“Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje." Arenga del General José de San Martín previa a la batalla.
La batalla de Chacabuco concluyó con la victoria patriota. El derrotado jefe realista y hasta entonces Gobernador de Chile Marcó del Pont huía con el poco resto de su ejército perseguidos por los bravos jinetes del Escuadrón de Granaderos a Caballo comandados por Aldao.
El testamento del General San Martín
Nuestro Libertador, satisfecho y orgulloso por la actuación de sus hombres, olvidaba por un instante todas las dificultades de los últimos meses y se dispuso a escribir al Director Supremo en Buenos Aires el parte de guerra de la acción en el mismo campo de batalla:
Excelentísimo Señor: Una división de mil ochocientos hombres del ejército de Chile acaba de ser destrozada en los llanos de Chacabuco por el ejército de mi mando en la tarde de hoy. Seiscientos prisioneros entre ellos treinta oficiales, cuatrocientos cincuenta muertos y una bandera que tengo el honor de dirigir es el resultado de esta jornada feliz con más de mil fusiles y dos cañones. La premura del tiempo no me permite extenderme en detalles, que remitiré lo más breve que me sea posible: en el entretanto, debo decir a V. E., que no hay expresiones como ponderar la bravura de estas tropas: nuestra pérdida no alcanza a cien hombres. Estoy sumamente reconocido a la brillante conducta, valor y conocimientos de los señores brigadieres don Miguel Soler y don Bernardo O’Higgins. Dios guarde a V. E. muchos años. Cuartel general de Chacabuco en el campo de batalla, y febrero 12 de 1817.
Textuales palabras del Gran Capitán, parco y medido, sin triunfalismos ni demagogias. Estas líneas transmiten la serenidad de un hombre que, aún exultante de adrenalina mantiene la compostura y la coherencia que primaron en todos los actos públicos y privados en toda su vida.
Fueron 12 muertos y 120 heridos, los hombres que cayeron con las armas en la mano.
En tanto en las fuerzas realistas se contabilizaron unos 500 muertos y fueron prisioneros una treintena de oficiales y 600 soldados. Se capturaron además mil fusiles, dos piezas de artillería, seis espadas, dieciséis cajones con municiones, dos barriles de pólvora, cuatro fardos de vestuarios y tres decenas de equipajes y correspondencia.
La “urgencia” para que la noticia del triunfo de las armas se conociera en las Provincias Unidas motivó la falta de tiempo que San Martín señalaba en su parte a Pueyrredón. Sin embargo, el Director Supremo recibió una comunicación del Gobernador de Cuyo Toribio de Luzuriaga el día 24 (dos días antes de que arribara Manuel de Escalada con el Parte de Guerra y una bandera tomada al enemigo) contándole pormenores de la batalla, narrados por el cuñado del General.
Hace 200 años, el General San Martín llegaba a Lima, la Ciudad de los Reyes
El día 25 Pueyrredón escribía al Gran Capitán contándole cómo el pueblo recibió la noticia:
“¡Gloria al restaurador de Chile! Sí, mi amigo querido, la fortuna ha favorecido los heroicos esfuerzos de usted y la América nunca olvidará la valiente empresa de usted sobre Chile, venciendo a la naturaleza en sus mayores dificultades. Usted venció y yo me glorío con usted y lo abrazo con toda ternura de mi alma reconocida a sus servicios. Ayer ha sido un día de locura para este gran pueblo. No tengo tiempo para expresar a usted los términos con que se ha explicado el sentimiento de regocijo público por la victoria de Chacabuco, cuya noticia llegó a las nueve de la mañana por pliego despachado con Luzuriaga. Eran las once de la noche y aún se oía un ruido sordo de vivas en toda la ciudad. La fortaleza y seis buques de nuestra marina hicieron salva triple. Escalada que conduce los pliegos no ha llegado y me tiene su demora impaciente porque quiero imponerme de algunos pormenores de la acción. Lo que sé por Luzuriaga es que usted con dos escuadrones de granaderos tuvo que meterse entre las líneas enemigas. De esto infiero, o que la cosa estuvo apurada, o que no tuvo usted jefe de caballería de confianza, porque en todo otro caso yo acusaría a usted del riesgo en que se puso. Dígame usted con la franqueza que debe lo que hubo en esto; mientras yo quedo en el más grave cuidado con la noticia que también me da Luzuriaga, de que en resultas de la fatiga personal que usted tomó en la acción quedaba muy afligido de su pecho. Por Dios, cuídese usted, porque su vida y su salud interesan extraordinariamente al país y a sus amigos”.
La preocupación del Director Supremo estaba motivada por las noticias que recibió sobre que el Libertador había combatido al frente de sus granaderos (como lo hizo en San Lorenzo) para definir la acción cuando los batallones de O’Higgins se encontraban en peligro. Fiel a su costumbre, San Martín no hizo mención alguna en los documentos oficiales, sin embargo, sus hombres dieron sobrados testimonios de la participación valiente del honorable comandante del Ejército de los Andes.
El Hombre había dado el segundo paso en su Misión Libertadora. El primero (gigante) fue cruzar las moles que tanto le preocupaban como le confesaba a su gran aliado político Juan Martín de Pueyrredón el 8 de febrero:
“El tránsito sólo de esta sierra ha sido un triunfo. Dígnese VE figurarse la mole de un Ejército moviéndose con un embarazoso bagaje de subsistencia para casi un mes... Por un camino de cien leguas, cruzado por eminencias escarpadas, desfiladeros, travesías, profundas angosturas, cortado por cuatro cordilleras”.
En el camino habían quedado 300 valientes que murieron en las altas cumbres víctimas del frío y/o despeñados. Lamentablemente, sus nombres no pueden ser recordados, ningún documento los menciona excepto por esa cantidad de 3 centenares que suponemos estimada.
Luego de la victoria y la persecución a Marcó del Pont, que culminara con su captura, llegó el momento de la entrada triunfal a la capital chilena: Santiago, y a su vez el tiempo de la organización del Estado chileno y también del cumplimiento burocrático de rendir cuentas y oficios a la superioridad. Gracias a estas rendiciones pude armar la historia de “Los héroes olvidados de la Cuesta de Chacabuco” y rescatar a estos héroes anónimos en un libro editado por la Universidad de San Juan en 2015.
Un documento rubricado por San Martín el 22.Feb.1817: “Estado de los muertos y heridos en la acción de Chacabuco del 12 de febrero de 1817” guarda similitud con el cálculo en el Parte de Guerra que declaraba: “nuestra pérdida no alcanza a cien hombres”. Aquí debemos detenernos en que se consideraban “pérdidas” o “bajas” obviamente a los caídos, pero también a los heridos y a los prisioneros (en Chacabuco no los hubo).
Se totalizan 110 bajas discriminadas por fuerza, grado (oficiales, sargentos, cabos y soldados), muertos y heridos. Los oficiales figuran con nombre y apellido; en tanto la tropa sólo es cuantificada. Estas bajas crecieron por el fallecimiento de heridos que se asentaron en otras listas que permitieron sacarlos del anonimato.
Honor y gloria a: los capitanes Juan de Dios González y Manuel Hidalgo (porteño), los sargentos Vicente Frías, sanjuanino y Rudecindo Espeche, catamarqueño; cabo Tomás Díaz, tucumano; soldados Cecilio Gómez, José María Rodríguez y Andrés Lanza de San Juan; soldados del Batallón 8 (“mis pobres negros”, diría el General): José Agustín, Francisco Agüero, Antonio Gamas, Jacinto Chagaray, Pablo González de nación Congo y Guinea; al hijo de esclavos Timoteo Páez de San Luis, los mendocinos Ramón García, Ramón Palma, los chilenos Bernardino Peña, José María Enríquez y Pedro Juan Vargas y a Diego Sagastume, José Samuyaga y Juan Castro de Buenos Aires.
Sirvan estas humildes palabras de homenaje a esos hombres de coraje que dejaron su vida por la libertad de América.