Es muy difícil tener una individualidad dentro de un grupo tan sólido como Les Luthiers, famoso en todo el mundo de habla hispana. Daniel supo defender la individualidad, tenía el gasto histriónico mayor, jugaban con Marcos (Mundstock) quien encarnaba la oposición con la inmutabilidad. Los otros evidencian su fuerte en la música, mientras que ellos dos estaban más jugados en lo actoral. Los chistes eran simples e intelectuales, pero Daniel era popular y sus monólogos mal puntuados eran maravillosos. Su trabajo llegaba al público directamente y también se notó en sus intervenciones en las películas, donde hizo muchas veces de psicoanalista. Su bonhomía era muy famosa, tenía un chiste a flor de piel. Era cálido, próximo y nunca estuvo subido a ningún pedestal de humorista intelectual, con lo cual podemos contactarlo con quien tanto colaboró con ellos como Roberto Fontanarrosa. Es una pérdida muy grande para el grupo y para los argentinos. Pertenece a nuestra generación: los que estamos entre los 70 y la muerte. En el año 1967 yo también estaba empezando como ellos y el humor que hacían me orientó, fueron guías tanto como Antonio Gasalla, Carlos Perciavale o Edda Díaz. Sobre todo para mí que venía de un teatro más rígido como el independiente en el grupo “Nuevo teatro”. El humor nos hermanó y como diría Nacha Guevara, esta generación de “patitos feos” está hoy de luto.