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marcos novaro

“Macri muestra que aprende de Alfonsín, Menem y Kirchner”

El filósofo y sociólogo, autor de Historia de la Argentina, 1955-2010, analiza qué hicieron los gobiernos desde la recuperación de la democracia después de las elecciones de medio término como las que se realizan hoy.

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Desafío. Para Novaro, Mauricio Macri debe consolidar algunas políticas exitosas, especialmente en la provincia de Buenos Aires y aprovechar el impulso de los resultados. | cedoc

Se cumplen 12 elecciones de medio término en el país desde el inicio de la democracia y PERFIL entrevistó al sociólogo Marcos Novaro para hacer un balance sobre el pos voto a lo largo de 22 años en Argentina. Novaro es doctor en filosofía, docente en la cátedra de Teoría Política Comparada y plantea que este tipo de votaciones lleva a los gobiernos a enfocarse más en la discusión y menos en la gestión, pero también reconoce su participación social y señala el aporte a los gobiernos que han capitalizado las críticas hacia una mejor política para reposicionarse. Encuentra a Raúl Alfonsín y Carlos Menem como opuestos en ese manejo, y ve similitudes entre Néstor Kirchner y Mauricio Macri. También habla de un escenario renovado después de este domingo y de un futuro cercano al frente de una propuesta que lograría encausar viejos reclamos y desactivar polarizaciones del último tiempo.

Espiral del silencio en política. Desde el inicio de las elecciones de medio término, básicamente hubo alternancia entre radicales y peronistas cuyos gobiernos continuaron con mayor o menor fuerza después de la votación intermedia. En algunos casos ese impulso llevó a reelecciones, como la de Carlos Menem. Ha sido una variación que respondió a diferentes factores en cada época, pero con rasgos en común. El objetivo de la entrevista es hacer un balance del después en esos 22 años y la actitud de los gobiernos ante los resultados.

—¿Qué ocurrió históricamente en las pos medio término?

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—Hubo diferentes tendencias. Por un lado, quienes lograron capitalizar en su gestión la expresión de los votos en medio término, y por otro lado quienes no la aprovecharon. En el primer caso estuvo Kirchner con tendencias similares a Menem, pero con algunas semejanzas a Alfonsín. En el 85 Alfonsín recibió el aval social, con la idea de que eso iba a durar mucho tiempo y se equivocó. El 86 fue un año de gloria y también de grandes errores; estirar el plan Austral con nuevos congelamientos fue uno de ellos. No supo aprovechar la ventaja que le generó la elección de medio término. Menem fue el caso opuesto. Más allá de lo que uno piense sobre su programa, en el 91 logró consolidar y dar un envión para enmendar lo que había hecho a las apuradas y con enormes idas y vueltas en los dos primeros años. Kirchner, en cambio, fue una combinación entre ambos. Logró aprovechar el impulso, pero luego se metió en batallas cada vez más difíciles de resolver; por ejemplo, en 2005, después de sacar a Roberto Lavagna, empezó a intervenir en la economía e hizo de la coalición una aventura transversal de idas y vueltas con el peronismo que generó enormes conflictos innecesarios. En 2009 la crisis externa se maneja bien desde el gobierno de Cristina (Fernández de Kirchner) pero en un clivaje político y un clima de autoritarismo. Macri aprende de todo eso. Es menos aventurero que Alfonsín y Kirchner, está aprovechando su oportunidad, sigue pensando esforzadamente en el asunto, probando una agenda de reformas donde falla, pero también corrige. La reforma laboral fue un caso y la negociación con las provincias es otro ejemplo, que sigue en marcha y avanza. Eso me parece una buena señal. Quizás consolidan un programa más moderado y pragmático que el de Menem, pero con una visión más a largo plazo, y luego de la transición y la emergencia, empieza una agenda de reformas.

El voto de Buenos Aires. A lo largo de estos 22 años, la situación en la provincia de Buenos Aires llamada “la madre de todas las batallas”, ha sido clave en el escenario nacional.

—¿Cómo interpreta la relación entre votaciones provinciales y la situación presidencial?

—En general casi todos los presidentes se han ocupado de la provincia de Buenos Aires con mucha atención como una forma de garantizar también su supervivencia, pero quizás no con igual resultado. En el 87, cuando Alfonsín pierde las elecciones en la provincia cambia el enfoque al peronismo y va a una concertación con la renovación. La transición pactada con el peronismo empieza ahí, y de algún modo, eso mismo le permite sobrevivir a la democracia. Los casos de Menem y Kirchner fueron importantes. Menem con el fondo del Conurbano y la asociación de Cafiero-Duhalde. Y Kirchner con el ataque y el desarme al duhaldismo. Fue el que logró un mayor control de la provincia de Buenos Aires. Y Macri con Vidal está apuntando a replicar eso. Vuelve a la idea de “Buenos Aires tu distrito, propio”. Néstor lo logró con Cristina. Y me parece que Macri va en la misma dirección, por eso no aceptó que (Elisa) Carrió fuera candidata en la provincia; para que los votos en el principal distrito del país sean de él y de (María Eugenia) Vidal, sin mediaciones. Es una estrategia que aprendió del primer Néstor (Kirchner). Y va a funcionarle. ¿El voto es un voto provincial? Sí y es clave para una gestión nacional.

Cambio de década. Dos años después de Alfonsín (1987) hubo un giro en el resultado de las elecciones bonaerenses y fue Antonio Cafiero. Ganó con un 45% al radicalismo (37%).

—¿Qué llevó a la opinión pública a elegir al frente justicialista “renovador”?

—Hay mucho escrito, aún en los planteos sobre Derechos Humanos; pero en esa época no estaba en claro si Alfonsín se había equivocado o no (en relación a los juicios y la Ley 23.521 de Obediencia debida y punto final). Ese no fue el punto. Lo decisivo fue haber extendido el plan Austral del cual había que salir por una vía reformista; al final con Angeloz hace un planteo en ese sentido, pero no alcanza, más allá de si iba a poder implementarla.

Regresa el peronismo. En el 91 siguió el PJ y fue Eduardo Duhalde. Felipe Solá pasó de ser secretario de Agricultura a diputado por la Alianza del Frente Justicialista Federal y obtiene mayoría en los votos bonaerenses (después volvería a la cartera de Agricultura, Ganadería y Pesca en el 96, permitiría el ingreso de la soja transgénica, luego el ingeniero agrónomo en el 99 devino vice y 11 años más tarde en 2002, gobernador provincial). Dos años después de aquella afirmación de vuelta al peronismo, en 1993, el radicalismo había alcanzado el 25% en la bancada bonaerense, pero sin superar el 48% de los peronistas.

—¿De qué paisaje social y político hablan los resultados de estos dos años a inicios del menemismo?

—Esas dos intermedias exitosas son también de un voto económico obvio. Fue la confirmación de un apoyo al camino planteado en esa época donde ni siquiera la oposición tenía una posición clara. El argumento de la contraparte en el 91 fue el rechazo a las reformas del mercado, pero en el 93 esa idea ya no cursaba, entonces no se meten en esa área y optan por una variante institucional planteando que se quería lo mismo, pero sin corrupción.

Modernización de alianzas. Pocos años después, en el 97, Graciela Fernández Meijide traería nuevamente a la orilla la fuerza radical, que reflotaría en la Alianza con el partido Frente País Solidario (y la infeliz sigla Frepaso, país ¿paso?), liderado por Fernández Meijide, Carlos Alberto “Chacho” Alvarez y Aníbal Ibarra. Dos años después fue De la Rúa. Y dos más, Duhalde.

—¿Porqué ganan?

—En el 97 Fernández Meijide representa al radicalismo con el Frepaso y plantea una visión “moderna” sobre la que se apoyaron para proponer una gestión sin corrupción; idea que en el 93 no había tenido demasiado asidero porque la cuestión económica era decisiva. Y así siguió siendo, incluso en 2005. La diferencia en 2009 es por una crisis más bien externa y que el gobierno administra bien, pero en una época donde hay un clivaje político en un clima de autoritarismo. En 2001 el problema fue grave. La gente no votó la salida de la convertibilidad, sino porque ya no creía en De la Rúa para sacar al país de la convertibilidad. Eso no implicaba Duhalde, sino una expresión de buscar a alguien que le garantizara lo que no le habían garantizado en la presidencia anterior. En términos generales, en todas las elecciones hay un voto económico y en las votaciones de medio término se evalúan las propuestas económicas del inicio; entonces la pregunta pasa a ser si se quiere que esto siga así o no, o si se quiere cambiar el rumbo. Maldonado, De Vido y una serie de temas más pueden incidir, pero no modifican la decisión de base.

Sin una gran oposición para 2019

En La espiral del silencio Elizabeth Noelle-Neuman analizó las expresiones en los votos silenciados, pero gestados y traducidos en los resultados de una elección. A dos años del inicio del nuevo gobierno, hubo un cierre de campaña casi polarizado. Cristina Fernández de Kirchner a estadio lleno en el club de fútbol Racing, una marcha en Plaza de Mayo con paisajes confusos, declaraciones lamentables de Carrió sobre el caso Maldonado y un derrotero de búsquedas y hallazgos por parte del oficialismo (en enero de 2016, los prófugos del penal de General Alvear –Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci–, y en octubre de 2017, el hallazgo de un cuerpo en un río en la provincia de Chubut).

—¿Cómo ve la situación actual en Argentina después de estas votaciones tomando en cuenta aquella idea de Noelle-Neuman en “La espiral del silencio” y la opinión pública como una piel que cohesiona a la sociedad?

—Después de estas elecciones de medio término, y muy pronto, vamos a tener un escenario diferente. El peronismo va a mostrar que puede ser un duro opositor mucho más eficiente sin Cristina (Kirchner) y eso va aliviar el clima político, que posiblemente sea más difícil para el Gobierno. El problema actual es que cualquiera que reconozca algo del Gobierno es automáticamente descalificado por el kirchnerismo.

—¿Apunta a Sergio Massa, ex colaborador de Kirchner?

—Apunto a un peronismo de más discusión de políticas, más razonable, donde los opositores van a tener mucho más espacio para interpelar a la sociedad con la idea de que lo que está haciendo Macri se puede hacer mejor o simplemente un planteo con otras ideas.

—¿Hay voto para una reelección el domingo?

—Yo creo que hay un gobierno que va a seguir y al que le esperan dos años dificilísimos. La inflación no va a bajar tan fácil. Y no va a haber un crecimiento económico tan fácil porque hay demandas acumulándose. No es tan cierto eso de que el Gobierno tiene la manija y controla todo. Y esto también es fruto y parte de lo que se desarma es el kirchnerismo, porque en realidad hay un vacío de oposición. El peronismo ya está agrupándose y al día siguiente del domingo van a estar dándole palazos al Gobierno.