Cristina Fernández de Kirchner, en ejercicio de la presidencia durante estos días en que Alberto Fernández viaja por Europa, en su actuar en clave kri-stalin-ista que tanto nos tiene acostumbrados volvió a golpear a fuerza de comunicados sobre la investidura del Poder Judicial en su máxima entidad y actividad cuando no acuerda con sus criterios o postulados políticos.
El dictado personalista no entiende de límites, correcciones, no posee tolerancia republicana para fallos que solo recuerdan lo consagrado en la Constitución del 94.
Pero lo peor, es que de este modo no se construye ni se va a construir a fuerza de falta de ejemplaridad republicana, una conducta individual ni comunitaria, ni opinión social sobre cómo debe funcionar la democracia en materia de competencias propias de los poderes, controles recíprocos, y división de poderes y contrapesos.
Esa mecánica es una dinámica cívica, es una forma de permitir el conflicto y una forma de resolver institucionalmente sin que la disputa del poder escale al grado de afectar irremediablemente a la vida social y la pacificación.
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Las decisiones de los más altos grados de cada uno de los poderes institucionales, en principio, tienen como finalidad clausurar debates e impulsar políticas conforme a su ámbito de acciones y cuando avanzan en intromisiones o pueden no ser razonables, no ser ecuánimes, entonces la última palabra e interpretación la tiene la Corte Suprema de Justicia de la Nación e incluso alguna instancia superior o Corte Internacional, para casos específicos.
Todo esto, instala a la República como realidad en el territorio argentino pero pareciera que por los propios comunicados de la vicepresidenta esa figura sólo existe fuera del territorio, tiene una condición extraterritorial. Es decir, se enuncia y vanagloria el republicanismo acomodaticio según convenga a los intereses del momento, como en la actualidad, cuando se habla de Juan Domingo Biden. Ahí sí, hay un país con límites legales, controles a excesos, publicidad de actos de gobierno, intervención de mercados y rentas universales. Por eso también, del discurso kristalinista desparece la idea de imperio y se habla de diplomacia, relaciones de cooperación con un presidente como el de EEUU, que debe negociar todo lo que necesita para gobernar, no como aquí que adolecemos de esa cultura y somos hiperpresidencialistas.
Para el caso, Argentina seguirá adoleciendo de una cultura republicana y eso parece que ya no tiene que sorprendernos, no tiene que hacernos dudar de la perspectiva histórica kirchnerista. Son anti republicanos, son iliberales, son verticalistas y opacos en la toma de decisiones por cultura y peor, por las condiciones personales de sus liderazgos que día a día nos dan ejemplos por sus decisiones.
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Por caso, ahora importa que el Congreso Nacional se reúna y decida sobre poderes excepcionales para pandemia y cambiar el calendario electoral, no sea que la historia tome nota y quede expuesto que se prefiere gobernar por DNU antes que por el procedimiento de debate republicano, por tanto diverso y amplio, incontrolable para las psiquis de tendencia autoritaria.
Entonces, no nos queda mucho más por esperar e imaginar, si nos queda por esperar que no avancen con un escenario eleccionario que les facilite una mayoría en ambas cámaras del Congreso Nacional porque ya ha quedado claro que el Poder Judicial es también tu problema.
Siendo esto claro, esperable y que no puede sorprender a nadie, esperemos que la sociedad no se equivoque en validar un golpe blando a la democracia al permitir por el voto que el Kirchnerismo se encuentre con los números necesarios para alcanzar su objetivo máximo que es la reforma de la Constitucional Nacional.
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Cristina no cambia, Alberto duda y viaja, La Cámpora avanza, y la sociedad retrocede si no logra empoderarse nuevamente en materia de control por sobre sus representantes y no recupera su lugar en la definición de la Agenda Pública en pos de que la política vuelva a ser plural y no unívoca ni sujeta al sólo personalismo o decisionismo de un grupo ideológico que reitera, somete, fuerza, y si no descalifica.
A todo esto quedamos resumidos, en materia de liderazgos en ejercicio de los dos poderes de gobierno, en cabeza de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa.
Hoy vivimos un tridente movimientista y resignificador de la realidad actual, como todo populismo, en donde el límite es su propia relación con un pueblo que es construido a su ideario y gusto en la medida que los recursos públicos y el dólar soja se lo permita. Eso es personalismo puro y las dimensiones del republicanismo constitucional en estado fallido.
* Javier Adrián Cubillas. Analista de Asuntos Públicos.