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UN PAIS EN SERIO

La nueva escarapela es un flash

El 25 de Mayo no tuvo artistas como en la era K, pero sí un distintivo patrio macrista que apunta a hipnotizar.

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Estoy solo en mi oficina, en mi productora. Bueno, solo no: traje a mi perro, Presupuesto. No se me ocurre nada para mi columna política de PERFIL del domingo, así que decido tomarme un descanso y me pongo a jugar con Presupuesto. No es un perro muy obediente, pero intento, una vez más, que me haga caso.

—¡Presupuesto, acostate! –le ordeno, pero me ignora por completo.
Agarro una hoja de papel y vuelvo a intentarlo, ahora de manera más suave.
—Presupuesto, acostate –le digo mostrándole la hoja de papel.
Tampoco obtengo respuesta.
—Presupuesto, vas a hacer lo que yo te diga, porque yo soy tu amo –insisto, moviendo la hoja de papel delante de su cara. Pero el perro no me da bola.
Entra Carla, mi asesora de imagen, a la oficina.
—¿Qué hacés? –pregunta.
—Trato de hipnotizar al perro –contesto.
—¿Hipnotizar? ¿Con ese papel?
—No es cualquier papel –respondo–. Es una hoja que tiene impresa la nueva escarapela del Bicentenario. Que como escarapela no es gran cosa. Ni siquiera se entiende que es una escarapela. Pero me parece que puede andar muy bien para la hipnosis.
—¿No te parece que es hora de dejar de hacer pavadas y ponerte a laburar de verdad?
—Es que no se me ocurre nada –confieso–. Mirá que estuve dando vueltas, leyendo diarios…
—¿Y por casa cómo andamos?
—Te dije, no se me ocurre nada, sigo pensando y…
—No, me refiero a tu casa. ¿Tu mujer ya te dejó por Massa?
—Ah, lo decís por la foto… mm… no. Bah, creo que no. Hace como diez minutos que no veo el WhatsApp. Igual esa foto de Viki con Massa un día de sesión, en el Salón de los Pasos Perdidos, me parece una estupidez. Viki dijo que se para así hasta delante de una máquina de café.
—Le creo –asiente Carla–. Es más, creo que se para así hasta delante de vos, así que imaginate lo poco que le importa esa pose… ¿La llamaste a Malena Galmarini, la mujer de Massa?
—¿Para qué?
—Para pedirle una foto con vos en una pose casual pero sensual.
—¡No la conozco a Malena! Además, me parece poco serio estar hablando de esto cuando pasan cosas muy importantes en la política de este país.
—Tenés razón –reconoce Carla–. Por ejemplo, la conmoción interna que está viviendo La Cámpora en este momento.
—Claro –agrego–. Por un lado tenés la visita de Andrés Larroque al lanzamiento del partido Miles, de Luis D’Elía, junto a Amado Boudou y la gente de Quebracho. Se ve que están juntando figuras con muchos votos, con llegada a la gente. Por otro, tenés el posicionamiento frente a la interna del PJ…
—No, yo me refiero a lo que realmente importa en el futuro de La Cámpora: el fin de la relación entre José Ottavis y Victoria Xipolitakis.
—¿Te parece que ponga algo sobre eso?
—No, mejor no –responde Carla–. Porque entre que escribas la columna y que se publique, Ottavis y Xipolitakis se van a pelear y reconciliar unas cincuenta veces.
—Además, pasó el 25 de Mayo y debería hablar de eso.
—¿Vos te referís al locro para señoras chetas de Olivos? –pregunta Carla–. ¿O a la Plaza de Mayo desierta y totalmente vallada?
—No me gustó que no haya ningún festejo popular. No te digo hacer la maratón de artistas que hacía Cristina, pero algo…
—Estoy de acuerdo –dice Carla–. Si no querés que toquen Fito Páez, Charly García, la Bersuit, y unos 150 artistas más, bueno, todo bien. Pero poné algo. No sé, a Chano dado vuelta y chocando autos…
Entra Herminia, la señora que limpia.
—Señor, ¿ya puedo limpiarle la oficina? –dice.
—Venga, Herminia –le digo.
Herminia se acerca y yo le pongo delante de los ojos el papel con la escarapela impresa.
—Herminia, ahora usted va a limpiar toda esta habitación hasta dejarla reluciente –le digo, haciéndome el Tu Sam.
—Sí, señor, ya le limpio, espere que voy a buscar el balde –responde Herminia y sale de la habitación.
Me quedo mirando fijo el papel con la escarapela.
—Me parece que no funciona –digo.
—Probá con Moira –dice Carla y se va a buscar a Moira, mi secretaria, que está en la oficina de al lado.
—¿Necesitás algo? –pregunta Moira cuando entra a mi oficina–. Me dijo Carla que llame a Malena Galmarini, pero no me contesta y…
—¿Cómo que llames a Ma-lena? ¡Yo no te pedí nada!
—Bueno, pero Carla dijo…
—No le hagas caso y vení, acercate –digo–. Mirá fijo este papel.
Moira mira la escarapela.
—Te ordeno que no llames a Malena –digo, con tono misterioso.
—Ya me lo dijiste –responde Moira, como si nada–. Y tampoco es necesario que “me ordenes” las cosas, ¿sí? Mirá que si no, llamo a tu mujer y te denuncio por violencia de género.
—¡No, pará, disculpá! –me asusto–. Está bien, Moira, gracias. Andá a tu oficina… bueno, si tenés ganas… si no, quedate acá, o hacé lo que quieras. Lo importante es que vos hagas lo que tengas ganas…
Moira se va.
—Esta escarapela no funciona.
—Esta columna política tampoco –agrega Carla–. ¿Pudiste escribir algo?
—Nada. Pero algo se me va a ocurrir. Si Duran Barba puede ir a lo de Mirtha Legrand a hablar contra el Papa y negar la pobreza, supongo que a mí también se me va a ocurrir algo.
—Mirá que Mirtha lloró por la pobreza que hay en la Argentina.
—¿Vos decís que yo también debería llorar?
—¡No! –dice Carla–. Aunque hay que reconocer que las lágrimas siempre garpan. En cualquier momento lo vemos llorar a Lázaro Báez y nos va a caer bien.
—Me parece que la que va a llorar pronto por las lágrimas de Lázaro va a ser Cristina.
—¿Y del aumento de un 100% del patrimonio de Macri desde que asumió como Presidente no vas a decir nada? –pregunta Carla.
—No, a ver si después aparecen llorando Juliana y Antonia y a la gente le da lástima y se solidariza con él.
—¡Al final no se puede hablar de nada! –se queja Carla.
—Es lo que yo digo, así es muy difícil escribir una columna política.
—A ver, vení, acercate un poquito –me pide Carla.
—¿Qué pasa? –pregunto sin entender mucho.
—Mirá fijo este papel, concentrate y…
Me siento mareado, en trance, como si estuviera en otra dimensión.
—Estoy a tu merced –digo, finalmente–. Ordename lo que quieras que yo obedezco.
Carla gira el papel delante de mis ojos.
—Te ordeno que alimentes a este perro y que te acuestes a jugar con él.
Le doy a Presupuesto un buen puñado de alimento, me tiro en el piso y empiezo a dar vueltas, con la lengua afuera y moviendo la cola.
—¿Viste, Presupuesto? –dice Carla, con una amplia sonrisa, hablándole al perro–. La escarapela funciona. Y si hay hipnosis, la patria está en orden.