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"TORMENTA" Cambiaria

Argentina sigue "Esperando a Godot"

¿Por qué tenemos que vivir a las corridas? ¿Por qué la ausencia de paz nacional? Este nivel de enfrentamientos está horadando los umbrales de confianza no sólo depositados en el Gobierno sino lo que es aún más gravoso, el papel que estamos dando como país puertas afuera.

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Vladimir: Esperamos a Godot

(Esperando a Godot – Samuel Beckett)

Vladimir y Estragón esperan a Godot, una felicidad salvadora y plena y con ello la resolución de cada uno de sus males y problemas existenciales. Godot, el personaje salvador nunca aparecerá. Godot no existe y aún así siguen esperándolo. Esa espera es pasiva atravesada por la indefinición temporal, la gratuidad y la inactividad. Deciden claramente “no hacer nada” por alcanzar su felicidad. Delegan en un ser que no existe la responsabilidad por responder a sus enigmáticos cuestionamientos de vida.

Para Aristóteles la victoria más grande es la conquista sobre uno mismo. El dominio propio es uno de los obstáculos más poderosos que enfrenta el individuo.

El mayor enigma es la incertidumbre y el mayor de los males la ausencia de control sobre la personalidad. Aquello que no se puede manejar y, que se torna en ingobernable ingresa en la esfera de lo inasible e inalcanzable trayendo consigo desesperación y oprobio.

Hoy, paradójicamente la descripción del liderazgo del Presidente Macri podría rozar la impenetrable noción del desconcierto.

La economía real pende de un hilo. Los mercados están a la espera de una estabilización bursátil que no llega. La inflación devora los salarios y con ello la pérdida de capacidad adquisitiva exaspera el animus de una sociedad que está hastiada por tanta intranquilidad.

¿Por qué tenemos que vivir a las corridas? ¿Por qué la ausencia de paz nacional? Este nivel de enfrentamientos está horadando los umbrales de confianza no sólo depositados en el Gobierno sino lo que es aún más gravoso, el papel que estamos dando como país puertas afuera.

Se puede hablar de mercados, se puede hablar de ausencia de grandes acuerdos, se puede colocar el tema corrupción en primer plano e incluso la herencia recibida de mala administración de recursos públicos, pero lo cierto es que aún este Gobierno adolece de una planificación clara que nos transmita a los argentinos hacia dónde vamos. Pareciese que el Presidente se esfuerza en “no liderar” ningún tipo de proceso claro y conciso que evite la exasperada proliferación de clivajes y fisuras sociales que brillan a diario.

La descomposición intra-sociedad bajo el paraguas sórdido de una economía inmanejable pasa revista de una Argentina no liderada, un país anómico, enfermo en su capacidad creativa y emprendedora.

Si al frente de un navío no tenemos capitán, no hay timonel, toda, absolutamente toda la tripulación entra en pánico. Esta dilación de liderazgo presidencial rodeada por un círculo pequeño de “malos asesores” nos catapultó al presente lastimoso que hoy vivimos. La ausencia de liderazgo conlleva ceguera e incapacidad para trazar una línea de trabajo clara a nivel político, social y económico.

La paranoia abrió las puertas al innombrable FMI y ahora ni siquiera el cronograma financiero es suficiente. Para llegar al extremo de acudir a financiamiento y endeudamiento externo y, entregar la chequera en blanco o la acción de oro para que “otros”, los de afuera dictaminen y coloquen un timonel es porque hemos cedido soberanía. Hemos perdido el foco.

Iniciamos 2016 con entusiasmo abriéndonos al mundo y las expectativas de atracción de inversiones externas no llegaron. Está claro que luego de 12 años de corrupción y desmanejo de la cosa pública resulta al menos poco probable un giro holístico para un país vapuleado por tanta impunidad. Ello no justifica que el Gobierno no cuente con un plan conciso y estratégico para el país. No justifica que el timón se lo hayamos entregado al Fondo.

La pregunta que flota en los mercados… ¿Cómo sigue esto? Más allá de lo que estamos viviendo en el presente que roza la locura de la crisis de representatividad, social, económica, financiera y política de 2001 no contamos con una oposición que se encuentre en condiciones de plasmar una alternativa al Gobierno actual. Ni siquiera modelo actual porque no está claro cuál es por tantas idas y vueltas. El punto es la preocupante visión de no alternancia política. La inmadurez dirigencial que aún sigue erigiéndose con figuras individuales, la visión clásica de liderazgo carismático o salvador providencial retrae beneficios claros para un país que llora por la ineptitud de cuadros políticos.

Centrarse solo en los políticos sería una falacia. En parte existe una alícuota de responsabilidad de la sociedad en su conjunto. La llaga que más hace doler es la economía personal. El bolsillo no conoce silencios. El Gobierno brilló por su proliferación de medidas compulsivas, impensadas, no gradualistas, no consensuadas, tomadas en una mesa chica y mal asesorado. La sociedad respondió soportando poco a poco hasta que la asfixia catapultada por la voraz inflación no dejó margen al suplicio mental.

Detrás del escenario se asoma un kirchnerismo hostigado por la prisión que apela a la figura del arrepentido después de tanto robo. Aprovecha un sinfín de traspiés para inundar las calles con “manifestantes espontáneos”. Por ello existe responsabilidad solidaria. Son culpas compartidas, política y sociedad. Vías de tren paralelas, inconexas, divorciadas con un tren a punto de descarrilar y una generación que todavía sigue soñando y creyendo que se puede salir adelante.

El Presidente debería asumir el liderazgo que todos esperamos y los argentinos tener la tranquilidad de conocer al detalle un escenario estratégico y de posicionamiento de aquí a un mediano y largo plazo. De lo contrario estamos hipotecando nuestro presente. Después de este Gobierno, ¿qué nos asegura la continuidad de una línea de trabajo, qué asegura a las inversiones márgenes de previsibilidad? Coordinación y diálogo, propulsar fortalezas regionales, potenciar productividad nacional, exportar marca país. Empecemos por casa, dejemos de esperar a Godot.

 

(*) Siga a la autora en Twitter @GretelLedo