Salió del centro de aislamiento del barrio obrero en Formosa, a paso cansino, como fastidiado por el calor formoseño y la vestimenta de ocasión (la que no usó en la trepada imprudente de la verja circundante de Casa Rosada el día del velorio –aún más imprudente– de Maradona). Mameluco, barbijo y máscara para protegerse del Covid-19, le daban a su figura alta y corpulenta, un aspecto surrealista a tono con el surrealismo de su visita por encargo.
Fue entonces, cuando un grupo de jóvenes lugareños angustiados, caminó en dirección al funcionario exigiéndole respuestas sobre la obvia crisis de Derechos Humanos que se manifestaba allí, frente a todos los ojos, pero que el Secretario Horacio Pietragalla, en su delivery de Derechos Humanos a pedido, no vio. Se dirigió a la camioneta para retirarse del lugar, no sin antes regalarle a la posteridad una frase indigna de su investidura.
Haciendo gala de su altanera mirada del mundo inferior al que rebaja a quienes no formamos parte de su elevado proyecto nacional y popular, esquivó la respuesta esperada por los preocupados jóvenes formoseños, pero contratacó con una pregunta socarrona, canchera, irrespetuosa, superficial y dolorosa: “¿Te pensás que estoy disfrazado para el carnaval? Punto. Se cierra el telón de la farsa en forma de visita oficial. No hay aplausos.
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Desde el instante en que lo supe, no pensé en el carnaval de la fiesta popular, en la explosión de alegría y desahogo en que las clases populares igualan en las calles a los tocados por la fortuna y donde se emparejan por unos días las ilusiones.
No, me vino a la memoria la ancestral mirada diabólica sobre el carnaval, cuyo Rey Momo es el soberano del engaño y en las bacanales satánicas de Canaán, con brutales holocaustos humanos y animales, ejercían fanatismo idolátrico a satanás que, en aquellas comarcas y sus Culturas, era referido por uno de sus tantos nombres ocultos entre las sombras: Baal.
La descripción de la carne lacerada en esos encuentros cananeos se resumía en el concepto “entregarle carne a Baal”. Carnaval entonces, era para esos pueblos paganos el engaño de Momo y el sacrificio a Baal.
El Engaño escenificado por un aparato Estatal puesto al servicio de señores feudales como Insfrán, sospechado socio de Boudou, Cristóbal López y Lázaro Báez.
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El sacrificio doloroso representado en la angustia de miles de formoseños atrapados en la farsa de los Derechos Humanos y la protección sanitaria de un Estado que ya no es ni ausente. Es insensible, agobiador, productor de personas que intentan ser reducidas a la súplica y sordo a todas las razones.
Cuando no era Presidente y le creímos que había dejado de ser amigo de su amiga, el Dr. Alberto Fernández escribió el 16 de febrero de 2015: “La misma tragedia que Cristina sólo podrá negar hasta que el silencio la aturda”, en referencia al Magnicidio del Fiscal Nisman.
Con esa misma determinación Democrática, podemos enrostrarle hoy al Presidente Alberto Fernández, que la tragedia de Nisman que enloda a Cristina, hoy lo mira en los ojos de los miles de formoseños que le reclaman, heroicos. Lo interpela en la firmeza de las Concejalas Neme y Ruiz Díaz. Lo exige como Primer Magistrado en la determinada actitud de muchos argentinos preocupados por el cercenamiento de Derechos Ciudadanos y que se manifestaron en las más de quinientas firmas de Dirigentes Políticos y Sociales, Artistas e Intelectuales que, en defensa de la Democracia y los Derechos Humanos, no aceptamos, igual que tantos millones, este inaudito silencio presidencial que nos aturde.
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Carne a Baal, el carnaval pagano que debemos evitar con todos los medios y herramientas de la Democracia, que se instale a sus anchas en la Formosa obscena de Insfrán y que el Secretario Pietragalla trajo a mi memoria.
Detenerlos ya, como ha exigido Amnistía Internacional en soledad, sin el acompañamiento habitual de otros organismos de Derechos Humanos que en esta ocasión suman su atronador silencio.
* Patricia Pérez Directora ILAPyC. Instituto Latinoamericano Paz y Ciudadanía.