CULTURA
Historias literarias XXII

Las máscaras de un impostor

El seudónimo de Kurban Said, el autor de la novela “Alí y Nino”, guarda muchos misterios. Edgardo Cozarinsky rastrea el pasado improbable de este aventurero que a lo largo de su existencia errante adoptó sucesivas personalidades: Lev Nussenbaum, Essad Bey... Idealizador del islam, atraído por el fascismo italiano, este judío errante murió en 1942.

Alias. Said-Bey-Nussenbaum idealizaba el islam como una posible resistencia contra la modernización occidental de donde había surgido el bolchevismo. Alí y Nino fue editada en España por el sello Libr
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En 1970 la traducción de una novela exótica, exhumada en los Estados Unidos tras décadas de oscuridad, conoció un destino poco frecuente: a la vez best-seller y libro de culto. La primera edición de Alí y Nino, de Kurban Said, había sido publicada en Viena en 1937, inmediatamente traducida al checo, al sueco y al holandés, y sepultada por la Segunda Guerra Mundial. Al redescubrimiento en su tardía versión al inglés siguió la traducción a más de treinta idiomas. (La reedición más reciente en castellano es la de Libros del Asteroide, Barcelona, 2011.)
La novela narra el amor de dos jóvenes a orillas del mar Caspio, en la ciudad de Bakú, entre 1918 y 1920: Alí, azerí musulmán, y Nino, georgiana cristiana. Como Odessa, la capital de Azerbaiján había sido durante décadas una ciudad cosmopolita donde convivían cristianos, judíos y musulmanes de varias comunidades: georgiana, turca, armenia y rusa. A finales del siglo XIX empieza la explotación de sus yacimientos petrolíferos; la Primera Guerra Mundial la convierte en una posición disputada por las potencias en conflicto, y la novela coloca el choque de culturas que signa la historia de amor en el marco de una sociedad próspera y condenada, que la Unión Soviética iba a anestesiar durante décadas.
Alí y Nino está considerada en Azerbaiján el libro más importante de la literatura contemporánea del país. Que haya sido escrito en alemán por un judío ucraniano es un obstáculo que varios académicos azeríes han intentado sortear proponiendo diversos autores nacionales que habrían sido plagiados por un impostor. El enigma de la identidad del autor dio origen a una investigación apasionante –The Orientalist: Solving the Mystery of a Strange and Dangerous Life, de Tom Riess, 2005– y a un film documental del holandés Jos de Putter: Alias Kurban Said.
¿Quién fue Kurban Said? Como el Mister Arkadin de Orson Welles, parece haber sido un aventurero que adoptó y descartó sucesivas identidades a lo largo de una existencia errante. Aunque el futuro autor, para construir su personaje novelesco, sostenía que nació en un tren, las pruebas menos discutibles señalan a un tal Lev Nussenbaum, nacido en Kiev en 1905 según registro de la sinagoga Kylv. Su padre, georgiano, se instaló en Bakú siguiendo el espejismo de hacer fortuna con la explotación petrolera y confió la educación del hijo, tras el suicidio de la madre, a una gobernanta alemana.
En 1920, padre e hijo huyeron del Ejército Rojo hacia Georgia y un año más tarde volvieron a emigrar, esta vez a Berlín. Allí Lev vivió entre 1921 y 1933. En agosto de 1922 se convirtió al islam y adoptó el nombre de Essad Bey, con el que firmaría libros periodísticos –Sangre y petróleo en Oriente (1929), Doce secretos del Cáucaso (1930), Rusia Blanca: pueblo sin tierra (1932)– así como biografías de Stalin, Lenin, Mahoma y Nicolás II. Exitos de venta en su momento, todos ellos fueron denunciados por incluir errores e hipótesis infundadas además de una visión histórica superficial.
En Berlín, Essad Bey se vinculó con grupos islámicos que pronto desconfiaron de su obediencia y con exiliados rusos monarquistas. Frecuentó el Russische Gymnasium, colegio de la elite del exilio donde estudiaron dos hermanas de Pasternak y una de Nabokov. También cultivó la amistad del pianista Alexander Brailovsky, el especialista en Chopin que iba a ser popular en Buenos Aires en los años 40.
Said-Bey-Nussenbaum idealizaba el islam como una posible resistencia contra la modernización occidental de donde había surgido el bolchevismo. No fue el único judío atraído por el fascismo italiano antes de que Mussolini, obligado por Hitler, decretara leyes raciales en 1938. Exiliado en Italia, temeroso de que detrás de Essad Bey asomase Lev Nussinbaum, exageró su fe musulmana; instalado en Positano, en una pensión humilde donde lo recluyó una enfermedad de la sangre que le gangrenó las piernas, este judío errante murió inmovilizado en 1942.
¿Cómo asociar los libros prescindibles que firmó Essad Bey con la encantadora novela para la que eligió llamarse Kurban Said? ¿Quiso disociarla de su producción anterior? ¿Acaso fue consciente de que era ése su momento de verdad, literaria y humana?
Publicada en Viena en 1937, para poder recibir derechos de autor de Alemania, que le estaban vedados en cuanto judío, el autor delegó la firma del contrato a una amiga, la baronesa Elfriede Ehrenfels (1894-1982). A partir del éxito internacional de la novela, una sobrina de la baronesa adujo que Kurban Said fue seudónimo de su tía, cuyas veleidades literarias no eran un secreto, a pesar de permanecer inéditas. No fue la primera vuelta de tuerca en esta historia: dos años después de la muerte del autor, una edición italiana fue publicada con el título Ali Khan por un tal Vacca-Bello, quien se declaró Ahmed Giamil Vacca-Mazzara, y alegó estar emparentado con Essad Bey cuatro generaciones atrás, único en línea para heredar sus derechos de autor. Esta edición nunca fue vuelta a imprimir.
La popularidad de la novela se renueva en este siglo. Un film inglés, con guión de Christopher Hampton, se estrenará en 2016. La artista georgiana Tamara Kvesitadze bautizó Alí y Nino su escultura instalada en el paseo marítimo de Batumi, el puerto en la costa oriental del Mar Negro: dos altas siluetas metálicas que de noche se iluminan por dentro con colores cambiantes y se acercan hasta besarse.