El Día de la Mujer, que se conmemora este domingo 8 de marzo, puso de manifiesto en los últimos años la lucha por los derechos, entre ellos, la igualdad de oportunidades a la hora de acceder al mercado laboral, y el tiempo destinado a las tareas no remuneradas de cuidado y del hogar.
De acuerdo a un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), el 36% de los hogares argentinos tiene una mujer como principal sostén económico. Esta situación, además afecta más los sectores vulnerables: mientras que en el 10% más rico de la población solo 1 de cada 4 hogares tiene una mujer como principal sostén, en el 10% de los ingresos más bajos, ellas encabezan el 55% de los hogares.
El informe “8M: la autonomía económica de las mujeres va más allá del mercado laboral”, apunta a que la inserción laboral “empodera a las mujeres cuando es producto de decisiones libres, se da en condiciones decentes y con una redistribución de las responsabilidades sociales de cuidado”, que involucre en mayor medida a los varones y al Estado.
La situación de desigualdad en la participación laboral, detalla el estudio, se acentúa en los sectores más vulnerables. “En los sectores más pobres, donde la participación laboral de las mujeres es más baja, ellas son con mayor frecuencia quienes realizan el mayor aporte de recursos al hogar”, explican José Florito, Florencia Caro Sachetti y Alejandro Biondi, coordinadores del programa de Protección Social de CIPPEC.
El trabajo evidencia las diversas desigualdades y vulnerabilidades que enfrentan las mujeres en los distintos niveles socioeconómicos: si bien en los hogares más ricos la brecha en la participación entre varones y mujeres “es casi nula”, sí existe una diferencia de ingresos que “favorece en mayor medida a los varones”.
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Entre otras cosas, el estudio plantea la necesidad de un “Sistema Federal de Cuidados” ante el descenso de la proporción de los hogares tradicionales “mamá, papá e hijas/os” en Argentina en los últimos 30 años. En 1986, casi una de cada dos familias estaba conformada por madre, padre e hijos/as; en 2018, la proporción de estas “familias nucleares” cayó a menos del 35% del total.
Esto quiere decir que hay, en mayor medida, hogares encabezados por una mujer, que se enfrenta mayoritariamente sola y —en el caso de los sectores más vulnerables— “en condiciones de precariedad a la doble carga de la generación de ingresos y del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, lo que pone en jaque sus derechos y autonomía”, detalla el trabajo.
Para esto, proponen el reconocimiento del trabajo de cuidado “su redistribución mediante una reforma del régimen de licencias, la reducción de la carga de cuidado mediante la ampliación de servicios públicos de cuidado de calidad y la representación y recompensa adecuada de las y los trabajadoras/es del cuidado”.
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Por otro lado, una encuesta nacional de Opinaia cuantificó indicadores de disparidad de género en nuestro país, y muestra que, con respecto a la independencia económica, las mujeres “pasan el doble del tiempo semanalmente en tareas no remuneradas como la limpieza del hogar y un tercio más de su tiempo cuidando de otros, especialmente durante el período de mayor crecimiento profesional”.
El estudio cita datos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, en la que la tasa de empleo femenina del tercer trimestre de 2019 es de 44% en contraposición a la del hombre, que es de 64%. Esta disparidad en la fuerza laboral tiene múltiples factores. Uno de ellos se desprende de la cantidad de horas que la mujer ocupa en tareas no remuneradas como ser el cuidado del hogar y de otras personas.
En base a una consulta online de 1800 casos, la encuestadora evidencia que 50% de las mujeres consultadas dijeron que habían cuidado de otros, contra sólo 37% de los hombres. “La cantidad de horas que las mujeres emplearon para ese cuidado fue de un promedio semanal de 21 horas, mientras que los hombres invirtieron 14 horas aproximadamente”.
El pico mayor de horas usadas para el cuidado de otros (25 horas) se observa entre las jóvenes adultas, en el tramo de edad de 26 a 35 años. “Los jóvenes adultos declaran haberse tomado sólo 11 hs semanales, ascendiendo así la brecha horaria a más de un 50%”, detallan.
A.G./ CP