Con declaraciones de más sobrevivientes del centro clandestino de detención que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el Tribunal Oral en lo Federal Cinco (TOF5) reanudó esta mañana el juicio oral y público contra el ex prefecto Héctor Febres. Los testigos complicaron aún más la situación del ex represor, que tendrá su sentencia definitiva el próximo 14 de diciembre.
En esta nueva audiencia –la undécima desde el comienzo del juicio– estaba previsto que declarasen los sobrevivientes Martín Glass y Mario Villani quien, además de en la ESMA, también estuvo cautivo en otros centros clandestinos que funcionaron durante la última dictadura militar, según indicó el abogado Rodolfo Yanzón, apoderado de algunos querellantes.
El letrado también confirmó que el TOF5 tiene previsto dictar su veredicto el 14 de diciembre próximo, tras escuchar los alegatos de las querellas, fiscalía y defensa que expondrán el 21, 22 y 27 de noviembre, respectivamente; en tanto el 21 de diciembre se leerán los fundamentos de la sentencia.
Para ese entonces , Febres deberá volver a sentarse en el banquillo de los acusados ya que ahora está autorizado a no estar presente durante los testimonios, pero la ley exige que cuando las partes formulan sus alegatos y al momento del veredicto el imputado debe estar frente a los jueces.
Entre los testigos que declararon hoy, el licenciado en física Mario Villani relató que durante su ilegal cautiverio en la ESMA fue obligado a reparar una “picana eléctrica” y si bien rehusó hacerlo inicialmente, luego lo efectuó para “reducirle la potencia”. Al recordar el hecho, el testigo aseguró que “se me hizo un nudo en la garganta”.
“No puedo reparar un instrumento de tortura”, respondió inicialmente el prisionero ante el pedido de los represores quienes replicaron: “No importa, les aplicaremos corriente directamente con esto”, en referencia a un transformador variable. “Ello podía provocar la muerte”, dijo Villani, quien accedió entonces al arreglo, aunque pensó: “Si no la saben arreglar, mucho menos pueden saber lo que voy a hacer” y fue entonces que “cambié un capacitor con lo que la potencia quedó debilitada”.
Villani también ratificó que el ex prefecto tenía a su cargo el “sector cuatro” del centro clandestino, el mismo lugar en el que estaba instalada la “sala de torturas”, aunque afirmó que “la peor tortura es la vida diaria en esos campos de concentración ya que uno sabe que la ‘picana’ termina cuando acaban los interrogatorios, pero el trato denigrante, los golpes, las humillaciones, las violaciones y los gritos de otros torturados forman parte del escenario cotidiano”.
El testigo también aludió a la falta de comida y sostuvo que, durante el cautiverio, “un sándwich de pan duro con un pedazo de carne es un manjar” y que comían irregularmente aunque sentenció que “el hambre aprende a esperar. Encapuchados, esposados y engrillados, cuando alguien se movía, los guardias nos pateaban la cabeza”, explicó y sostuvo que esos ataques los hacían “para divertirse”, lo mismo que golpearlos cruelmente cuando los llevaban al baño.
“Ni siquiera teníamos la posibilidad de suicidarnos ya que continuamente nos decían que la decisión de si seguíamos vivos, o no, la tomaban ellos”, afirmó Villani al narrar su cautiverio de tres años y ocho meses desde el 18 de noviembre de 1977 en que fue secuestrado.
Cinco fueron los campos clandestinos que funcionaron durante la última dictadura a los que fue llevado Villani: “Club Atlético”, “El Banco”, “El Olimpo”, la división Cuatrerismo de Quilmes y finalmente la ESMA, y en todos fue obligado a reparar artefactos electrónicos. “Se trataba de los equipos que robaban durante los secuestros”.
Al igual que otros testigos, también refirió que, en septiembre de 1979, cuando vino al país una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, los detenidos en la ESMA fueron conducidos a una isla en el Tigre y que el responsable del traslado fue Febres.
Se trata del primer proceso por delitos de “lesa humanidad” cometidos en la ESMA tras la declaración de nulidad insalvable de las leyes de obediencia debida y punto final y Febres está acusado por los casos que tuvieron como víctimas a Carlos García, Alfredo Margari, Josefa Prada de Olivieri y Carlos Gregorio Lordkipanidse.
En jornadas anteriores otros sobrevivientes declararon que Febres, a quien apodaban “el gordo Daniel” o “Selva”, por reunir “el salvajismo de todos los animales”, estaba presente en las torturas y tenía a su cargo la “distribución” de los bebés nacidos que sus madres daban a luz cuando estaban en ilegal cautiverio en ese centro clandestino.
El centro clandestino que funcionó en la ESMA ha sido considerado como el mayor campo de detención clandestina de la dictadura, ya que según sobrevivientes habrían pasado por allí 4.500 víctimas rumbo a los espeluznantes “vuelos de la muerte”, en que desde aviones navales eran arrojados vivos y narcotizados al mar.
Fuente: Télam y DyN