Mientras que el equipo económico mira con cautela el impacto que tendrá el aumento de las tarifas puras en la inflación del exigido primer trimestre, hay oxígeno por el rumbo de Vaca Muerta y del gasoducto Néstor Kirchner.
Lo último que quiere este gobierno en particular es quedar atrapado en la misma trampa que el gobierno del expresidente Mauricio Macri. Pero del acuerdo con el Fondo Monetario se desprende un compromiso de reducir subsidios energéticos y también de aumentar las tarifas. En esa dirección comenzaron a realizarse la semana pasada las primeras audiencias públicas por las subas en las distribuidoras eléctricas, que ya anticiparon que reciben menos del 40% de lo que se paga en cada boleta residencial. Este camino es de tensión para el Gobierno, y recién comienza a recorrerlo. El gabinete económico, que conduce Sergio Massa, sabe que transitará delicados equilibrios.
Sin embargo, en lo que se refiere a Vaca Muerta y al gasoducto Néstor Kirchner, hay alivio gubernamental. Vaca Muerta, en definitiva, y a pesar de los vaivenes políticos nacionales, es casi la única política de Estado que mantuvieron todos los gobiernos en la última década. La bocanada de aire fresco llega por varios factores.
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El más importante: menos demanda de dólares para importar energía, es una exigencia del FMI y una necesidad de las cuentas en un año electoral. Cada año el país requiere cerca de 9 mil millones de dólares en compras al exterior de energía y es imperioso, aunque más no sea, achicar esa cifra. Si, además, crecen las exportaciones de crudo y gas en tiempos de alta demanda mundial de estos bienes y de precios internacionales acomodados, mucho mejor, se animan en el seno del Gobierno. La apuesta a este sector mejora las proyecciones de producción tanto en productos convencionales como en los que no lo son, que ya representan un 45% de la producción total de petróleo, por ejemplo, según la Secretaría de Energía, que conduce Flavia Royón. Además, dentro de esa participación, sigue ascendiendo la actividad proveniente de Vaca Muerta, que con 276.500 barriles diarios logró un alza del 33,9% en relación con 2021, según la misma fuente.
Hay un dato que alienta esta posición. Los empresarios vinculados al gasoducto que debería estar cortando cinta a mediados de este año (lo más cerca de las elecciones posible, se entusiasman en Casa Rosada) son optimistas.
Los más poderosos y quienes más invirtieron allí siguen el minuto a minuto de las obras. En Techint, por ejemplo, los ingenieros y ejecutivos ya cargan en sus jornadas diarias muchas horas extras de la mano del seguimiento en persona del propio CEO, Paolo Rocca, quien no ocultaría su entusiasmo sobre llegar al tramo final en tiempo y forma.
Es tan fuerte el impacto de este punto que en la Aduana, que conduce Guillermo Michel, tienen un mecanismo de pista libre para todo lo vinculado con Vaca Muerta. Las tensiones habituales por los permisos para importar, y hasta la pelea judicial por las cautelares, en el caso de lo vinculado con los insumos que necesita Vaca Muerta, se evaporan. Las petroleras que pisan fuerte en estos proyectos y la red de sus proveedores que cada una presentó oportunamente ante las autoridades aduaneras reconocen que “funciona muy bien, como un reloj”, califican los privados.