OPINIóN
Grieta

Macri vs. Cristina: llamados a la unidad que consolidan la fractura

El Presidente y la ex apuestan a la polarización desde una especie de "la Unión Nacional soy yo". El Factor Córdoba: ¿será Schiaretti la verdadera opción disruptiva?

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Mauricio Macri y Juan Schiaretti. | Cedoc

De golpe se puso de moda llamar al diálogo. Es cool ablandar los discursos en busca de pretendidos consensos. Pinta recopado promover la tan ansiada “unidad nacional”.

La música suena bien, en cualquiera de sus versiones. Y linda la letra, che. Pero el asunto son los cantores. Todos, aunque cada cual a su estilo, la entonan como un jingle. Sin emoción sincera. Faltos de garra. Carentes de credibilidad, tan acostumbrados que están a venderse sólo a sí mismos.

Las campañas electorales tienen esa dificultad: ganar es casi un antónimo de unir.

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Cristina dialogando con Schiaretti.

Está genial evocar la Constitución Nacional (CN), por más que sea de repente, en el sentido de promover el encuentro de los argentinos. Claro que deberíamos considerar un par de cositas al respecto, siempre y cuando fuese cierto que andamos buscando todavía lo mismo que hace un par de siglos y no queremos seguir repitiendo errores a lo pavote:

1) Los constituyentes de 1853 representaban, en su inmensa mayoría, a los vencedores de una guerra civil. O sea: la CN fue una maravillosa elaboración intelectual. Sin embargo, se la impuso a punta de bayoneta.
2) Por eso, antes que la unidad, aquellos paladines de la Patria se proponían la intención escrita de “consolidar la paz interior”. Es decir: según aquellos, hacer las paces sería la condición previa e ineludible de cualquier acuerdo. 
3) Si nada de eso ocurriera, los perdedores jamás se darán por vencidos y los vencedores defenderán con uñas y dientes su condición de tales. En síntesis: así estamos desde que vinimos al mundo como "Nación" supuestamente moderna.

Schiaretti busca la reelección ante un radicalismo dividido entre Negri y Mestre​

Sucede que, en esta especie de "unidad al cuadrado", el cuadrado vendría a ser el pueblo. Tanto de un lado como del otro. Quien suponga que es gobernable un país partido en dos, gane quien gane, vaya declarándose bruto. Incapaz de ver lo que nos pasa desde mucho antes. O cínico.

Mauricio Macri, confundido porque no le sale una, se puso al frente de “la guerra del consenso” desde lo que más sabe hacer (gracias a Marquitos Peña y Jaime Durán Barba): el marketing de golpear primero. Llamó a una unidad que rechazó por conveniencia durante tres años seguidos y presentó en sociedad 10 puntos que, en verdad, sólo buscaban darle la razón casi a libro cerrado.

Lo hizo en las horas previas a la reaparición de Cristina en la Feria del Libro. Se sabía que la ex presidenta movilizaría miles de personas. Y CFK utilizó la escena para convertir en contradicción lo mismo que su oponente. Bajó un cambio. Habló tranqui. Trató de insinuar lo que su hijo Máximo declamaría horas después: "El próximo gobierno deberá lograr un consenso más amplio que la coalición electoral".

La unidad soy yo. El diálogo es mío, mío, mío…

En el medio, volvieron a quedar desdibujados los “terceristas”. Daniel Scioli acudió al llamado del Gobierno, ganándole de mano al senador Miguel Ángel Pichetto. Roberto Lavagna volvió a perder perfil, fiel a su estilo parco. Y Sergio Massa quedó gritando en soledad, arrinconado del lado de los K.

La situación puede simbolizarse así: hay dos diques enormes, altos, de concreto, en medio de los cuales se impone un vacío gaseoso. Desde los muros se han abierto, hacia el centro, enormes chorros de agua con ansias de inundar toda la escena. Los polos de la grieta se propusieron abrir las compuertas para quedarse con el todo, en un final aún impredecible.

Estábamos esperando Córdoba. Se suponía que, sólo desde allí, podría irrumpir una figura genuinamente disruptiva. Es decir: con los votos de un distrito de los más grandes. Juan Schiaretti se vislumbra, desde hoy, como el único referente capaz de discutirle al Gobierno Nacional su "insensibilidad" y al kirchnerismo, sus "mentiras". Habló en buenos términos con unos y proviene del mismo lugar histórico que los otros. Los conoce a los dos. Se mantuvo en el centro de un modo local, pero arrasador. A diferencia de Massa y de Lavagna, podrá hablarle al país a partir de los resultados concretos de hoy en su provincia.

A partir de ahora, los K podrán acusarlo de “macrista vergonzante” o buscarán acordar con él y los de Cambiemos, seguirán a Elisa Carrió acusándolo de “narco” (o ídem).

¿Será el cordobés Schiaretti un factótum de la unidad en serio? No me pidan tanto, chicos. La Argentina es experta en repetirse a sí misma.

 

*Director de Contenidos Digitales y Audiovisuales en Editorial Perfil.