Son los “ojos e inteligencia” de Mauricio Macri. Pero cada vez más ministros esperan que no observen con lujo de detalles. Es que Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, los vicejefes de Gabinete, están tensando la cuerda con los ministros con un doble afán: la eficiencia y el ajuste. Fueron los responsables de la salida de cada funcionario del Ejecutivo, con Ricardo Buryaile y Jorge Lemus como los últimos exponentes, y ahora están abocados a seguir recortando. Piden cambios en los organigramas para tener “dotaciones óptimas”, controlar el uso de los autos oficiales y achicar los gastos en pasajes y viáticos.
En este último punto se da una curiosidad. Justamente Jefatura de Gabinete es una de las jurisdicciones que más aumentaron sus gastos en pasajes y viáticos en comparación con 2016. La primera fue el Ministerio del Interior (142%), justificada por los gastos en los operativos electorales. Después viene la cartera comandada por Marcos Peña, con un aumento del 56% (ver infografía).
En esa dependencia apuntan contra Hernán Lombardi, del Sistema de Medios Públicos. Ya venía recibiendo presiones internas. Le apuntaban por no tomar el control (o achicar) en lugares como Télam y la TV Pública. Ahora se suma el aumento de pasajes y viajes, justificado en el entorno de Lombardi por la realización de los Tecnópolis federales y de la candidatura del país para realizar la Expo Internacional 2023.
Las historias de tensiones entre los comisarios Quintana y Lopetegui y los ministros proliferan. Y son cambiantes. Con Lombardi, Quintana solía tener “un amorcito”, en palabras de fuentes que siguieron esa relación, en una época en la que la tensión era con Pablo Avelluto, de Cultura. Hoy los papeles cambiaron, Avelluto mejoró su relación a base de cumplir con los requisitos (léase, números). “Es una relación muy simbiótica”, cuentan. Ese ida y vuelta coincide con una descripción sobre Quintana: “Es una montaña rusa, un día te ama y otro te odia”. También lo definen como “más campechano” y con una cuota de espiritualidad. Eso explica, tal vez, la buena relación que tiene con el ministro y rabino Sergio Bergman.
Buryaile y Lemus, en este marco, fueron las últimas víctimas del dúo. En sus casos, las críticas estaban puestas en la eficiencia. El Ministerio de Salud, coordinado por Lopetegui (apodado como Mr. Excel por su afición por las planillas), venía siendo cascoteado desde el año pasado, al punto tal de que se había tenido que ir el número dos, Néstor Pérez Baliño. Con Buryaile había disconformidad por no poder resolver problemáticas de la cartera de Agroindustria, como la situación de economías regionales como la de las peras y manzanas. Cuentan que, sabiendo que sus días como ministro estaban contados, quiso ser candidato en Formosa, pero Macri le pidió que se quedara. Por eso, tomó de mala manera cuando, apenas unos días después de las elecciones, el Presidente lo despidió.
“Tanto Quintana como Lopetegui, cuando te cruzan, te esperan, y tarde o temprano te la cobran”, grafica un hombre que los vio en acción. Son los que lidian con los ministros todos los días, los que evalúan el funcionamiento y el cumplimiento de las metas. Y cada quince días tienen reunión de coordinación con el presidente y los principales funcionarios del área. “Ahí siempre repiten lo de la necesidad de achicar, y ponen mucha atención en qué se hizo, qué falta, cuánta guita se puso”, relata otra fuente.
El caso más recordado es el de Alfonso Prat-Gay, que no aceptaba someterse a los controles. “Ahora tenemos ministro de Hacienda”, se decía en Casa Rosada al poco tiempo de su partida. Pero no todos los que se cruzan con ellos terminan afuera. El que tiene la última palabra es el Presidente. Es el caso de Francisco Cabrera, ministro de Producción, que tenía una muy mala relación con Quintana, al punto de que le pidió a Macri cambiar de coordinador. Hoy el seguimiento lo hace con Lopetegui. “Gustavo es más tímido, más tranquilo, pero es muy duro”, describen. “También ahora el ministerio de Pancho funciona mejor”, explican.
Otra que tuvo momentos de tensión pero que tiene aval de Macri es Carolina Stanley. En Desarrollo Social se cuenta que meses atrás, en una reunión, se cansó de los reclamos de Quintana para avanzar con recortes. Su ministerio, de todas formas, es uno de los que ya empezaron a poner en marcha el plan para achicar el organigrama.