En los últimos 22 años Buenos Aires tuvo 21 ministros de Seguridad. Con situaciones paradojales. Aldo Rico, ex jueces y fiscales federales, comisarios duros, abogados, y hasta en una de sus peores crisis la propia vicegobernadora. Si tuviese que diagnosticar la cuestión policial en términos históricos podría decir que existió la “maldita policía”, “la Bonaerense” y la etapa del “pacto con la fuerza”: obviamente la puerta giratoria de entrada y salida de esos ministros de la función determina el fracaso de esos modelos.
El camino es la sinceridad y el ejemplo: no habrá magia, pero sí políticas de largo plazo que cambien la autogestión, fuertes señales de que entendimos el mensaje, una completa estrategia de prevención social y de seguridad ciudadana centrada en el ámbito de cada uno de los municipios. Pero a su vez la decisión y la necesidad de conformar mandos únicos respetando las estrategias particulares, pero uniformes en las acciones de política provincial.
La clave del éxito de reformular la Policía tiene como directriz inmediata reformular el control sobre los efectivos y altos mandos. Sus aspectos patrimoniales deben ser públicos, la Dirección de Asuntos Internos debe estar constituida por personal intachable.
Debe existir un compromiso de tolerancia cero con la corrupción intrafuerza. Se debe recuperar el sentido de ascendencia de los mandos sobre los subordinados, y a su vez el sentido vocacional de éstos relegado en la etapa sciolista donde la incorporación fue una mera salida laboral.
Desde hace más de dos décadas los indicadores de los niveles delictivos han marcado un crecimiento sostenido. Es el día de cambiar el paradigma. Si no es así dentro de una década estaremos escribiendo sobre diez nuevos años, diez nuevos ministros y diez nuevos fracasos.
*Ex diputado bonaerense y autor del libro 20x20 ¿Sin salida?