—En su último libro, “Parece cuento que la Argentina aún existe. La crisis del neoliberalismo en el espejo del mundo y de la historia”, usted desmitifica la versión que dice que la Argentina en una época, a principios del siglo XX, fue un país muy rico, y menciona que Roberto Cortés Conde, un mentor de la escuela conservadora, que levanta esa idea dijo también frente a las sucesivas crisis económicas argentinas, que el país debía delegar el manejo de su economía a un organismo internacional. Afirmaba que el país había sido una potencia económica a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y luego entró en una larga decadencia, ¿cuál es su visión de la decadencia argentina y por qué surge ese mito?
—Esa idea de Roberto Cortés Conde surge de un ensayo que publicaron Roger Dornbusch y Roberto Caballero, dos economistas, uno alemán y el otro chileno, que decían que la Argentina debía ceder todo el manejo de su política económica a un organismo extranjero. Se pensaba que podía ser el FMI. Frente a esa idea, publiqué un artículo en ese momento en Clarín, diciendo que había algunos que querían hacer del país una colonia y ahora, con las ideas de Javier Milei, se está repitiendo la misma historia. Los que proponen la dolarización están planteando, sobre todo, ceder el control de la política monetaria, de la política económica, a un organismo externo. En su interpretación, el crecimiento económico argentino, que se dio a fines del siglo XIX, principios del siglo XX, se corta en los años 40 con la llegada del peronismo al poder y empieza así un período de decadencia. Yo critico esta idea basada en las cifras de un economista americano, Angus Maddison, que señala que entre 1890 y 1914, Argentina tuvo altas tasas de crecimiento, y que esas tasas no volvieron a repetirse después. En realidad, está ignorando que en esos años, entre 1870 y 1914, hubo tres o cuatro grandes crisis económicas que se debieron al endeudamiento externo ya en esa época. O sea que Argentina crecía, pero sobre la base del endeudamiento externo, y eso producía una crisis cuando los grandes países acreedores dejaban de invertir aquí, porque querían hacerlo en sus propios países o en otros lados, donde les rendía mucho más. Esto originaba entonces, un problema en la balanza de pagos que ya venía desde principios del siglo XIX con el empréstito Baring de 1824, y luego con numerosos préstamos que recibió de los años 50 a los 80, y estallan en 1890, con una crisis formidable que hace que el país entre prácticamente en el default. Es el primer default que tiene la Argentina, y esa situación sólo se resuelve con un arreglo que hace el ministro de Economía, Juan José Romero, en la presidencia de Roque Sáenz Peña, estableciendo pautas de pago de la deuda razonables, que hasta ese entonces, no existían. Pero incluso en esa época de mayor crecimiento había también serios problemas económicos. Argentina dependía de su comercio exterior exclusivamente y sólo podía obtener divisas por su intermedio. Necesitaba esas divisas para importar, porque no había industrias y era necesario importar todo lo que se pudiera del exterior. Ese es el primer problema que tiene la Argentina y que se va a reproducir luego en épocas posteriores.
“La dolarización plantea ceder el control de la política monetaria a una potencia extranjera”
—Lo que usted está diciendo es que se parte de un error histórico, cuando se plantea que Argentina no sólo llegó a ser la séptima economía del planeta y luego entró en decadencia, sino que incluso se afirma que a principios del siglo XX estuvo entre las primeras.
—Sí, pero las estadísticas en la que se basan son falsas, las fabricó Angus Maddison, un economista británico de la OCDE sin ningún rigor, porque Argentina recién empezó a calcular su producto bruto en los años 40 del siglo XX, antes eran todas suposiciones. Y además en su libro The World Economy, donde se publican esas cifras para el período de 1880-1914, Maddison confiesa que se apoya en el presunto crecimiento de los años anteriores sobre los que no existe la más mínima estadística. Afirma que la Argentina de los 60 a los 80, había crecido un 10% y aplica el mismo porcentaje a los años 80 y 90. No menciona que en el 90 hubo una crisis de endeudamiento formidable en el país, que obligó a hacer arduas negociaciones con Gran Bretaña. Estas dirigidas por el Barón de Rothschild, en Londres y Carlos Pellegrini en Buenos Aires, comprometían como garantía los recursos de la aduana, que eran los únicos impuestos que tenía la Argentina en ese entonces para pagar su deuda. Finalmente se desechó esta salida y se optó por el mencionado arreglo Romero.
—Usted citó también el informe de Bialet-Massé sobre el estado de la clase trabajadora y la pobreza en el interior del país que se publica justo en el año 1904, muy cerca del Centenario, para proyectar una Ley Nacional del Trabajo, que nunca se sancionó. ¿Podría compartir de manera sintética qué reflejaba ese informe?
—El informe de Bialet-Massé, un médico y abogado de origen catalán, que escribió a pedido del presidente Julio A. Roca es muy duro con respecto a la explotación de los trabajadores argentinos, sobre todo, en el campo, en esos primeros años del siglo. A pesar de que se decía que la Argentina era un país sumamente rico en ese momento, los trabajadores eran sumamente pobres, tenían una vida casi esclava y dependían completamente del patrón que los contrataba. Eso era lo que pasaba. Y en 1940 el diputado Alfredo Palacios publica un libro que se llama “El dolor argentino”, que es el resultado de un recorrido por las mismas provincias que había visitado Bialet-Massé, y llega a las mismas conclusiones cuarenta años después.
—También habla de la deuda externa que había en 1890, principalmente con Inglaterra, que se resolvió con el arreglo Romero, ¿cómo era la relación comercial entre Inglaterra y la Argentina?
—La relación de Argentina con Gran Bretaña era fundamental para nuestro país, sobre todo para los estancieros de la Pampa Húmeda, que eran los dueños de la tierra y tenían en aquella época un comercio privilegiado con los británicos que iba a perdurar hasta los años 30. El comercio exterior argentino se dirigía hacia el Reino Unido y volvía de él en una relación casi simbiótica. La Argentina no tuvo después otro partenaire como Gran Bretaña, con un mercado abierto para los productos argentinos y la recíproca para los bienes e inversiones británica (ferrocarriles, frigoríficos, textiles, manufacturas de todo tipo). Cuando Estados Unidos tomó la posta como principal partenaire comercial y financiero a principios de siglo XX, la situación fue muy distinta, porque no le interesaban nuestros productos e incluso ponían trabas para la compra de los mismos. En varias oportunidades puso aranceles que impedían su entrada al mercado norteamericano. Su economía no era ni es complementaria, sino competitiva con la nuestra. Esa es la diferencia con respecto a Gran Bretaña que asimilaba los productos argentinos, aunque luego imponía condiciones financieras y económicas que debíamos cumplir.
“Argentina empieza a calcular su PIB en los años 40 del siglo XX, antes eran todas suposiciones”
—¿Usted considera que la época de industrialización de la Argentina, que va entre 1945 y 1975 fue la era de oro de la economía argentina?
—Yo digo que fue el mejor período que tuvo la Argentina, si vemos los índices de crecimiento y los índices de inflación para todo ese período. Entre 1945 y 1975, la Argentina creció a tasas que hoy podemos considerar importantes, salvo la crisis de1949-52, pero no se endeudó y luego de un pico inflacionario, al fin del primer peronismo, las tasas de inflación fueron de las más bajas de la historia argentina del período, 1953 (5,4%), 1954 (4,4%), 1955 (hasta septiembre –golpe de Estado contra Perón; 4,8,%. No evidentemente como las de los países desarrollados, pero sí mucho menores que las que tenemos hoy. La industrialización comienza antes, en los años 30, por los obstáculos internacionales externos, acuerdos proteccionistas y luego la guerra que impidieron a la Argentina seguir importando productos. La industrialización por sustitución de importaciones comenzó antes de la llegada de Perón, pero éste le dio un nuevo impulso.
—Hasta 1970 Brasil no tenía industria y Argentina sí, tenía sindicatos, y Estado de bienestar, ¿puede haber alguna coincidencia entre esta fecha, donde comienza la decadencia argentina, digamos, desde 1974, el último año razonablemente positivo?
—Brasil sí tuvo un desarrollo industrial simultáneo al de la Argentina, desde los años 30, con la gran ventaja de un mercado interno mucho mayor y un empresariado más pujante. De modo que Brasil y Argentina crecieron más o menos simultáneamente, desde el punto de vista industrial, pero desde los años 70 Brasil superó netamente a la Argentina o ésta retrocedió por la distinta naturaleza de sus dictaduras militares, nacionalista e industrialista en Brasil y liberal y globalista en la Argentina. Hoy la industria brasilera es muy superior a la Argentina. El Estado brasilero jugó un rol esencial en este proceso.
“Se decía que la Argentina era un país sumamente rico, los trabajadores eran sumamente pobres”
—Pero no había Estado de bienestar ni sindicatos en Brasil en los comienzos de la industrialización. Me refiero a la existencia de sindicatos industriales fuertes que Brasil no tenía.
—Tampoco los había en la Argentina hasta la llegada de Perón.
—Déjeme perfeccionar mi pregunta: Argentina, tenía un tipo de Estado de bienestar, donde los sindicatos contribuían obviamente al desarrollo industrial, con una distribución de la renta distinta, pero Brasil no tenía ese tipo de Estado.
—No tenía Estado de bienestar pero sin embargo, las políticas de Vargas y otros gobiernos posteriores, fueron políticas también desarrollistas y en política exterior, políticas más independientes que la Argentina. O sea que fue un crecimiento similar en la Argentina y en Brasil. Si bien en Brasil los sindicatos tenían menos poder, de todas maneras había fuerzas populares que llevaron a Vargas a realizar políticas sociales y políticas de mayor desarrollo económico, por ejemplo en la siderurgia, eso es lo que iguala al peronismo con el varguismo en ese período. Recordemos que en Brasil, el Partido Comunista Brasilero, que estaba dirigido por Luís Carlos Prestes, un militar que había realizado una marcha importante de izquierda dentro de Brasil, para tratar de cambiar el modelo de desarrollo y la situación política de Brasil, terminó apoyando Vargas. O sea que la izquierda brasileña terminó apoyando a Vargas, hecho que no ocurrió exactamente así en la Argentina con respecto a Perón. De modo que esa fue la situación en los dos países.
—¿China afectó a la Argentina en algún sentido? A Brasil obviamente no, porque a partir de los 70 estuvo el milagro económico brasileño. ¿Hay alguna relación entre la emergencia de China y la decadencia argentina?
—El milagro económico brasileño se produjo porque los brasileños ampliaron sus relaciones internacionales, superando las doctrinas de seguridad nacional antes que la Argentina, y si bien hubo una fuerte represión en determinados momentos, sobre todo cuando tomó el poder el general Garrastazú Médici, los gobiernos brasileños fueron más nacionalistas y desarrollistas en todo ese período de los 70 en adelante, cosa que no ocurrió en la Argentina, donde el gobierno de la dictadura militar tuvo una actitud absolutamente contraria al desarrollo industrial y liberalizó todos los sectores de la economía. Eso hizo que la Argentina, que tenía únicamente las exportaciones agropecuaria para defenderse, ya no pudo hacerlo a través de eso, más en un período en lo que en el mundo se producían cambios importantes. No olvidemos que en 1971 se produce la huida del dólar en su relación con el oro, con Nixon, y eso hace que la posición argentina sea mucho más frágil en el mundo. Para entender lo que pasa en Argentina, hay que entender lo que pasa en el mundo. En el caso del peronismo, la Argentina tuvo el choque del Plan Marshall que Estados Unidos hizo para respaldar a los países europeos económicamente, creando también medidas proteccionistas contra los productos argentinos, esto produjo serios daños a la economía argentina. En los años 70 el problema de la Argentina fue que sobre la base de políticas neoliberales se financia rizó la economía y se destruyeron sus bases productivas.
—¿Hay alguna relación entre la resolución de la deuda de fines del siglo XIX, con la resolución de la deuda con el pago del Fondo Monetario Internacional, que resolvió Lavagna durante el gobierno de Néstor Kirchner?
—Sí. Creo que existen ciertas características similares si incluimos los canjes de la deuda. La resolución de pago al Fondo fue completamente acertada, porque permitió frenar el dominio que tenía el FMI sobre la Argentina hasta el nuevo endeudamiento de Macri en el 2018. Después de las políticas neoliberales de Martínez de Hoz, el FMI tenía esa posibilidad de manejar la economía argentina, de modo que frenando las políticas del Fondo, a través del pago de la deuda que quedaba, complementaria de los canjes de la deuda, implicaba desprenderse del FMI y no tenerlo como auditor de la política económica argentina.
—Estados Unidos toma la hegemonía del planeta después de la Segunda Guerra Mundial. Antes de eso a partir de los años 20 comienzan las relaciones triangulares entre la Argentina, Estados Unidos e Inglaterra, que usted bien describe en su libro, y en los 40 comienza el primer gobierno de Perón, ¿cómo empieza a influir Estados Unidos y qué sucede en la relación de Estados Unidos con Argentina?
—Estados Unidos penetró fuertemente en la economía argentina, a principios de los años 20, con grandes inversiones, sobre todo manufactureras, en distintos sectores de nuestra economía. Y por esa época los norteamericanos comenzaron a comprar los frigoríficos ingleses, y a traer todo tipo de industrias a nuestro país. En los años 40, Estados Unidos, aprovechando la Segunda Guerra Mundial, presionó a los países latinoamericanos para que mejoraran sus relaciones políticas y económicas con EE.UU., pero la Argentina mantuvo una posición de neutralidad en la guerra. Esa posición causó muchos problemas. Estados Unidos no estaba conforme con eso, deseaba que todos los países latinoamericanos se unieran a la gran alianza contra el Eje y atacó a los gobiernos argentinos de aquella época, que eran gobiernos conservadores, no era Perón, que vino después. Y tuvo una fuerte disputa con esos gobiernos, con los presidentes Ortiz y Castillo, hasta que se produjo el golpe del 43, cuando entraron los militares al gobierno y Perón comenzó su carrera política. Lo que éste hizo para mejorar la situación de los sectores obreros no fue la causa principal de la disputa con Estados Unidos. Esa disputa fue con la oposición, con Estados Unidos surgió a partir de la política de neutralidad en la guerra. Entonces, el gobierno de Washington, Estados Unidos manda un embajador, que es Spruille Braden, a la Argentina, para tratar de solucionar este problema y confronta con el gobierno argentino para que abandone su posición de neutralidad. El gobierno argentino termina obedeciendo ante la presión y abandona la neutralidad, pero eso no conforma a los norteamericanos. Por otra parte, la política es muy compleja, en Estados Unidos había diversos sectores que pujaban por tener una mejor relación con la Argentina. Braden, estaba en contra de mejorar la relación, contra otros que estaban a favor. La Argentina entra a las Naciones Unidas en la Conferencia de San Francisco, gracias a que se había llegado a un acuerdo con los sectores norteamericanos que estaban a favor de hacer entrar a la Argentina en un sistema panamericano, porque eso le convenía, pero Braden pertenecía a otro sector, e hizo todo lo posible por tratar de boicotear la relación con la Argentina.
—¿Encuentra allí una comparación de los momentos de fuerte endeudamiento y una economía financiarizada entre ese momento de Martínez de Hoz, los 90 de Cavallo, y no sé si podríamos colocar a Macri, en la presidencia anterior?
—Hay una continuidad entre Martínez de Hoz, Menem y Macri, que es la que termina por causar la crisis de 2001, y hace que la Argentina, a pesar de haber podido recuperarse en algunos años, vuelva de vuelta a caer en crisis. Las crisis económicas se deben, sobre todo, al manejo de la economía por parte de los sectores más liberales, que son liberales de palabra, porque en los hechos, siempre pujan por tener un sistema de convertibilidad que les permita beneficiarse con una relación fija del tipo de cambio, y cuando ya no les conviene más, sacan a los sectores dirigentes dominantes. La política de los años 90 no fue una casualidad, ya había experiencias anteriores al problema que genera la convertibilidad, a los problemas que genera la inflación. Cuando Martínez de Hoz llegó al poder en el 76, lo que prometió sobre todo, es que iba a eliminar la inflación de la Argentina, y no se eliminó en absoluto, se mantuvo.
“Brasil y Argentina crecieron más o menos simultáneamente, desde el punto de vista industrial”
—¿Encuentra que hoy, después de las PASO hay una reminiscencia de lo que usted está marcando, que finalmente se discuten dos modelos de país, uno de justicia social, de distribución de la riqueza, que podríamos decir que representa el panperonismo y otro de austeridad y ajuste para tener un país “normal”, que podría representar una parte de Juntos por el Cambio, y Javier Milei? ¿Hay una repetición en la disyuntiva del camino de la Argentina entre estas dos miradas de cuál es la solución para el país?
—No hay una opción entre ajuste y desarrollo. Lo que tiene que ser prioritario es el desarrollo económico y sobre todo, con cierta equidad. Todas las épocas de ajuste nos traen crisis, y así se dio en 1976, 1980, 1990, en el 2001, políticas de ajuste que llevaron a la crisis. En 2001, la crisis fue deflacionaria, porque el peso argentino estaba atado al dólar y la actual es una crisis distinta, es de inflación porque no hay fuerzas que estén tratando de frenarla, en una verdadera inflación de ganancias. Creo que las épocas de inflación dan épocas de crecimiento, por supuesto, no con una inflación tan alta. Pero si hay inflación tenemos que tratar de cortar la inflación directamente, mover las fuerzas productivas que permitan ampliar el mercado interno. El pasado lo demuestra, en cada momento que se produjeron medidas de ajuste y de reequilibrar el mercado de cambio se terminó en crisis.
“Gran Bretaña asimilaba los productos argentinos, pero imponía condiciones económicas”
—¿Cómo imagina, en función de la experiencia histórica, un gobierno de Javier Milei, si es que llega a la presidencia?
—Las ideas de Milei son ideas del pasado, son las que predominaron en el 76, las ideas que predominan en los 90, no es ninguna idea nueva, son ideas que van contra la historia. Considera que la historia económica no puede dar ninguna enseñanza para el futuro, era la idea de Von Mises, quien en 1912 consideraba que las nuevas políticas económicas tenían que ser desarrolladas a partir de lo que se llamaba la praxiología, que en realidad era una fraseología, que tendía a creer que los mismos individuos a través de sus intereses subjetivos, podían determinar los precios de los productos, eso es algo que nunca se puso en práctica en la economía real, pertenece a la microeconomía, que estudia teóricamente a los individuos no a la macroeconomía que estudia los agregados económicos sobre los que se basa el funcionamiento de la sociedad. Todas esas ideas no son nuevas, sino que ya tienen sus ejemplos de uso. En Estados Unidos los desarrolló una novelista, Ayn Rand, quien consideraba que el hombre tiene que desarrollarse por sí mismo, no importa nada de lo que pase a su lado, ni ser solidario con nadie, y el egoísmo es la única base de desarrollo de la sociedad. Ayn Rand creó una escuela en Estados Unidos y uno de sus discípulos fue Alan Greenspan, el expresidente de la Reserva Federal desarrolló estas ideas en Estados Unidos, de modo que hay un largo desarrollo de estas ideas que vienen de Freedman, Greenspan y otros economistas norteamericanos. Uno que cita mucho Milei, es Gary Becker, un economista que plantea un aumento de la discriminación racial en la economía, porque dice que un inmigrante que entre a Estados Unidos, va a aceptar condiciones laborales más precarias que un norteamericano y que eso hace que las empresas bajen los salarios, algo que en definitiva, repercute que los hombres y las mujeres no tienen la misma capacidad de trabajo, las mujeres son inferiores, es otra consecuencia de las teorías de Gary Becker. Por supuesto, todas esas ideas ya existen desde el pasado y hay que comprenderlas en el contexto argentino.
“La izquierda brasileña apoyó a Vargas, hecho que no ocurrió en la Argentina con Perón”
—En la dimensión histórica de todo lo que usted contaba de los problemas de deuda que tuvo la Argentina en otro momento, por ejemplo, con Inglaterra, ¿cómo ve hoy la relación con el FMI y la deuda de la Argentina con ese organismo?
—Es una relación muy difícil, porque el Fondo, como vimos, puede auditar todas las políticas nuestras y obligarnos a hacer, por ejemplo, como pretendía, una devaluación que va a traer consecuencias desastrosas para la Argentina. El Fondo está trabajando para las ideas de algunos candidatos, y en contra de otros, es muy clara la política del Fondo en ese sentido, obliga a la Argentina a realizar políticas de ajuste, que van más allá de nuestras posibilidades, creo que es muy simple el tema para entenderlo. Estamos sujetos al manejo de una institución externa que es lo que querían en su momento Cortés Conde, Dornbusch y Caballero, quienes plantean que debe ser un organismo internacional que tiene que manejar nuestra economía, es el Fondo Monetario Internacional. Siempre estar sujetos al manejo de nuestra economía y nuestra política por parte de organismos externos, creo que ese es el problema de la Argentina, y una mentalidad colonial que nos viene de la época de la colonia, desde que éramos súbditos de Su Majestad Británica. La creación del Banco Central en los años 30, en el que Raúl Prebisch jugó un rol esencial tendía a restituir a la Argentina el manejo de su política monetaria y económica que había sido afectada por el Pacto Roca-Runciman firmado con los ingleses, sigue existiendo, pero hoy se disfraza una modernización que en realidad, no lo es, todas. Esas teorías que parecen ultramodernas, no son más que viejas ideas que se impusieron en varios países del mundo sin éxito. Hoy hay, por supuesto, un avance de las derechas en el mundo y esas derechas entienden que los Estados de bienestar, manejados por la socialdemocracia no terminaron de cumplir sus funciones.
—¿Es optimista respecto del futuro de la Argentina, independientemente del corto plazo de quien sea candidato? Dice que para entender el futuro o la historia de la Argentina, hay que entender lo que pasa en el mundo, ¿qué cree que es lo que está pasando hoy respecto de un regreso a la regionalización, la importancia de los minerales en el cambio tecnológico energético, y otras similares le generan una oportunidad a la Argentina que no tuvo en los últimos cincuenta años?
—Yo creo que es una nueva oportunidad. Pero el problema de Argentina, no es el de las castas política y el del rol del Estado. El problema de la Argentina, son los poderes que dominan el país económicamente, las grandes corporaciones y los sectores políticos que están vinculados a ellas corporativamente. Los precios no los determinan los políticos, los determinan las empresas, esto está claro. Se hace lo que se puede por tratar de bajar la inflación, pero eso es muy difícil en esta situación, es cierto que el gobierno actual no tomó medidas adecuadas, cuando asumió el poder y dejó pasar la oportunidad de cambiar las cosas. Revisar el pasado es fundamental para entender esta situación, y el pasado nos indica que en todos los casos estas políticas derivan en crisis muy profundas. Los sectores políticos internos de los gobiernos populares recibieron el castigo de golpes de Estado, el gobierno de Yrigoyen, como el gobierno de Perón, como el gobierno de Frondizi, de Illia, no nos olvidemos. Y ahora los golpes de Estado son del mercado, ya le pasó a Alfonsín en su momento, y le puede pasar a cualquier gobierno democrático. Actualmente es lo mismo, es decir, estamos gobernados por las políticas de los sectores que dominan económicamente la economía argentina. Hay que mirar en profundidad ese proceso del pasado y creo que es necesario repetir cosas que ya dijimos muchas veces.
—Le preguntaba si la guerra comercial entre China y Estados Unidos, el crecimiento de China, hasta convertirse en una potencia que disputa la hegemonía de Estados Unidos, beneficia las posibilidades de la Argentina en un futuro.
—Por supuesto que China, es un factor internacional militar que ha crecido en los últimos tiempos, de forma tal que en el 2030, su producto bruto interno va a superar al producto de Estados Unidos. Las relaciones de China con los Estados Unidos son muy difíciles, porque hay una competencia geopolítica, económica y tecnológica. La Argentina tiene que estar abierta a todas las posibilidades comerciales posibles, porque con Estados Unidos ya sabemos cómo nos fue. En comercio exterior siempre hemos tenido problemas. Con China, puede ser algo mejor porque necesitan nuestros productos agropecuarios, pero compiten con nuestra manufactura. Pueden realizar interesantes inversiones de infraestructura y podemos utilizar el yen en las transacciones monetarias internacionales. Hay que tener claro que la Argentina tiene que tener siempre dos o tres ventanas al exterior, no una sola. El hecho de tener una sola ventana con Estados Unidos, nos produce dificultades, como lo era antes, cuando teníamos una única ventana con Gran Bretaña. Creo que la Argentina tiene una economía que puede dirigirse hacia distintos países del mundo, Por eso la oportunidad de los Brics es única y no se la puede dejar pasar. Y por supuesto, una sólida relación con Brasil, porque Brasil tiene una economía y una clase dirigente, a pesar del accidente de Bolsonaro, que mira siempre el desarrollo y al futuro, y en la Argentina nos falta esa clase dirigente.
—Déjeme hacerle un corolario final, su primera novela fue “Nunca es tarde para morir, Mr. Braden”, que si bien es una ficción basada en la biografía del embajador norteamericano de la época del primer peronismo, es también histórica y política y, en una entrevista que usted dio para la Universidad Nacional de Entre Ríos, dijo que lo ayudó mucho la poesía, publicó varios libros de poesía y tuvo un acercamiento al grupo Pan Duro del poeta Juan Gelman, ¿qué representan para usted la literatura y la poesía para comprender mejor la economía?
—La poesía fue fundamental en mi vida y empecé escribiendo poesía, después eso lo acentué en años posteriores con mi viaje a Francia, que me permitió vincularme con varios escritores franceses. La poesía es un canto a la vida, sea cual fuera su contenido, y es además, una forma de enriquecer el lenguaje, enriquecer nuestros conocimientos, y pienso que para escribir bien es necesario escribir poesía. Me parece muy importante, ambas cosas están absolutamente relacionadas. Sé que no es en la mayoría de los casos, pero se dio esa sensibilidad de acercarme al mundo poético que es la faz oculta del mundo real, y le acerco un ejemplo publicado como un prefacio de mi libro que combina los números con la poesía.
En la mira
Me estoy por ir
mas al final me quedo
en la esfera redonda
de un entero
es el mismo momento
en el que accedo
al caótico mundo
de los ceros.
Son los números nulos
de la vida
desde la alta colina
en la cual miro
el ancho tajo
de una bestia herida
después de habérseme escapado un tiro.
No es un fusil
más bien una palabra
que salta por encima
de las comas
de donde parte mi sabiduría.
Más feroz que cualquier abracadabra
con más desparpajo que una broma
se trata en realidad de la ironía.
Contra la historia
Por Mario Rapoport
Las ideas de los libertarios fueron expuestas a principios del siglo XX por varios economistas, algunos de ellos nobelizados por el Banco de Suecia. Su objetivo principal era combatir el colectivismo, el marxismo y todas sus variantes. Sus teorías se abstraían de la historia, cuando no la rechazaban. Sus análisis, basados en la teoría subjetiva del valor, critican el método matemático y la observación de datos para el estudio de la economía. Dicen que estos no son válidos para entender o predecir el comportamiento humano.
No se puede aprender nada de la historia. Sólo podemos basarnos en hipótesis deductivas que consideran lo que el ser humano persigue para alcanzar sus fines económicos. Todo estudio de la economía a través de datos empíricos, como el de hechos pasados, afirman estos economistas, no sirve para deducir una pauta del comportamiento futuro de los individuos.
La historia sería, entonces, una mancha o un borrón que no nos permite, ni calcando, dibujar nada. Por consiguiente, en la Argentina no podemos procesar o interpretar lo que pasó para tratar de entender la crisis actual.
No obstante, como historiador económico voy a intentarlo, presentando los datos y sacando algunas conclusiones a partir de ellos. En el pasado reciente tuvimos dos hiperinflaciones con un crecimiento de precios de cerca del 50 % mensual, la primera en 1989 (3.079,5% en el año) la segunda en 1990 (2.314,0%), precedidas por varias de tres dígitos anuales (444,0%) en 1976, (343,8%) en 1983, (626,7%) en 1984, (672,2%) en 1985 y (343,0%) en 1988. Actualmente en el 2023 es de 80,2% y la variación interanual entre agosto de 2022 y agosto de 2023 del 124,4%, si bien preocupante lejos de aquellas cifras.
La crisis más brutal de la economía fue en el 2001, no provocada por una espiral inflacionaria sino por una seudodolarización, como el plan de convertibilidad de Domingo Cavallo, que quiso estabilizar el peso y llevó a una deflación que hizo caer su valor medido en dólares casi a cero, la creación de cuasimonedas, como los patacones, y una profunda recesión.
La herencia de la convertibilidad y de la aplicación plena de políticas neoliberales implementando una liberalización de todas las variables económicas, con excepción del tipo de cambio, que permaneció fijo, fue algo totalmente irreal.
La apertura plena del comercio exterior se acompañaba con la privatización de las principales empresas nacionales, jubilaciones privadas, y liberalización financiera, en el marco de un enorme endeudamiento externo y fuga de capitales.
Es posible ponderar tal solución: en 2002, cerca del 50% de la población pasó a ser pobre y el PBI a valores corrientes se redujo entre 1999 y 2002 un 23,48%. Los ahorros de los ciudadanos quedaron atrapados en dos tipos de corralitos. Los niveles de pobreza en todo el país se elevaron para las personas, de mayo de 1999 a mayo de 2002 de 27,1% al 49,7% y para los hogares del 19,1% al 41,4% en tanto que los desocupados alcanzaron la línea del 22%. La crisis política y social dejo un tendal de víctimas fatales, mientras la economía argentina entraba en default. La convertibilidad fue un espejismo.
Si algo se puede aprender de esos datos es que la inflación no se detiene con una dolarización, y que estamos lejos de una hiperinflación como las que ya padecimos.
Los hacedores de la política económica no pueden ignorar estas señales. La situación actual no es similar a la del 2001 y no podemos repetir recetas que ya fracasaron y proponen como fórmula de cambio la vuelta a un pasado mucho peor sobre la base del ocultamiento de las cifras, el egoísmo, la injusticia y la degradación de los valores humanos.
Las crisis históricas tienen aspectos parecidos que debemos contextualizar con respecto a sus respectivas “épocas” y sociedades. El modelo agroexportador de fines del siglo XIX, en su primera etapa, produjo también una gran crisis como consecuencia de déficits recurrentes en la balanza de pagos por el endeudamiento con capitales británicos. El país creció, no obstante, en un mundo que le era económicamente favorable, pero ese antecedente se trasformó en el eje de futuras crisis.
La Argentina no se industrializó como otros países con procesos de crecimiento similares como Australia y Canadá y el desarrollo económico y político fue boicoteado por los grupos dominantes pertenecientes al sector agropecuario y a las corporaciones nacionales y extranjeras.
Particularmente, ya en el siglo XX, la dictadura militar de los años 70, además de violar impunemente los derechos humanos, impuso políticas que afectaron el proceso de industrialización, los ingresos de los trabajadores y reprodujeron las características del modelo agroexportador. La historia se repite y debe calar fuerte en la mente de los argentinos.
La experiencia de la crisis institucional y social de 2001 no puede, como vimos, aplicarse mecánicamente a la crisis actual. En el 2000 no había inflación sino una cuasidolarización imposible de sustentar. Los precios internos dolarizados encarecieron la economía local, mientras que los niveles de producción del país se redujeron, con aumento del desempleo, rebaja de los salarios y un aumento de las actividades informales.
La restricción externa es una contante de la economía argentina, salvo breves períodos, y el creciente endeudamiento no la superó, sino que la agravó.
Ese endeudamiento aumentó notablemente con la losa gigante del megapréstamo que tomó Macri. Esa es una responsabilidad principal de ese gobierno que el actual no superó. Hubo también responsabilidad del mismo FMI, otorgando un crédito fuera de lo común por su monto con fines políticos.
La presunta predilección de los argentinos por el dólar es una consecuencia de la dolarización creciente de la economía promovida por gobiernos de derecha, y en especial, por la dictadura militar de los 70. Hay que distinguir bien si se trata de una predilección del conjunto de la sociedad o si es el resultado de un núcleo de negocios, directamente o a través de políticos, que lo utiliza en el comercio internacional y tiene en sus manos la casi totalidad de los dólares en el país o en el exterior.
Esto crea la brecha cambiaria con el manejo del dólar informal, perjudicando al conjunto de los argentinos. Ahora se plantea la posible existencia de una dolarización que va a beneficiar sólo a unos pocos, como lo hizo en el pasado la convertibilidad. La economía argentina tiene que pesificarse y el dólar jugar únicamente en el sector externo.
Para vencer estructuralmente a la inflación es necesario desarrollar sectores productivos con elevado valor agregado, incentivar la innovación tecnológica y la inversión pública y privada con políticas de Estado y robustecer el mercado doméstico a través de la plena ocupación en empleos formales, y de la creación de puestos de trabajo de alta productividad.
Sólo eso terminará de desmontar los mecanismos que favorecen la especulación financiera y los procesos inflacionarios.
Un ejercicio con ChatGPT
Mediante este código QR el lector podrá encontrar en la página web de Perfil.com una versión alternativa a la entrevista de Jorge Fontevecchia al economista Mario Rapoport, producida con inteligencia artificial.
Le planteamos a ChatGPT: ¿Qué le preguntarías a Mario Rapoport si pudieras entrevistarlo?
La inteligencia artificial elaboró un modelo de cuestionario de diez preguntas. Se interesó por cuál ha sido el momento más complicado en la historia económica de América Latina durante la carrera de Rapoport; cuáles, a su entender, son las principales causas y soluciones para resolver el problema de la inflación en América Latina; la relación entre la política económica y los ciclos económicos en la región; cuál ha sido el mayor desafío económico que ha enfrentado la Argentina entre 1880 y 2003, período que analizó Rapoport en “Historia económica, política y social de la Argentina”; su opinión sobre la relación entre la deuda externa y el desarrollo económico en la región y los principales desafíos económicos que enfrentan los países de América Latina y cuáles podrían ser las estrategias para abordarlos, entre otras cuestiones.
Luego le preguntamos a la IA cómo cree que respondería Rapoport a cada una de las preguntas. También lo hizo.
En este enlace QR, el resultado de este ejercicio con inteligencia artificial.
Producción: Melody Acosta Rizza y Sol Bacigalupo.