COLUMNISTAS

Suelte, Cristina, suelte

default
default | Cedoc

Pudo haber sido ayer el penúltimo discurso de Cristina como presidenta, a la espera del que hará el miércoles 9, en su adiós de la Rosada, en sus habituales escalas: algún salón de la Casa de Gobierno, los patios, y hasta podría ampliarse a la Plaza de Mayo. Con ella nunca se sabe.
Lo que sí es seguro es que ésta es la última edición de PERFIL de la era K. Con la particularidad de que este diario nació con un Kirchner en el sillón de Rivadavia, al que criticamos casi sin respiro y recibimos duras represalias, mientras muchos otros medios y periodistas hoy antikirchneristas eran entusiastas “nestoristas”. Uy, ahora hacen lo mismo, pero con Macri.
No es ése el tema, no cedamos a la tentación. La cuestión es el final de Cristina. Como presidenta, se entiende. Termina el ciclo político más extenso y con mayor respaldo social desde el retorno democrático. El primer concepto es pura aritmética: doce años. El segundo, memorioso: hay que recordar cómo dejaron el gobierno Alfonsín, Menem y De la Rúa.
En los últimos meses, y en especial en las semanas recientes, ante lo inexorable de la partida, Cristina es cada vez más Cristina (parafraseando a Scioli). Encerrada por fuera y por dentro en sí misma. Nunca la generosidad política fue su fuerte y su exacerbación sólo provoca más crispación y agotamiento. Como si no hubiera leído las entrelíneas del resultado electoral, respecto al agotamiento de una manera de gestionar.
No necesita retacear tanto la transición. Ni hablar del traspaso del mando, aunque Macri lo pueda terminar aceptando. Mientras sus amigas Dilma y Bachelet lo reciben como jefe de Estado, ella lo esconde y despacha en Olivos, como si fuera un intruso. Hay tiempo, espacio y selfies para los amigos artistas, eso sí, no para el sucesor elegido democráticamente por el voto popular.
Y todavía faltan los saludos finales, los dedicados a los más fieles e incondicionales. Esos que se prevén para el miércoles en los patios de la Casa Rosada. Y los que estarán en los palcos del Congreso, el mismo jueves de la asunción de Macri.
Suelte el protagonismo, Cristina, suelte. Soltar puede ser liberador. Pruebe. Es difícil el planteo, se entiende. Máxime cuando su hijo y supuesto heredero político, suyo y de su extinto marido ex presidente, asume por primera vez una función pública jurando “por los que nunca aflojaron, ni aflojan, ni van a aflojar”.
Suelte, Presidenta. Afloje. Largue. Dése por despedida. Sepa terminar en paz. Porque la democracia también es eso. Como la vida. Porque encima corre el riesgo de explotar si no lo hace. No sé si hay tratamientos médicos para eso. Sí que el límite entre pasar a la historia o convertirse en una historieta es muy estrecho. Muy.