SOCIEDAD
testimonios controvertidos

Pagan miles de dólares para cazar y dicen que “aman a los animales”

Tras la difusión de las fotos de Garfunkel y Vannucci en Africa, cazadores y dueños de cotos de caza explican su pasión por esta práctica. En el país llegan a pedir hasta US$ 25 mil por un ciervo.

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la foto. Para los fanáticos, el momento de retratarse junto a la presa es casi tan importante como el del tiro al blanco. Y también aseguran que pueden irse sin apretar el gatillo. | Gza. Festa

Insisten en que son “los más conservacionistas de todos”, que su afición responde a “la esencia primitiva del hombre” y admiten que lo que sienten es contradictorio: la adrenalina y el placer de conseguir a la presa perseguida no les opaca la pena porque el animal muera. Los cazadores argentinos invierten miles de dólares en su pasatiempo y aseguran que su amor por la naturaleza es tal que por eso los “trofeos” –como se denomina a las cabezas embalsamadas de los animales cazados– les proporcionan una felicidad infinita.

Las fotos de Matías Garfunkel y Victoria Vannucci posando con leones, cocodrilos y otros animales salvajes en África reavivaron la polémica por los sentimientos encontrados que despierta la práctica de la caza deportiva. Esta semana, vía Twitter, Garfunkel pidió “perdón por haber herido los sentimientos de todo aquel que respeta la vida animal. Aprendí. Hoy tengo otros valores y no lo volvería a hacer”. Su mujer, que lloró en televisión desde Miami, se defendió: “Esas fotos son un horror. Hoy las miro y me dan vergüenza”.

Y aunque los cazadores consultados por PERFIL aseguran que la actividad no les despierta culpa, sí condenan la “falta de ética deportiva” de posar con actitudes arrogantes sobre los cuerpos de los animales. “El respeto por el animal abatido es no salir sonriendo ni subirse a caballo del animal como hizo Garfunkel. Ahí no hay espíritu de cazador”, condena enérgico Luis Festa, cazador y periodista especializado de la revista Weekend.

Instinto. A pesar de los reparos de los ambientalistas, quienes se dedican a la práctica de la caza aseguran que lo hacen porque aman a los animales. “Suena como una paradoja, pero es la manera de poseer al animal: no se puede tener un ciervo vivo en el patio de la casa. El 90% de los cazadores embalsama a su presa: quiere verlo, admira su belleza y su potencia”, asegura Miguel Acevedo, dueño de un coto de caza en Puan, provincia de Buenos Aires. Y redobla la apuesta, que refrendan sus colegas: “ex. Si no fuera por la caza mayor, que ha permitido tener animales salvajes en los cotos y estancias, hay especies que ya habrían desaparecido”, explica, y detalla que algunas especies de ciervos y jabalíes se crían en los cotos con un cuidado y dedicación extremas: “Terminan viviendo mejor que las vacas que van al matadero”, grafica.

La explicación antropológica también aparece: “Cazar es satisfacer un instinto primitivo, conectarse con lo ancestral. Algunos tenemos ese gen más vivo que otros. Y es a la vez una gran contradicción: apretar el gatillo da un placer indescriptible, pero ver el animal muerto da pena”, se sincera Festa. “Es cierto que el cazador deportivo no caza para salvar la fauna, pero sí hacemos lo que está a nuestro alcance para colaborar. El rifle es sanitario, previene plagas”, agrega Carlos Reballe, que se define como “cazador y conservacionista”. Dicen que tampoco tiran a hembras preñadas ni a ejemplares jóvenes. Coinciden en que sólo se busca aquel animal “defectuoso, viejo o que ya no tiene valor reproductivo”. “Culpa no me dio nunca: es el equilibrio de las cosas. Somos animales que cazan su alimento”, concluye Matías Rojas, guía hace veinte años de la hacienda Abrapampa.

Un destino cotizado

El argentino Eber Gómez Berrade fue el primero en obtener licencia como guía de caza deportiva en Africa. Tiene una agencia con la que lleva a empresarios y fanáticos de la caza a distintos cotos en el país y en el mundo, y dicta cursos específicos para aprovechar cada lugar. “Estar en un campamento a la noche tomándose un whisky, o ver por primera vez pasar una manada de elefantes, es como entrar a una catedral gótica. No he conocido a nadie que no se emocione”, dice. Pero más allá de la expertise de los guías, la Argentina es uno de los destinos preferidos por cazadores de todo el mundo –especialmente europeos y estadounidenses– por la diversidad del entorno y la calidad de los animales. Existen unos 150 cotos habilitados, repartidos principalmente entre Buenos Aires, Córdoba, La Pampa, Neuquén, Río Negro y Corrientes. Van desde los cinco estrellas por los que se pueden pagar hasta US$ 46 mil por un “trofeo” hasta modestas estancias. A las estadías se les agrega el precio del animal cazado: un ciervo colorado puede costar entre US$ 15 y 25 mil; un jabalí, hasta US$ 10 mil; y un puma, entre US$ 5 y 10 mil. En cualquiera de los casos, el requisito para cazar es tener una licencia emitida por cada provincia, que regula además las temporadas habilitadas. Se debe rendir un examen teórico y práctico, y tener autorización de los propietarios del terreno en el que se cace. Si no se tiene todo en regla, las multas oscilan entre los 30 mil y 1,2 millones de pesos.
*Producción: Omar Millalonco y Giannina Nigro.