COLUMNISTAS
LOS PROBLEMAS FINANCIEROS DE BOCA Y RIVER

Contando hasta la última monedita

Roberto Abbondanzieri ya es el arquero de Boca. Alguna vez, había dicho que la vuelta debía darse con varias condiciones favorables que, al parecer, ahora se dan. Condiciones que pasaban básicamente por la titularidad, como primero y único ítem.

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Roberto Abbondanzieri ya es el arquero de Boca. Alguna vez, había dicho que la vuelta debía darse con varias condiciones favorables que, al parecer, ahora se dan. Condiciones que pasaban básicamente por la titularidad, como primero y único ítem. Entre el conflicto con Caranta, las bajas actuaciones de Javier García y el poco rodaje de Josué Ayala, Boca llegaba al Clausura “sin arquero”. Y para este momento económico-financiero de Boca, lo mejor era acudir a un viejo conocido antes que salir al mercado a comprar a un arquero-figura. El Pato es un amigo de la casa, seguramente resignó mucha plata para regresar y asegura un piso de rendimiento que ningún arquero de los que hoy tiene el club puede asegurar. Según dijo Carlos Bianchi, los números de Boca no están bien. Es cierto que el Virrey le pasó la factura a Juan Carlos Crespi, el anterior encargado del fútbol profesional, pero una cosa no quita la otra: el club de la Ribera no está en una situación monetaria holgada. La prueba más descarnada es la venta de Jesús Dátolo al Napoli.

Incluidos los de Rodrigo Palacio y Daniel Bilos, Boca hizo negocios con Banfield comprándole productos de sus inferiores. No contamos a Gabriel Paletta, porque llegó por un camino diferente: desde Inglaterra y casi sin haber jugado. Otro de los chicos de la cantera del Taladro que Boca compró a mediados de 2006 fue Jesús Dátolo, quien recién desplegó todo su potencial el año pasado, en una clara muestra de paciencia. En febrero pasado, cuando el volante estaba casi vendido al Colo Colo de Chile, encerró en su cuarto de la concentración de Tandil a Pedro Pompilio y le imploró casi llorando que no hicieran la operación, porque estaba convencido de que iba a levantar su nivel, hasta entonces irregular.

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Dátolo cumplió. Ischia le dio continuidad y el pibe de Carlos Spegazzini transformó el demoledor murmullo desaprobatorio de la Bombonera en el rugido triunfal de los dos goles a River el sábado pasado en Mar del Plata.

Así, tras esperar que Dátolo se acomodara y exhibiera sus enormes condiciones a pleno, Boca decidió transferirlo. En otro contexto, o hace dos o tres años, lo hubiese aguantado para que los réditos de esta inversión (disculpen ustedes los términos macristas) fueran aún mayores. También es real que el precio que el Napoli paga por el 80 por ciento del pase (8.300.000 dólares) es altísimo y le da a Boca oxígeno y liquidez.

Pero –apurado por conseguir plata– Boca va a perderse al mejor Dátolo. Y nosotros también. Es una pena que al fútbol argentino se le sigan yendo futbolistas en cuanto alcanzan su rendimiento óptimo. Dátolo es un jugador de notables virtudes y juega en una posición en la que no tenemos mucha cantidad: volante izquierdo zurdo con recorrido largo y llegada al arco rival.

Boca, como todos, tiene que pagar las cuentas. Bianchi ya dijo que la prioridad económica del club es poner al día a los jugadores. Caranta logró cobrar su deuda en medio de la batalla legal y gremial con el club, pero al resto todavía se le deben sumas importantes y es lógico (y obligatorio) que el club honre sus deudas.

Y si Boca –que viene de consagrarse campeón– tiene dificultades, imaginen lo que puede pasar con River, que salió último. Al igual que Boca, logró el regreso de un histórico: Marcelo Gallardo. Al Muñeco lo habían ofrecido a Independiente pero de buenas a primeras alguien acercó su nombre a River. Después de la derrota en el primer clásico del año y de las declaraciones de Falcao (“nos hace falta un Gallardo o un D’Alessandro”), el presidente José María Aguilar y su adláter, Mario Israel (o al revés), se devanaron los sesos para ver cómo calmaban a los hinchas con un apellido que sonara dulce a sus oídos.

Gallardo aceptó un contrato raro: cobrará premios y una cantidad de dinero si juega, como mínimo el 60% de los partidos. Habrá que cuidarlo porque, si se pone bien, el Muñeco será un jugador importantísimo.

Sin embargo, este arribo querido no tapa la tremenda crisis económica que atraviesan los millonarios. Como prueba de eso, Tigre está tratando de que le devuelvan a Martín Galmarini por el que no recibió aún ni un solo peso. Y ni siquiera podría contar con el volante Juan Mercier, poco menos que imprescindible en el equipo que sueña el DT. Los dirigentes dicen que en ese puesto tienen a Ponzio y Ahumada, pero la verdad es que no tienen plata. El tema del arquero se resolverá con Vega u Ojeda, aunque ninguno de los dos convenza al técnico del todo. Todo indica que la falla de Ojeda en el segundo gol de San Lorenzo del miércoles derivará en que Vega arranque como titular en el Clausura.

Como corolario de sus desventuras, River está tratando de incorporar a Fabbiani. Todavía no pudo porque Santiago Salcedo, por cuyo préstamo se pagó un millón de dólares hace seis meses, no quiere volver a Rosario. Ahora se quieren matar, pero usando una sola bala para no gastar demasiado.

No hay plata, es una realidad. Boca está un poco mejor, porque su actualidad deportiva y varios años de orden institucional le dan cierta paz, aun en momentos de zozobra como el que estaba viviendo antes de la venta de Dátolo. Pero los dos más grandes de nuestro fútbol están contando las monedas para subirse al colectivo del campeonato.

Que las cuenten bien. Quedarse a pie puede ser terrible.