POLITICA
transicion en el poder

Un 2001 en miniatura gestado en el corazón del Conurbano

Merlo representa el ejemplo más salvaje de la renovación de liderazgos en el Gran Buenos Aires.

Othacehe. El caudillo buscó condicionar a su sucesor.
| Cedoc Perfil

En mayo de 2001, Raúl Othacehé avisó que “si entre los justicialistas existiera una intención golpista, con los problemas que hay en el país, De la Rúa caería en 24 horas”. Más de 14 años después, con 24 años consecutivos como intendente de Merlo y a pocos días para abandonar el poder, el “Vasco” parece dispuesto a reproducir un 2001 en miniatura, a partir de la marginalidad y falta de viviendas del municipio.
La renovación de liderazgos en el Conurbano, empujada tanto desde Cambiemos como desde adentro del peronismo, generó una serie de transiciones muy friccionadas que podrían complicar las chances de Daniel Scioli para el ballottage. En Merlo, municipio de 650 mil habitantes, la retirada de Othacehé representa el ejemplo más salvaje de cambio de ciclo.
La toma de tierras por parte de unas dos mil familias empezó antes de las últimas elecciones, en las que Othacehé ya no competía. El intendente había perdido en la PASO del FpV con Gustavo Menéndez, un dirigente peronista que desde hacía años era su principal adversario. En contra de su fama de cacique omnipresente, a Othacehé se le escapó (él niega haberla alentado) la ocupación de un predio que duplica en tamaño al Parque Indoamericano porteño. “Es Nerón incendiando Roma”, graficó Menéndez, su sucesor y archienemigo.
“Fueron 24 años sin construcción de viviendas, sólo casillas indignas. Y ni siquiera se promocionó el plan Procrear, porque cuando se lanzó Othacehé estaba en el Frente Renovador”, afirma el periodista y concejal de Merlo, Pablo Rendich.

El plan: condicionar. Tras el triunfo de Menéndez en las primarias, dictó una ordenanza, aprobada por el Concejo Deliberante en el que tiene mayoría, para elevar el número de empleados de planta permanente de unos dos mil a 5.380. Además, creó la figura del ombudsman para controlar de cerca a la futura gestión, generó tres nuevos juzgados de faltas y empezó una ampliación (con posible aumento retroactivo) del contrato de recolección de basura con Covelia, una empresa sospechada de tener vínculos con el camionero Hugo Moyano.
Antes de las elecciones generales, Othacehéa convocó a un grupo de empleados municipales en el local partidario 1º de Mayo: la orden dada por su mano derecha Ricardo Giacomino era fiscalizar para los candidatos de Cambiemos y el Frente Renovador.
Ante ese panorama, Menéndez y su tropa intentan un riesgoso equilibrio. Con la carta en la manga de un ballottage por delante, le piden un apoyo más explícito a Daniel Scioli. Y a la vez le recriminan haberle abierto la puerta al mítico barón cuando ya se había pasado al massismo. El sciolista que impulsó su vuelta al FpV, en mayo pasado, fue el actual ministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados, una especie de padrino, amigo y colega mano dura del Vasco. Hasta antes de las elecciones Othacehé se jactaba en off de tener un futuro político asegurado: junto a Granados, en el gabinete nacional de Scioli. Y por si hiciera falta, Othacehé tenía (y todavía tiene) una relación cercana con otro sciolista de linaje similar: el jefe de la Policía, Hugo Matzkin.
Hacia dentro, Menéndez se ataja frente a los que le piden no levantar el perfil. Pensando en su futuro como intendente, sus operadores pretenden seducir a los concejales massistas y macristas sueltos.
Para Menéndez, sin embargo, lo importante es el cortísimo plazo: surfear el mini-2001 que le plantea el más paradigmático de los caudillos salientes.