CULTURA
adios al conde lai

Murió el escritor Alberto Laiseca

Había nacido en Rosario en 1941. Hasta el último día fue un referente y un maestro de escritores.

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El artista. Retrato del escritor y algunos de sus libros. | Cedoc Perfil
Alberto Laiseca falleció ayer producto de una complicación de su cuadro de neumonía, que se le declaró inesperadamente y que lo había llevado al Hospital Británico hace unos días. Según sus allegados, Lai o el Conde Lai, como era conocido entre los alumnos a los que les dictó alguna vez un taller (Selva Almada, Alejandra Zina, Leonardo Oyola, Gabriela Cabezón Cámara, Sebastián Pandolfelli, sólo por nombrar algunos de los escritores que formó), hasta ayer tenía fiebre alta, estaba sedado y le costaba hablar; sin embargo, y pese a lo delicado de su condición, no esperaban un desenlace fatal.

Laiseca pertenece a lo que Damián Tabarovsky denominó en su ensayo Literatura de izquierda el contracanon, que es una generación de escritores que comenzó a publicar a fines de los 60: Néstor Sánchez, Manuel Puig, Juan José Saer, Osvaldo Lamborghini, Héctor Libertella, a los que después se unieron Copi, César Aira y Fogwill. Autor de la monumental novela Los Sorias y de un sinfín de cuentos y novelas, entre los cuales destaca Aventuras de un novelista atonal, de la que Ricardo Piglia dijo que junto a El mal metafísico, de Gálvez, El perseguidor, de Cortázar y Escritor fracasado, de Arlt, formaba parte de “una historia de la literatura argentina siguiendo los distintos momentos de la relación entre el artista y la sociedad literaria y el mercado”, Laiseca es una figura ineludible en la narrativa argentina.

Además de ser un formador de escritores, fue un escritor de culto: hasta hace poco costaba encontrar una traducción de sus textos a otro idioma. “El culto se practicaba así: a la muerte del Santo, el discípulo heredaba su magisterio, elegía un nuevo discípulo entre millares de pretendientes, y juntos marchaban hacia el árbol Tulasi. Allí, el futuro maestro se desnudaba y deshacía su única túnica mientras el futuro discípulo trepaba el árbol Tulasi y elegía la semilla más alta de la rama más alta para ofrendarla al maestro”, es una parte del texto que escribió Fogwill en 1986 en donde repasaba la obra de Laiseca. Fogwill plagia a Laiseca, como siguiendo al pie de la línea la primera frase de Por favor ¡plágienme!, novela experimento que fue el primer título de Beatriz Viterbo Editora en 1991: “El plagio es la destilación del artista. La obra del plagiario, el alambique”. A lo que agrega más adelante: “Plagiar es para los elegidos”.

Alberto Laiseca era un autor para elegidos, que él elegía. Nunca vivió muy bien, hizo de todo para sobrevivir: trabajó en la cosecha, fue peón de limpieza, trabajó en Entel, corrector del diario La Razón y lector para una editorial. En su última entrevista, concedida a PERFIL, dijo: “Hay un viejo refrán argentino que dice: ‘Algunos nacen con estrella y otros estrellados’”, y enseguida agregó que lo peor de la sobrevivencia del escritor es “cuando tenés que hacer tareas de escritura para ganar unos mangos”. Una de las últimas cosas que se hicieron sobre este autor fue El mostro Lai, el documental de Alejandro Millán Pastori, que debiera estar finalizando su etapa de posproducción.
Sus restos están siendo velados desde ayer y hasta el mediodía de hoy en la Biblioteca Nacional.