Dos días después de haber asumido el Papa, el Vaticano debió salir a desmentir ayer las acusaciones de una supuesta complicidad de Jorge Bergoglio con la última dictadura militar, denuncias que habían difundido, sobre todo, algunos sectores del kirchnerismo. Sin embargo, en el propio oficialismo se profundizaron las divisiones en torno a la polémica y en el Gobierno se impuso la postura a favor de un vínculo más diplomático con el Vaticano.
Las acusaciones contra Bergoglio ya habían trascendido las fronteras de la Argentina y llegado a medios de comunicación de distintos países. De esta manera, la desmentida papal buscó sentar una postura temprana al respecto, calificándolas de “calumniosas” y adjudicándoselas a una “izquierda anticlerical”.
El rechazo a esas críticas no surgieron solamente desde el Vaticano, sino que importantes sectores del kirchnerismo minimizaron las acusaciones e incluso algunos salieron a defenderlo explícitamente. Así, ya se pueden visualizar dos alas dentro del kirchnerismo: una mayoritaria, que evitó cualquier crítica al Papa, y un grupo marginal que sigue denostándolo. La propia Cristina Kirchner, además, ya fijó posición y bajó línea a sus funcionarios para que tomaran una postura “moderada” (ver aparte).
Desmentida. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, brindó ayer una conferencia de prensa en la que sentenció que “la campaña contra Bergoglio es conocida”. “Se refiere a hechos de hace mucho tiempo y ha sido promovida por una publicación que en ocasiones es calumniosa y difamatoria. El origen de izquierda anticlerical es notorio”, aseveró.
Además, añadió que el flamante Papa “hizo mucho para proteger a la gente durante la dictadura militar” e incluso recordó que cuando se convirtió en arzobispo de Buenos Aires “pidió perdón para la Iglesia por no haber hecho suficiente durante la dictadura”.
El eje, claramente, estuvo dirigido al diario Página/12 y su periodista Horacio Verbitsky, que fue el abanderado de las denuncias en contra de Bergoglio por su actuación durante la dictadura. En sus publicaciones se hizo eco de las acusaciones de familiares de dos sacerdotes jesuitas que estuvieron secuestrados durante cinco meses. En ese entonces, Bergoglio estaba en la cúpula de la Compañía de Jesús y lo acusan de haber colaborado para su detención. Verbitsky redobló la apuesta y ayer le dijo a un diario italiano que su designación es “una vergüenza para Argentina y Sudamérica”.
Referentes de Organismos de Derechos Humanos, también alineados con la administración kirchnerista, se sumaron a las críticas al papa Francisco. A las declaraciones irónicas de Hebe de Bonafini, se sumaron ayer los duros cuestionamientos de Estela de Carlotto. “Hay acusaciones serias sobre su persona”, aseguró la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, refiriéndose al caso de los dos sacerdotes. Además, sumó el caso de una familia platense, de una abuela de la organización, cuya hija embarazada desapareció. Cuando se le consultó a Bergoglio, según Carlotto, la respuesta que consiguió fue “no busquen más porque la niña está en buenas manos”.
Sin embargo, desde el propio kirchnerismo hasta otros grupos de derechos humanos salieron a limpiar la imagen de Bergoglio. Como mínimo, consideran que es imposible tildarlo de “colaboracionista”. Otros, directamente, rescatan su labor durante la dictadura. Ayer, Guillermo Moreno se mostró eufórico en una reunión con la designación de un papa “argentino y peronista”, y se enfureció con los kirchneristas que lo critican. “No entienden nada”, deslizó. En el mismo sentido se expresaron públicamente el vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto, y el diputado provincial del Movimiento Evita Francisco Navarro.
Las diferencias dentro del kirchnerismo, a su vez, también quedaron reflejadas en los medios afines. Así como Página/12 mantuvo el espíritu crítico, las publicaciones de Sergio Szpolski, como Tiempo Argentino o la revista Veintitrés, se mostraron más contemplativas. Así, quedó a la vista un escenario con los sectores del peronismo más ortodoxo respaldando la nominación del flamante papa, mientras que en la vereda de enfrente quedaron como críticos los grupos con una mayor carga ideológica. Este cortocircuito generó, por ejemplo, que un dirigente como Luis D’Elía, quien originalmente criticó con dureza la designación de Bergoglio, tuviera ayer un comentario más moderado. “Que Francisco sea un gran papa, mucho, pero mucho mejor que Jorge Bergoglio”, expresó a través de Twitter, manteniendo la lógica de Cristina de referirse al papa ahora como Francisco, dejando atrás su pasado en la Argentina.