El eco que hacen los tacos retumban sobre un pasillo cada vez más menos poblado de oficinistas que regresan a sus casas, en un jueves donde el reloj marca las cinco y media de la tarde. Pero aún a Isela Constantini le quedan por hacer unas cuantas cosas, entre ellas, atender un celular que no deja de sonar. Es que la revista de negocios Fortune publicó su tradicional ranking en donde la incluye entre las cincuenta mujeres más poderosas del mundo. fuera de Estados Unidos. “Nunca trabajé para estar en ese ranking”, se sincera a PERFIL Costantini, quien desde marzo del año pasado dirige la filial local de General Motors.
Isela tiene 42 años y ocupa el puesto 37 en esta lista que encabeza la brasileña María das Graças Foster, CEO de Petrobras y, que incluye a ejecutivas de distintos rubros. Su nombre toma relevancia porque es la primera vez que una mujer ocupa el puesto de presidente de una terminal automotriz argentina. El ranking califica a ejecutivas de todo el mundo, incluso las de Estados Unidos que se ubican en una lista aparte y que este año encabezó la CEO de IBM, Ginni Rometty. Si hay algo que distingue a Isela es que no tiene falsa modestia. Por eso cuando se le pregunta si le gustaría llegar al número uno, responde: “¡Claro!, ¿A quién no?”.
—¿Sos muy competitiva?
—Las ganas de superarse siempre están. Yo pienso que por más que uno sea zurdo, no por eso no puede dejar de ejercitar su mano derecha. Tengo mis objetivos y eso me lleva a querer seguir superándome. Pero como te decía, el fin no es estar en este ranking.
—¿Cómo es manejarse en un empresa tradicionalmente masculina?
—Me llevo muy bien con los hombres, es un ambiente en el que me siento cómoda. Y lo mamé de chica: soy la mayor de cuatro hermanos, todos ellos varones. Cuando era niña, me regalaban muñecas y a mis hermanos, autos. Y siempre terminaba jugando con ellos a las carreras. Acá en la empresa prefiero las reuniones con hombres, me siento más cómoda. Cuando son sólo mujeres, a veces uno no sabe bien cómo comportarse.
—¿Te llegás a pelear?
—Surgen discusiones y los enfrento sin imaginar si son hombres o mujeres. Tampoco me pongo en la situación de que me tienen que tratar ellos a mí en forma diferente. Sí he recibido comentarios machistas, pero no les llevo el apunte.
—Tu marido trabaja en una filial de la empresa en Brasil. ¿Cómo llevan esa vida “separados”?
—Estamos acostumbrados. Cuando éramos novios ya nos pasaba. Ahora lo más complejo es el hecho de que somos padres. Mi marido viene todos los fines de semana a Buenos Aires, pero los chicos ya saben que esto no es para siempre.
—¿Nunca un conflicto?
—Mirá, en diez años no tuvimos ni una pelea... Chicas, atención: ¡se puede! (risas). A la hora de manejar, es otra cosa. Cuando maneja él, soy medio insoportable y voy diciéndole todo el tiempo: “¡Cuidado!”
—¿Qué lugar ocupan los autos en tu vida?
—Amo los autos, me encanta manejar y a gran velocidad.
—¿Cuánto fue lo máximo?
—A 200 kilómetros por hora, en un campo de prueba.
—¿Cambiás un neumático?
—Sí, mi papá, que me enseñó a manejar a los 16 años, lo primero que me dijo fue: “Bajate del auto, vamos a aprender a cambiar la goma”. Yo no entendía nada, quería manejar.
—Pregunta cliché: ¿quién maneja mejor, el hombre o la mujer?
—¡Todos manejan mal! (risas). La mujer es más cautelosa; el hombre tiene mayor agilidad y dominio. La mujer piensa más: “¿Acá se puede estacionar o no?”. El hombre pierde mucho la paciencia frente a esto y manejar para ellos es una forma de probarse que son mejores (risas).