INTERNACIONAL
lanzo la “madre de todas las bombas” en afganistan

Trump saca músculo militar para relanzar su alicaída presidencia

Siete días después de atacar Siria, bombardeó a Estado Islámico, dejando entre 37 y 92 combatientes muertos. Estrategia belicista para reforzar el frente doméstico.

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En el blanco. El ataque destruyó túneles y cuevas donde se refugiaban combatientes yihadistas, cerca de la frontera con Pakistán. | AFP

La bomba no nuclear más potente de Estados Unidos destruyó el jueves un bastión del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en el este de Afganistán, matando al menos a 36 de sus combatientes, aunque autoridades locales de la provincia de Nangarhar hablaron de 92 víctimas fatales, entre las que no habría civiles, según la versión del Pentágono.

Siete días después del bombardeo a Siria, el gobierno de Donald Trump volvió a mostrar su músculo militar, en momentos en que sube la tensión con Corea del Norte, Siria y hasta la propia Rusia. Tras fracasos en iniciativas de política doméstica –como el bloqueo judicial a su decreto antiinmigratorio y antirrefugiados y la reforma del Obamacare–, el republicano apeló a la carta militar para detener su caída en los sondeos de aprobación y enviar un guiño al establishment de su partido y de las Fuerzas Armadas.

Ahora, el blanco elegido fue Estado Islámico, aunque el golpe no llegó en Siria o Irak, donde la agrupación creó el califato y controla una considerable extensión territorial, sino en Afganistán. La aviación estadounidense utilizó por primera vez la bomba aérea de artillería masiva (MOAB) GBU-43/B, apodada la “madre de todas las bombas”, contra un complejo de túneles, cuevas y búnkeres en el distrito Achin de Nangarhar, que EI utilizaba como una base de operaciones cerca de la frontera con Pakistán.

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“Era el arma correcta contra el objetivo correcto”, indicó el jefe del contingente estadounidense en Afganistán, el general John Nicholson, al hacer un balance del uso de la bomba convencional más grande empleada desde la Segunda Guerra Mundial. El bombardeo no sólo dañó instalaciones de EI, sino que también envió una señal a los insurgentes talibanes, mucho más numerosos en Afganistán. “El bombardeo destruyó reductos estratégicos de Dáesh (acrónimo árabe de EI) y una red profunda de túneles y mató a 36 combatientes”, indicó el Ministerio de Defensa afgano en un comunicado.

Por su parte, el vocero del gobernador de Nangarhar, Attaullah Khogyanai, informó que el número de combatientes abatidos en la operación era de 92, aunque desde el Ministerio de Defensa de Afganistán se rehusaron a confirmar o desmentir esa cifra. Horas después, EI desmintió haber sufrido bajas, en un comunicado publicado por su agencia de propaganda Amaq. “Una fuente de seguridad negó a la agencia Amaq cualquier muerte o herido en el bombardeo estadounidense en Nangarhar”, indicó.


Motivo. Tras los bombardeos a Siria y Afgnistán, la prensa internacional señaló un giro en la política exterior de Trump, que, sin embargo, podría tener sus raíces en la coyuntura política interna de los Estados Unidos. “El impacto de este tipo de misiles ha sido más grande domésticamente que en el plano internacional. Disparar Tomahawks a blancos determinados ha posibilitado que los presidentes norteamericanos luzcan musculares en estrategia y robustos en estilo, con pocos costos más allá del precio de los proyectiles. Ningún militar resultó herido, pero el presidente pudo mostrarse como un hombre de acción y no vacilante en la Oficina Oval”, escribió en Lobelog Thomas Lippman, investigador del Instituto de Medio Oriente.

La bomba, lanzada desde un avión de transporte MC-130, pesa 9,8 toneladas y tiene una potencia equivalente a once toneladas de TNT. La explosión del jueves retumbó en varios kilómetros a la redonda y envolvió en llamas la zona del impacto destruyendo, según las autoridades locales, una red de cuevas y túneles que los yihadistas habían utilizado para impedir un asalto de tropas terrestres.


Teatro de operaciones. El ataque tuvo lugar tras un recrudecimiento de los combates en la zona, donde las fuerzas terrestres afganas, apoyadas por las tropas de Estados Unidos, no lograban avanzar. El bombardeo suscitó, sin embargo, la crítica del embajador afgano en Pakistán, Omar Zakhilwal. “Me parece reprensible y contraproducente el uso en nuestro suelo de la mayor bomba no nuclear. Si las mayores bombas fueran la solución, estaríamos hoy en día en el lugar más seguro del mundo”, afirmó.


Terceros en discordia. Por su parte, Zabihullah Mujahid, vocero de los talibanes –que combaten contra Estado Islámico pero también son adversarios del gobierno afgano y de la Casa Blanca–, criticó a Estados Unidos por utilizar a “Afganistán como un laboratorio experimental” y opinó que eliminar a Dáesh es “trabajo de los afganos”.

Nangarhar es la primera región de Afganistán donde desembarcó EI, reclutando a talibanes afganos o paquistaníes desencantados. El Califato cuestionó la legitimidad de los talibanes, acusándolos de estar promoviendo los intereses del servicio de inteligencia pakistaní, lo que motivó el inicio de hostilidades entre ambos grupos.