SOCIEDAD
historias desde tierras lejanas

Se reencuentran con su pasado en el viejo Hotel de Inmigrantes

En el edificio, que funciona como museo desde 2013, hay más de cinco millones de ingresos digitalizados. Ya entregaron 70 mil certificados.

Origenes. Gabriela, Guillermina y Sonia Vogler buscaban a su familia alemana, y se llevaron un certificado con datos de su llegada (izq.).
| Pablo Cuarterolo

Con paso firme y los ojos lsslenos de recuerdos, Irene Szijan recorre los mismos pasillos del Hotel de Inmigrantes por donde transitó sus primeros días en la Argentina, cuando llegó de Ucrania a fines de 1948. Tenía sólo diez años y escapaba junto con sus padres del régimen comunista. Hoy, en ese edificio junto al Río de la Plata, que fue el primer hogar para millones que venían en barco, funciona el Museo de la Inmigración –dirigido por la Universidad Nacional Tres de Febrero–, y existen más de 5,3 millones de registros de inmigrantes que llegaron al puerto de Buenos Aires. Los visitantes tienen la posibilidad de buscar a sus ascendientes y llevarse un certificado con sus datos de ingreso al país.
“Me emocionó volver a ver los mismos pasillos, los dormitorios, los lavatorios que usábamos cuando paramos acá con mis padres. En ese entonces no teníamos dinero ni sabíamos el idioma; fueron las épocas más difíciles”, recuerda Szijan a PERFIL en el mismo banco donde se sentaba con otros hijos de inmigrantes a esperar a sus familias. La rutina era implacable: en una enorme habitación para hombres y otra para mujeres, a las seis todos debían levantarse, desayunar y salir a buscar empleo. Esta científica especializada en genética molecular de 77 años reflexiona, con nostalgia, sobre el sentir de muchos inmigrantes: “Era la primera vez que estábamos en una tierra en la que nos sentíamos libres, sin persecuciones. Llegar fue empezar una nueva vida”.
Similar es el sentimiento de Olga Tuchsznaider (92), que llegó de Polonia a los dos años, con su madre y una identidad falsa, para reencontrarse con su padre, que había logrado instalarse como sastre. Su hija, Mirta Rosovsky, absorbió esas memorias familiares y se formó como historiadora. “Ver ese lugar, por donde pasó la familia de uno con sus escaleras y su mármol originales es realmente impactante”, asegura. “Es un espacio para reflexionar, especialmente cuando hoy vemos a otras miles de personas abandonando sus lugares de origen”, analiza. Juntas volvieron al Hotel  para obtener los certificados de inmigrante con el apellido familiar, nombre del barco, oficio y fecha de arribo a la Argentina. También llegada en un barco inglés, con padre polaco y madre italiana, Liliana Funt (68) pasó una semana de 1946 entre esas paredes del viejo hotel, que hoy rememora. “Me conmovió ver los muebles y la documentación de época”, dice.

Registros. La base de datos de inmigrantes –que elaboró el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos– guarda la información de los pasajeros que ingresaron al puerto de Buenos Aires entre 1882 y 1950. Esos libros y fichas digitalizadas permiten buscar registros de familiares con los que perdieron contacto. Desde que el museo abrió, en 2013, ya entregaron más de 70 mil certificados. Especialmente los fines de semana, van “familias completas, de abuelos a nietos, y se dan situaciones muy emotivas”, explica Diana Wechsler, subdirectora de Curaduría e Investigación del museo. Una de esas familias que volvió en busca de recuerdos y precisiones es la de Gabriela Vogler, su hija Guillermina y su hermana Sonia, que encontraron datos de sus parientes alemanes. “Mantenemos las tradiciones y con mis hermanos hablamos alemán. Siempre nos contaron muchas historias, por eso encontrar sus nombres en la base de datos fue muy emocionante”, cuenta Gabriela, con su certificado en mano.