OPINIóN
17A

Génesis de la grieta: ¿y si la posta está en Yatasto?

San Martín y/o Belgrano. San Martín y/o Bolívar. Jefes indiscutibles que dieron la vida, pero no para ser jefes. Distintos. Bravísimos. ¿Habremos decodificado bien el mensaje?

 columna de Edi Zunino 20200817
Rago y Echarri en la piel de Belgrano y San Martín, by Campanella. | CEDOC

Siempre tiene sentido volver a la Historia y a sus personajes centrales. Acudir a nuevas fuentes. Animarse al replanteo. En ese sentido, ninguna nueva lectura del pasado (incluso algunas repetidas pueden ser nuevas) resulta redundante si se la toma, claro, como parte del aprendizaje nunca terminado sobre quiénes somos y no como un repaso para ir a dar examen y listo el pollo.

Aparte, los aniversarios redondos tienen, culturalmente, un atractivo especial. Sólo por eso, que puede ser nada o muchísimo, tal vez evocar el 170° aniversario de la muerte de José de San Martín en el año del bicentenario de Manuel Belgrano merezca una resignificación. Quién sabe.

Miren si lo que en estos tiempos llamamos “La Grieta”, es decir, la eterna discrepancia, la insuperable división nacional, no nos vienen de monárquicos versus revolucionarios, ni de morenistas contra saavedristas, ni de federales contra unitarios, ni blablablá, sino de no haber sabido, no haber podido y/o no haber querido, hacer una buena síntesis entre el Creador de la Bandera y el Padre de la Patria, que acá ni siquiera son esquina.

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Porque Belgrano y San Martin, aunque hayan sido contemporáneos y del mismo bando -el de la Revolución-, no eran lo mismo ni eran del mismo partido. Si exageramos al extremo las diferencias entre ambos, apenas para entender algunas bases de la diferencia, vemos que:

  • San Martin era la acción, el combate armado, la estrategia de copamiento territorial desde una mirada militar. Fue político a regañadientes.
  • Belgrano era la reflexión, el debate verbal y escrito, la estrategia productiva y simbólica desde una mirada ciudadana. Fue militar porque no quedaba otra.

Ahora bien: los dos, estando vivos y teniendo diferencias, rechazaron hasta con sobreactuada explicitud hacer de ellas una misión sagrada: las aprovecharon en busca de un objetivo común, respetando cada cual su estilo y su función sin ahorrar elogios.

¿Habrá sido porque Belgrano murió 30 años antes, con la guerra civil recién oficializada? De haber tenido tiempo, ¿el corazoncito de Belgrano habría sido más bien unitario -de tan porteño-, así como el de San Martín terminaría siendo más bien federal?

Puede que sí. Se habían hecho amigotes con Bernardino Rivadavia, cuyo derrocamiento como primer presidente, en 1826, originó la contraofensiva de Juan Lavalle contra Manuel Dorrego, entronizado gobernador de Buenos Aires. Puede que no. Su hijo natural, Pedro Pablo, fue criado en la casa de Juan Manuel de Rosas. 

Lo concreto es que Belgrano murió en junio de 1820 -parece que diciendo “¡Ay, patria mía!”- mientras San Martín iniciaba el viaje de Chile a Perú y le avisaba a sus amigos que prefería no volver más acá: era militar y se había prometido jamás usar las armas para una guerra civil entre hermanos. 

 columna de Edi Zunino 20200817
Ficcion 2: Alfredo Alcón en la piel de San martín, by Torre Nilson.

Tal vez ahí se haya ganado el lugar de Padre de la Patria en la versión mitrista de nuestra historia: cumplió su palabra pudiendo no haberlo hecho, avalado por un Siglo XIX ultra violento y donde había quienes no sólo no pensaban como él, sino que lo desprestigiaban sin el más mínimo recato. 

Prefirió irse antes que enfrentar a otro argentino. En ese sentido, el del exilio autoimpuesto, tal vez San Martín también represente el germen de este fracaso llamado Argentina. El más grande, el padre, se fue y al final nunca más volvió, salvo mitificado (¿cabría “mitrificado”?). No se fue del país. Se fue de la controversia. Y claro está: no precisamente por cobarde ni tibio.

Afecto y admiración. Aniversario de San Martín y en el bicentenario de Belgrano.

Tiene la palabra el historiador Mario “Pacho” O’Donnell:

“San Martín y Belgrano tuvieron una relación de entrañable afecto y admiración recíprocos. Intercambiaron un centenar de cartas y los encabezamientos eran del estilo de ‘mi amado amigo’, ‘mi hermano’… Cuando Don Manuel es llamado a Buenos Aires para ser juzgado por sus derrotas en Vilcapugio y Ayohuma, San Martín se indigna y escribe: ‘Es el más metódico que conoce nuestra América, lleno de integridad y talento. No tendrá los conocimientos de un Moreau o de un Bonaparte, pero créanme que es lo mejor que tenemos en la América del Sud’.

San Martín disimulaba la inexperiencia militar de Belgrano, en favor de la solvencia de su personalidad. Tal es así que, cuando Buenos Aires decide relevar a Belgrano por este San Martín lleno de experiencia en el Norte, Belgrano reacciona incluso con satisfacción. 

10 frases de San Martín que hicieron historia

Le escribe, mientras San Martín va hacia el encuentro la Posta de Yatasto: ‘Empéñese Usted en volar si le es posible con el auxilio que me trae, no sólo a ser amigo sino maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere’. 

San Martín, una vez que se encuentran, demora el relevo. Pero Buenos Aires le ordena que lo haga urgente. Más adelante, enterado de la batalla de Chacabuco, Belgrano lo felicita de nuevo por carta: ‘… por haber cubierto de Gloria las armas de la nación, sacando a nuestros hermanos de la opresión y afianzando la independencia de la América del Sud’. 

Después viene el desastre de Cancha Rayada y Belgrano le escribe a Tomás Guido, el gran amigo de San Martín: ‘Aliéntelo y dígale que, a pesar de todo, no hay hombre de armas que no lo vea con aprecio y que no se haga cargo de que no ha estado en sus manos el resultado’. Y después viene la victoria de Maipú, entonces Belgrano renueva su entusiasmo: ‘Nunca se manifiesta el sol con más brillantez que luego de una tempestad. Siga dando Gloria a la Nación y asegure, como nos prometimos, su independencia’.”

San Martín y Belgrano. Y el historiador-periodista Hernán Brienza:

“Los unía un vínculo de mutua inspiración. San Martín consideraba que el cerebro de la Revolución era Belgrano y debía ser el conductor, que él estaba allí para aportar el brazo armado. Reconocía su capacidad intelectual y Belgrano, obviamente, la capacidad guerrera de San Martín.”

Pero maticemos un poco, que nada es tan absoluto en la Historia (ni en la vida). José Francisco de San Martín no era puro fierro. ¿La historia oficial tapó al San Martín político, que indudablemente lo era? 

Señala O’Donnell:

“San Martín es un militar de familia, de cepa y de vocación. Y es un militar de tamaño talento que sus tácticas son estudiadas aún hoy en las academias. Entonces: así como Belgrano no tenía ninguna vocación militar, San Martín la tenía toda. Pero eso no le quita su calidad de estadista. Bartolomé Mitre, que escribe la historia, en realidad no simpatiza mucho con San Martín. San Martín apoya a Rosas y Mitre fue un adversario, un exiliado de Rosas. Sí tiene la grandeza de aceptar que San Martín es el campeón, aunque nos lo devuelve mutilado de sus ideas. 

La gente, en general, no sabe cuáles eran las ideas de San Martín. Sabemos del genio militar que trepa montañas y gana batallas, pero no del estadista. En el Abrazo de Guayaquil se encuentran dos estadistas, San Martín y Simón Bolívar, que piensan cómo definir la independencia de América del Sur, pero también cómo evitar la anarquía que se había desencadenado. En mi obra de teatro ‘El encuentro de Guayaquil’, imagino el diálogo entre estos dos grandes. Después de terminar sus campañas, San Martín se dedica al arte: pinta, parece que bastante bien, y se hace amigo de grandes intelectuales en su exilio francés, el poeta Gérard de Nerval, el compositor Gioachino Rossini lo invita al estreno de su ópera ‘Guillermo Tell’…”

Está dicho: San Martín era un estadista, pero, básicamente, era un militar de fenomenal talento. Poco se sabe de cómo fue, por ejemplo, como gobernador de Cuyo, cargo en el cual lo puso, a su pedido, el director supremo Gervasio Posadas, que era el tío de su hasta entonces amigo, Carlos María de Alvear. San Martín asumió la gobernación en Mendoza en un agosto como éste, pero de 1814. 

Joven, mendocina y también historiadora, nos habla de eso Luciana Sabina:

“La política que marca San Martín en Cuyo busca fundamentalmente mejorar la economía de la región, aunque sobresale su objetivo de financiar al Ejército de los Andes. Desarrolla el sistema de regadíos para volver cultivables las tierras y explotarlas para el Estado. La economía mejora y florecen algunas industrias, incluso, como las textiles: las tropas necesitan uniformes y ponchos. Esas industrias subsistieron en el tiempo luego del cruce y lo que vino después”.

Y tanto era político San Martín, que jugó un papel crucial y muy agresivo en el Congreso de Tucumán, en 1816, aunque no en persona, sino a través de sus diputados: Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza. 

Aporta Sabina:
“Tenía la necesidad política de que el Congreso de Tucumán declarara la independencia de manera urgente, porque su idea era aprovechar el verano de 1817 para cruzar la cordillera. Maza y Godoy Cruz, diputados por Mendoza, son de los más activos en Tucumán y se comunican todo el tiempo con San Martín por cartas, sobre todo Godoy Cruz. El tono de esos textos definen la convicción y la urgencia de San Martín por desarrollar su plan”.

Grandes y bravos. Más arriba, “Pacho” O’Donnell introducía el Encuentro de Guayaquil en esta nota. Digamos que no hay mito sin misterio. Y el San Martín histórico, que es un poco -o bastante- el mito edificado por sus narradores, también encierra su misterio en aquella cumbre de dos grandes líderes, donde no hubo acta ni mucho menos cronistas en la puerta, pero uno siguió y el otro se fue sin desplantes. Luciana Sabina investigó el tema y suma su conclusión, sin rodeos: “Me parece importante tomar las palabras que Tomás Guido, el gran amigo de San Martín, pone en su boca para definir el porqué de aquel des-encuentro final pero pacífico entre caballeros: “Bolívar y yo no cabemos en el Perú.”

Por cómo siguieron las cosas, ahí San Martín anticipó -con actos más que con palabras- aquella decisión de no enfrentarse con otro americano. Monárquico como era y pudiendo dejarse nombrar “Inca” desde Lima para abajo, dejó la gesta del Cono Sur resuelta -o, al menos, ya libre de “maturrangos”- en manos de Bolívar. Sin chistar. Tal como Belgrano había hecho lo propio con él.

San Martín dio la vida muchas veces por su idea. Sin metáfora ni poesía. Nadie dudaba de su calidad como jefe indiscutible. Sin embargo, jamás dio la vida por ser jefe. Mucho menos quitó la de alguien para eso. En 1928, le ofreció sus servicios a un ex subordinado suyo, Manuel Dorrego, cuando era gobernador de Buenos Aires. Ahí se dio otra diferencia, muy poco conocida, con Bolívar. 

 columna de Edi Zunino 20200817
Ficcion 3: Rodrigo de la Serna en San Martín, by Tristán Bauer.

Tiene la palabra Brienza:

“San Martín no tenía una relación especial con Dorrego. Es más: lo había echado del Ejéercito del Norte por una cargada que le hizo a Belgrano, que desafiaba su autoridad. Sí lo acepta para el cruce de los Andes, aunque al final no va porque Juan Martín de Pueyrredón lo manda al exilio por negarse a entregar la Banda Oriental al imperio portugués. 

Pero el dato más importante sobre la relación con Dorrego, es que San Martín venía a Buenos Aires, en el ’28, a ponerse bajo sus órdenes en la guerra contra los imperiales brasileños. Ahí se entera de que los rivadavianos, al mando de Juan Galo de Lavalle, le dan un golpe a Dorrego, que termina fusilado. Y se vuelve desde Montevideo al exilio definitivo en Francia. Dorrego le había ofrecido también a Simón Bolívar que se sumara al combate contra los portugueses-brasileros, pero, a diferencia de San Martín, se negó.”

Lo decíamos antes: ¿qué hubiese ocurrido con Manuel Belgrano en aquel entonces, de haber estado vivo? Aparte de ser buen amigo de Rivadavia -junto a quien introdujeron la moda “dandy” en Buenos Aires tras un viaje común a Londres en 1814-, en tiempos de la independencia no le hubiese disgustado poner a las Provincias Unidas del Sud bajo un protectorado de la corona portuguesa… Otra vez: quién sabe. Su vida no pasó de 1820. Y la actitud de San Martín nunca violó su juramento. El selectivo “no matarás” de un patriota sin ambiciones personales. Ni de partido.

Acaso la clave de nuestra malparida historia resida en decodificar bien a estos dos grandes en el antes y el después de la Posta de Yatasto. Valga la redundancia, posta digo.