platita” recargado de cara a las elecciones del 22 de octubre fue el tiro de gracia a todo lo firmado con el organismo, al que ahora Massa acusa de la inflación récord. China al menos no se siente tan sola frente a los desaires y reiteradas fabulaciones de Massa. Los funcionarios “amigos” de ministro-candidato en la Casa Blanca, como el inefable Juan González, y los frustrados burócratas del FMI, ahora acompañan a los chinos. 

Cabe destacar que China acaba de sumar una decepción adicional con la Argentina, a raíz de la negativa, tanto de Patricia Bullrich como de Javier Milei, de aceptar la invitación de ingresar al Brics, en el caso de que sean electos presidentes. No obstante, China está aún más preocupada por las consecuencias más profundas para la relación bilateral si Milei llegase a ser el próximo presidente. Más allá del controversial tema del Brics, Bullrich expresó –a diferencia de Milei– su intención de tener una relación pragmática con China, privilegiando la cooperación económica en el plano bilateral. La candidata ha planteado como objetivos prioritarios equilibrar la balanza comercial y ampliar el comercio y las inversiones con China, algo bienvenido por Beijing.

En definitiva, a partir del 10 de diciembre será necesario replantear y reencauzar la estratégica relación con China, lo cual será un desafío con múltiples temas a resolver, algunos muy sensibles e inmediatos. China tiene claras prioridades en la relación con Argentina, que no necesariamente coincidirán con las del nuevo gobierno. Habrá mucho que negociar, y nadie duda que China será vital para la economía argentina.

El futuro de este vínculo se presenta entonces como incierto y nada sencillo de abordar, sobre todo en el eventual escenario de un candidato abiertamente anti-China como Milei en la presidencia. Pero también influirán como nunca en la historia reciente la compleja situación económica doméstica de China y el contexto internacional cada vez más conflictivo, signado por la creciente tensión entre Beijing y Washington. Por ello, es clave comprender a fondo a China, desprovistos de ideología, prejuicios y nutridos de conocimientos sólidos. A su vez, es preciso entender la verdadera naturaleza del conflicto entre superpotencias, que no es una nueva Guerra Fría. Hay que evitar caer en la trampa de esa mentalidad, que solo es funcional a Washington.

Así las cosas, realismo, pragmatismo y mucha prudencia debieran ser los principios fundantes de cualquier diseño de política exterior, frente a un escenario internacional tan desafiante para esta Argentina necesitada y vulnerable. Lo que está claro: la posibilidad de reconstruir y relanzar la relación con China es perfectamente factible.

* Director del Observatorio Sino-Argentino. Profesor visitante en la Universidad de Zhejiang (China) y regular en la Universidad Católica Argentina.