OPINIóN

Mas Scolas, menos Diegos

¿No se parecen mucho nuestros principales dirigentes al modelo Diego, y se alejan mucho de lo que pide Scola?

Luis Scola
Luis Scola | AFP

Ya sé que las metáforas deportivas cansan, y que las comparaciones suelen ser odiosas y excluyentes, de manera innecesaria. Pero no deja de ser cierto que momentos de desintegración y tanto humo sobre el horizonte, los "ejemplos" suelen escasear, y cuando aparecen, pueden dejarnos mensajes de distinto tenor.

Luis Fabian Scola es un ejemplo que nos conmueve, y a todos. Sin embargo, en las mismas horas, y a lo mejor con mayor intensidad, el "Maradonismo" nos invadió con la misma fuerza. Lo paradójico es que sus mensajes son distintos, son diametralmente opuestos, y sus acciones también.

Scola dejó de ser un desconocido en estas horas. Aunque muchos sepamos desde hace años de él, y especialmente los seguidores del Básquet, lo cierto es muchos se enteraron de su existencia a costa de un resultado. Antes también los había conseguido, pero la diferencia era que delante de él había una fila de notables que llamaban la atención de las mayorias: "Manu", el Chapu Nocioni, Fabricio Oberto, postergaron en la visibilidad pública a Luis Scola y el protagonismo excluyente le llegó ahora.

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En la misma medida, Diego Maradona consiguió por fin que un club argentino de primera división le ofreciera la dirección técnica. En un momento muy complejo de salud, y con una notable dificultad para comunicarse. Diego es Diego, y su sola presencia desató una euforia desmesurada que vendió entradas, consiguió contratos de ropa, vendió camisetas, pero que a la hora de salir a la cancha... ofreció los mismos resultados que venía ofreciendo el equipo antes de él.

¿Qué propuso Diego, antes de empezar?

Aceptó el cargo sin que medien reflexiones, ni midió los riesgos. Convocó a Batistuta- que razonablemente dijo que no- y terminó poniendo a su lado al "Gallego" Méndez, un hombre sin demasiadas experiencias en los bancos. Y además, tomó decisiones que lo describen: prohibió el uso del color verde en los atuendos del equipo, pidió que sacaran al 13 y al  17 de la numeración de las camisetas, y llamó a un cura para que lo bendijera a él y a sus "muchachos".

Scola, en cambio…

Con casi 40 años, estaba prácticamente retirado del Básquet profesional. Sin embargo se propuso mantener la forma y trabajó en silencio, con un perfil casi bajo tierra, se construyó media cancha en un galpón de su campo en Castelli, y contrató profesionales para que lo pusieran en condiciones y entrenó. Entrenó hasta aceptarse en condiciones de afrontar los desafíos del panamericano y eventualmente el Mundial.

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Antes del mundial le concedió una entrevista a Luis Novaresio en la que explicó que los resultados, sí, son en parte consecuencia del talento. Pero reprochó nuestra manera permanente de querer ganar a través de la "picardía criolla", y explicó que no hay muchos secretos para ser los mejores: que si al talento no se lo ayuda con trabajo, con esfuerzo, con estudio de los rivales y especialmente con disciplina que nos permita igualar a los demás, con sus mismos métodos. No con trampas. No con suerte, solamente.

Después del Mundial, lo primero que dijo fue: "Estoy orgulloso de lo hicimos. Vamos a felicitar a España, primero, y después vamos a ponernos tristes por la derrota. Su DT, Hernández, fue aún más claro sobre el asunto: "No perdimos la dorada, ganamos la plateada". Y ambos subrayaron el valor que tiene haber llegado a una final de un campeonato del mundo, donde no eramos ni siquiera candidatos a pasar los cuartos de final.

Diego, después de la derrota con Racing dijo sin dudar: “Me duele el alma. El campeón argentino no fue mejor que nosotros. Sus goles no fueron claros, fueron sucios”. Y al referirse al arbitraje, eligió burlarse del DT rival, Coudet, al que lo llamó “un artista de revista, que saltaba, bailaba, se quejaba, y el árbitro le dio la razón en todas”. Diego dijo al final que “desde lo táctico todavía estamos viendo qué hacer”

Scola, Hernández, y todo el equipo nacional de Básquet ofrecieron y ofrecen una versión realista, honesta y franca de lo que significa un enfrentamiento de alta competición. Se sienten orgullosos de haber trabajado en lo táctico, en lo físico, y dejan una imagen de cercanía con la gente que hace muchos años el fútbol, los futbolistas y el negocio, han abandonado.

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Diego, por el contrario, representa esa búsqueda de resultados mágicos, esa improvisación constante, esa idea muy argentina de suponer que “habrá algo que nos salve”, sin barajar la posibilidad de que eso no ocurra, porque si eso ocurre, están los “huevos”. “Dejar la vida por una camiseta” y esas frases que brotan exclusivamente de la pasión, y que esconden en la euforia, nuestra falta de convicciones en el trabajo conjunto, en la organización y en la planificación, como punto de partida para cualquier proceso.

Si somos Scolas, no podemos ser Diegos. O al menos no en la misma intensidad.

Ya sé, estamos cansados de las metáforas deportivas para analizar la realidad. Pero… ¿No se parecen mucho nuestros principales dirigentes al modelo Diego, y se alejan mucho de lo que pide Scola?

Sí. Argentina es muy Maradona, y muy poco Scola.

Y si no modificamos esa ecuación, no habrá color que prohibamos, números que tachemos, ni curas que nos bendigan, que nos salven del trabajo serio, para poder ser un país de los que compiten, y llegan a las finales.

* Periodista.