Londres.- La llave que podría haber salvado a los 1.522 muertos en el naufragio del "Titanic" es más bien sencilla. Cuando el transatlántico zarpó en su viaje inaugural el 10 de abril de 1912 desde el puerto de Southampton hacia Nueva York, el segundo oficial David Blair la llevaba en el bolsillo de su chaqueta. Pero Blair no estaba a bordo, sino camino a otro barco en misión de servicio. Por eso, los prismáticos del "Titanic" que podrían haber avistado el iceberg con cuya colisión se desató la catástrofe quedaron inutilizables en un armario cerrado.
Con la ayuda de unos prismáticos el resultado habría sido diferente, explicó más tarde Fred Fleet, el vigía que descubrió la masa de hielo cuando ya era demasiado tarde, en el informe oficial. La diferencia entre contar con los prismáticos y avistar el mar sin ayuda técnica habría sido "suficiente para evitarlo", dejó constancia.
Poco antes de su muerte, Blair entregó la llave a su hija, que encargó la subasta a la casa Henry Aldridge and Son, en la sureña ciudad inglesa de Devizes. La llave con la inscripción "Crows Nest Telephone Titanic" cambió de dueño el viernes por la noche por 90.000 libras esterlinas (182.000 dólares).
"Tuvimos una guerra de ofertas", dijo el subastador Henry Aldridge. "En la sala, pero también por teléfono". El caballero que ganó la puja sonaba "muy contento", aunque hoy se supo que pujaba para la empresa Tesiro, con sede en Amberes.
Tesiro "es una de las mayores empresas de diamantes del mundo", informa Aldridge. Pero la empresa no compró la llave del "Titanic" como inversión de capital, sino en el marco de una campaña de marketing, quizás relacionada con las incontables joyas y piedras preciosas que adornaban a las damas en el salón de baile del barco.
Los historiadores no están de acuerdo sobre la importancia de los prismáticos en el hundimiento del "Titanic". La verdad es que el vigía siguió usando su simple vista para su fundamental tarea porque nadie ordenó abrir el armario por la fuerza.
Hasta hoy son muchos los que piensan que ésta fue la decisión fatal del 14 de abril. A las 23:40, el vigía Fleet descubrió el enorme iceberg cuando el barco navegaba a toda velocidad.
A partir de ese momento, la estadounidense Laura May Cribb, de entonces 16 años, escribe todo lo que ve a bordo del fugaz barco más grande y moderno del mundo. Desde la explosión de la caldera hasta los "horribles gritos y gemidos de los pasajeros impotentes y condenados a muerte que quedaron a bordo".
Los apuntes de Cribb fueron subastados recientemente por la casa Christie's en Nueva York, y demostraron que el "Titanic" sigue estando de moda al superar los 200.000 dólares.