Martín Renzacci, de 31 años, y Carolina Santori, de 29, querían disfrutar de su amor en lugares paradisíacos. Se casaron el 2 de julio y luego de meses de ahorrar para la luna de miel partieron hacia Oceanía.
Tras recorrer en cinco días Sydney y Melbourne, finalmente en Tasmania Martín comenzó con dolores de cabeza, resfrío y molestias. Parecía una simple gripe pero derivó en una enfermedad que pudo ser mortal, llamada síndrome de Guillain-Barré. El caso obtuvo una buena cobertura en los medios.
“Lo que pasamos nos hizo revalorar todo, nos reubicó en la vida”, cuenta Martín, tomado de la mano de Carolina.
Felices por la llegada de la Navidad, ya eligieron juguetes para sus sobrinos y organizaron una celebración que estará llena de emoción. “Mi mamá, como el resto de la familia, está conmovida y es un momento en el que queremos estar todos juntos. Nos repartimos para estar con la gente que nos acompañó en todo momento y que tanto queremos”, asegura Martín, que continúa con rehabilitación aunque con el paso de los días su buena salud deja cada vez más atrás la pesadilla que vivió.
Como una misiva para Papá Noel, Carolina y Martín sólo esperan como regalo un año más tranquilo para estar juntos y lograr cada uno de sus proyectos. “Tenemos muchas ganas de disfrutar más de la familia, los amigos, y de nosotros como pareja. Finalizar la recuperación para que cada uno pueda seguir con su vida normal, lograr proyectos propios y los que tenemos como pareja”, detalla Carolina.
El síndrome es una enfermedad autoinmune que comienza con una debilidad muscular progresiva de ambas extremidades inferiores y que puede llevar a parálisis completa.Carolina tuvo que afrontar toda la situación en un país desconocido. Cinco meses después pueden ver la vida de otra manera. “Lo que te hace pasar por una situación límite es que no tengas que llegar a eso para valorar las pequeñas cosas. Hoy viviremos una gran noche, felices porque estamos todos y juntos”, sonríe ella mientras habla Martín, con la mirada iluminada por haber sobrevivido.
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