Según la Constitución Argentina, el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes. Se espera que, quienes fueron elegidos por el voto, encarnen el sentir de quienes los eligieron a tal fin.
Son tantos los problemas que deben enfrentar quienes legislan y gobiernan pero saben que, sobre todo, en aspectos muy específicos de economía, ciencia o cultura, esta delegación supone confianza en lo que los legisladores y los partidos políticos elegidos disponen.
No es el caso de la discusión sobre el aborto.
El gobierno decidió reabrir la polémica sobre la despenalización de “la interrupción voluntaria del embarazo”.
Cabe preguntarse: en medio de semejante pandemia, frente a los tremendos problemas económicos y sociales que tiene la gente, con un 50% de argentinos pobres ¿era un tema prioritario para la gente? ¿Había urgencia para plantearlo justo ahora?
El gobierno sostiene que está cumpliendo un compromiso de campaña ¿Es este "compromiso" más importante que el otro que también hizo de gobernar para "volver a unir a los argentinos"? "No cuenten conmigo para seguir transitando el camino de desencuentro” nos prometía el presidente cuando asumió. ¿Cuándo se cumplirá la promesa de generar trabajo, mejorar la situación de los jubilados o llenar las heladeras de los argentinos? si de cumplir promesas se trata.
Si la búsqueda de unidad entre las personas es más por lo que une que lo que divide, un debate como este ¿Puede contribuir a achicar la brecha que hoy ya nos enfrenta?
Algunos piensan que se usó como distractor para ocultar errores y desaciertos del gobierno en materia social y económica. Otros sostienen que fue una “movida política” de algunos sectores dentro del gobierno.
Si la búsqueda de unidad entre las personas es más por lo que une que lo que divide, un debate como este ¿Puede contribuir a achicar la brecha que hoy ya nos enfrenta?
Difícil de entender cuál es la verdadera razón. Lo cierto es que parece haberse generado una nueva grieta en el pueblo, ahora transversal.
¿En las Cámaras se expresarán opiniones personales o partidarias? ¿Representan el pensamiento de los votantes? ¿Es posible que el diálogo pueda cambiar las posiciones de cada uno de estos grupos? ¿Hay posibilidad de llegar a soluciones de consenso? ¿La decisión de un parlamento tan fragmentado cerrará verdaderamente la discusión?
Algunas encuestas revelaban que el 49% de la población está en contra de la ley y cerca del 40%, estaba a favor. Subía el porcentaje de los que se manifiestan contrarios a la legislación al 52% cuando se les preguntaba sólo a las mujeres y a 57% cuando los que responden pertenecen a sectores vulnerables. ¿Cambiaron ahora de opinión?
En cualquier caso y más allá de especulaciones: ¿importa lo que piensa la gente?
No parece sencillo imaginar un buen final para la discusión que se ha iniciado, cualquiera sea el resultado, que deje conforme a las mayorías, que no provoque daños que pudieran haberse evitado y que no tenga graves consecuencias en el futuro.
Por lo sensible y complejo de semejante decisión, como sucedió con el conflicto limítrofe por el Canal de Beagle ¿no habría sido mucho mejor haber sometido el tema a un plebiscito que, como aquella vez, diera garantía real de lo que verdaderamente opina y desea la gente?
Todavía estamos a tiempo.
*Doctor en Ciencias Sociales.