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Crímenes y pecados

Dice el padre Juan Gabriel Arias que en Chibuto, un remoto lugar de Mozambique, abundan los hinchas de Racing. ¿Cómo lo sabe, acaso los contó? Más que eso: los convirtió. Los convirtió al racinguismo tal y como otros curas, los de la conquista española, convirtieron al catolicismo a los nativos de América.

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Dice el padre Juan Gabriel Arias que en Chibuto, un remoto lugar de Mozambique, abundan los hinchas de Racing. ¿Cómo lo sabe, acaso los contó? Más que eso: los convirtió. Los convirtió al racinguismo tal y como otros curas, los de la conquista española, convirtieron al catolicismo a los nativos de América. El padre Arias por su parte se ocupó de estos nativos del Africa y los hizo de Racing. Que diga la historia si los salvó con tal evangelio o si, por el contrario, los condenó a la desgracia. Cabe conjeturar que en sus sermones se ocupó de Humberto Maschio, del Piojo López, de Rubén Paz; que impartió la doctrina del paso a paso y que narró el gol de Cárdenas hasta lograr que creyeran en él los impíos.
Desde los tiempos de Perón y Cereijo hasta la disposición al salvamento de Chacho Alvarez, Meijide y Ruckauf, Racing es, entre nosotros, un neto asunto de Estado. Sabiendo esa estatalidad, o presintiéndola, sus barrabravas dan en llamarse Guardia Imperial. El padre Arias conoce bien a esos muchachos. Tanto como para haber promovido, en vísperas del clásico con Independiente, una reunión entre esos hinchas enjundiosos y la troupe de desconcertados que componen el plantel. “No es pecado”, declaró el padre Arias, a la prensa y ante Dios. No es pecado porque esas almas están salvadas, y quien las ha puesto a salvo no es otro sino él. Barras bravas, buena gente; no le consta –eso dijo– que acostumbren a obrar mal, o con violencia o con dolo. No le consta, no lo vio, y lo que él no vio no existe (excepción hecha de Dios y de sus derivaciones).
Esta actitud tiene un nombre: negacionismo. Eso mismo que otro cura del que se habló en estos días, y que se llama Williamson, aplica en la esfera de lo Muy Grave, lo practica el padre Arias en la esfera de lo No Tan Grave. Es una réplica a escala reducida, una repetición en miniatura, una aplicación en lo menor de una ideología de daño mayor. Por eso mismo ayuda a entender cómo funciona por sí mismo el dispositivo de todo negar. Aunque pueda el padre Arias alegar que la reunión que él alentaba al final no tuvo lugar, y que así fue que Independiente ganó el clásico.