POLICIA
Los mensajes falsos, la última foto y la visita al jardín

La historia detrás del empresario rural que mató a su ex dos días antes del cumpleaños de su hijo

Alejandro Quinteros está preso por el femicidio de Valeria Gancedo, una joven de 36 años que fue enterrada en una fosa de un campo de Oncativo, en la provincia de Córdoba. La mató el lunes 27 de noviembre y durante una semana manipuló su cuenta de WhatsApp para que su familia no sospechara nada. Llevó a su hijo al jardín, le compró una torta y sopló las velitas con sus compañeritos. Acorralado por las pruebas terminó confesando el crimen y guió a los policías para que pudieran desenterrar el cuerpo. Los antecedentes por violencia y un peligro que casi nadie advirtió.

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Tumba al ras de la tierra. Alejandro Quinteros (en la foto junto a Valeria, su hijo y varios familiares) cavó un pozo en el campo familiar donde trabajaba y la enterró. Investigan si actuó solo o alguien lo ayudó. | eldoce.tv

A medida que pasan los días se van conociendo más detalles del brutal femicidio ocurrido en Oncativo, una pequeña ciudad de 13 mil habitantes ubicada en el centro de la provincia de Córdoba. Allí Valeria Gancedo, de 36 años, fue asesinada por su exmarido y enterrada en una fosa que el propio femicida cavó en el interior de un campo familiar donde además trabajaba.

Alejandro Quinteros es el único detenido que tiene el caso. Este empresario rural, dueño de varios campos y propiedades, está preso desde el viernes 1° de diciembre. Se sospecha que el lunes 27 de noviembre, dos días antes del cumpleaños de su hijo, mató a Valeria y durante varios días manipuló su teléfono celular para ganar tiempo y borrar evidencias. 

El acusado había sido denunciado por violencia de género y tenía una restricción perimetral que curiosamente se venció el 23 de noviembre. No se renovó por pedido de la propia víctima. Valeria, que se había recibido de paramédica pero no ejercía, le tenía terror. Pero ese último lunes aceptó salir a cenar con él. Fueron a comer a Oliva, ubicado a 15 kilómetros de Oncativo. Por las dudas ella le sacó una foto sin que se diera cuenta y la compartió en el grupo de WhatsApp familiar. Fue un simple aviso. ¿O se sintió en peligro?

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Los investigadores del caso sospechan que ese fue el último mensaje real que envió la joven y que después Alejandro se quedó con su teléfono y se hizo pasar por ella. No está claro si lo hizo antes o después de matarla. 

Hasta que las amigas de Valeria se dieron cuenta de que algo raro había pasado y denunciaron su desaparición, el acusado interactuó con varios de sus contactos. En el medio hubo un acontecimiento familiar que llamó la atención de todos: el 29 de noviembre cumplió 5 años el hijo de la pareja, pero la mamá del nene no publicó nada en sus redes sociales, algo que hacía todos los años. 

El papá del nene, en cambio, casi no alteró la rutina. Llevó a su nene al jardín maternal y no se olvidó de la torta de cumpleaños para que pueda celebrar con sus compañeritos. “Estaba lo más normal”, recordó una de las maestras. Un día antes publicó un aviso buscando una niñera que trabaje 24 horas y con cama adentro.  

Melisa, su hermana que reside en la ciudad de Añatuya, en la provincia de Santiago del Estero, le escribió y la llamó a Valeria varias veces pero no obtuvo respuesta hasta que finalmente recibió un mensaje: “Hola, me cansé de llamarte”, le respondió supuestamente Valeria. 

La joven revisó las llamadas entrantes y corroboró que no había recibido ninguna. Sobre el final del día le envió un mensaje de audio dirigido a su sobrino. “No me llames ni me mandes audios, solo escribime porque se me rompió el teléfono”, fue la respuesta que recibió desde el número de la víctima. 

“Me parecían extraños los mensajes que recibimos desde el celular de ella porque no era la forma que teníamos de comunicarnos”, reconoce Melisa, en diálogo con PERFIL. 

El sábado 2 de diciembre Valeria iba a festejarle el cumpleaños a su hijo en la casa de su hermana. Había empezado a cocinar, encargado la torta y hasta comprado los souvenirs. Pero inesperadamente su mamá recibió un mensaje con un cambio de planes. La falsa Valeria le dijo que volvería a Añatuya, que una familia amiga la llevaría y que su hijo se quedaría al cuidado de su ex marido.   

Les anunció que salía a las 14 y estimó el horario de llegada a las 22. A las 14.06 avisó: “Estamos en camino”. Nunca llegó. Y desde ese momento dejó de contestar el WhatsApp. 

Los detectives creen que estos mensajes fueron escritos y enviados por Alejandro para desviar la investigación y desligarse de su desaparición. Su coartada no tenía mucho sustento. 

El viernes 1° de diciembre, poco después que las amigas de Valeria denunciaron su desaparición en la comisaría de Oncativo, Alejandro se enfrentó por primera vez a la Policía de Córdoba. Lo encontraron en la casa de su padre para preguntarle si sabía algo de su expareja. Al principio pareció calmo pero ante la reiteración de preguntas comenzó a ponerse muy nervioso. Dudó frente a algunas consultas básicas. Y se contradijo más de una vez.

Cuando se sintió acorralado pidió hablar con el fiscal de instrucción penal Manuel Ayán. Sin aportar detalles de la mecánica del crimen le dijo que había asesinado a Valeria y que su cuerpo lo había enterrado en un campo familiar de la localidad de Impira, ubicada a unos 15 kilómetros de Oncativo. 

Al día siguiente, y con las indicaciones del femicida, la Policía halló el cuerpo de Valeria: estaba en una fosa que supuestamente él mismo cavó, cerca de un cañaveral. Alejandro conocía muy bien el campo porque trabajaba allí: el empresario sembraba y tenía varios animales. 

La familia de Valeria está convencida de que Alejandro planificó todo. Y hasta sospechan que pudo haber cavado el pozo antes de matarla. Ahora creen que intentará simular que sufrió un brote psicótico. “Pedimos que se haga justicia y que esto no quede impune. Que no ponga plata y pase solo cinco o seis años en la cárcel. O se haga el loquito porque él lo planeó todo”, reclamó Melisa.

 

Dos denuncias y una perimetral

¿Hasta qué punto sirve una restricción perimetral o una tobillera electrónica? No es la primera vez que una víctima de violencia de género termina siendo asesinada a pesar de haber dado aviso a la Justicia y pedido a gritos. Pasó hace apenas dos meses con el femicidio de Belén Saravia (28) en la localidad tucumana Las Talitas. Siete veces había denunciado a su ex. También una medida de acercamiento y sin embargo el hombre entró a un gimnasio y la mató a tiros delante de todos. De locos.

En el caso de Valeria pasó una situación similar. El femicida había sido denunciado en dos oportunidades. En agosto pasado la Justicia le impidió acercarse a su pareja después de intentar asfixarla, golperla y tirarla de la escalera. La medida duró tres meses: venció el 23 de noviembre y la víctima no pidió una ampliación. Según coinciden amigas y familiares, no lo hizo porque temía que se enojara. “Le temía por sus últimas actitudes violentas. No quería pasarle mantención a su hijo y le rompió el auto tirándole arena al motor”, recordó Melisa, hermana de la víctima.