El discurso político. La democracia necesita del mantenimiento de la competencia política para no caer en el despotismo, requiere un debate político libre y de la amplia diseminación de la información entre los ciudadanos. Cualquier restricción del discurso político limita la democracia. Necesita de la protección continuada de la expresión frente a los fanáticos que reclaman de privilegios especiales por su conocimiento de la verdad. Conceptos como “tengo el derecho de perseguirlo porque yo tengo la razón y Ud. está equivocado” son más habituales de lo imaginado en las sociedades actuales. El discurso político debe gozar de la más alta protección constitucional en una democracia debido a su necesidad central para la competencia política. El discurso político ha sido llamado un bien público doble, porque expresa ideas y constituye la participación en el debate político.
Las personalidades públicas, el requisito de la real malicia. En los casos de personalidades públicas que intentan querellar a un ciudadano crítico de sus actividades se plantea un conflicto de reconciliar el interés del funcionario público demandante por mantener su reputación, frente a la libertad de expresión del ciudadano crítico. En este último caso hay un interés general de mantener la extensión de la libertad de expresión particularmente en cuanto a los actos de personalidades públicas, es por ello que se exigió un requisito particular para que este tipo de querellas tengan éxito, la llamada ‘real malicia’.
Es decir: las figuras públicas deben aceptar un mayor control de la prensa porque es una manera de fomentar el debate político. En este caso una persona participa en un debate político y realiza actos para llamar la atención. Una revista de sátira política caricaturiza ese comportamiento público. Esa caricatura está protegida por la Constitución.
La libertad de expresión incluye aceptar la ironía, las caricaturas y todas las formas que toma el debate político. Lo hacía El Mosquito con Sarmiento, Caras y Caretas con Yrigoyen, y Tía Vicenta con Frondizi e Illia. Esta última fue clausurada por el dictador Onganía. Aún el discurso enfurecedor, cuando el mensaje plantea una situación que podría ser considerada de mal gusto extremo.
Las personas que participan en el debate público deben aceptar las bromas y las caricaturas. Sin ello no hay democracia posible. La libertad de expresión es el centro del Estado de Derecho.
(*) Abogado constituionalista. Profesor de Derecho de la UBA.