El gobierno pretende cerrar el acuerdo con el FMI con el propósito de dar mayor credibilidad a la gestión. Se trata de disponer de recursos que pueden disminuir los costos de la transición hacia una etapa de crecimiento y estabilidad. El aval del Fondo permitiría tener acceso a liquidez internacional que se interrumpió a principios de año, cuando se cortó el ciclo de endeudamiento.
La relación con el Fondo parece virtuosa y de cooperación. Obtenemos financiamiento a tasas bajas. En nuestro historial, muchas veces no cumplimos las condiciones pautadas pero, como es sabido, siempre le pagamos.
La recesión ya está con nosotros, los niveles de consumo han caído (y fuerte), y el desempleo subió un punto (está casi en dos dígitos y supera el 12% en el Gran Buenos Aires). Las pymes están especialmente afectadas por la tasa de interés vigente que complica la cadena de pagos y el financiamiento.
Pareciera que el dólar está más estable aunque la reciente renuncia de Luis Caputo a la presidencia del Banco Central puede alterar el panorama, en un país que cambia minuto a minuto. Fruto de la devaluación, ha quedado un tipo de cambio más competitivo que hace esperar un incremento sustantivo de las exportaciones para 2019. La apuesta es que las exportaciones, que incluyen también una buena cosecha, traccionen del PIB ya que consumo e inversión serán adversos el año entrante.
El desafío de déficit primario cero en 2019 es relevante. El gobierno lo intenta con una combinación de reducción del gasto público y de incremento de impuestos que se ve amenazada por la propia recesión. Es una señal para los mercados este ajuste encarado que, finalmente, se intenta después de una visión de gradualismo que no alcanzó los resultados buscados. El gasto público quedó muy alto en términos del PIB en el final del kirchnerismo. El programa con el Fondo no afecta al gasto social pero sí a la obra pública, que se ve más comprometida.
El gran desafío del gobierno es transitar estos meses de crisis social por el impacto contractivo de la devaluación y del ajuste fiscal. Siempre es complejo un ajuste de gasto público en un ambiente recesivo (recordemos el intento fallido de López Murphy en 2001 que nunca llegó a plasmarse).
El presupuesto está en debate desafiado por el ala dura del sindicalismo. Es importante el consenso en este frente.
Claramente 2018 ha sido un año inesperado para la gestión. Cada vez cuesta más poner la excusa de la herencia que fue claramente distorsiva. Es un desafío para esta administración que tiende a improvisar reencaminar la economía.
Para Cambiemos la reelección se vuelve más difícil, en especial si se vota en un ambiente de estanflación como es previsible. Todavía hay chances dada la desarticulación del peronismo y la alta imagen negativa de Cristina Kirchner, quien es hoy la rival ideal para Macri.
El presidente quiere transmitir continuidad con el modelo y con el Programa del Fondo, ante el fantasma del populismo. Su virtual candidatura a ser reelecto pretende dar credibilidad a los inversores internacionales.
Los proyectos de convertibilidad y dolarización que circularon no tienen apoyo político. No se adecuan a la actual idiosincrasia argentina. La tasa de los bonos a 10 años está cerca de 3.1 %. No es un buen dato para emergentes y en especial para Argentina, se asocia a la suba de tasas de la Fed que está en curso. Habrá que seguir de cerca los acontecimientos.
*Director del Área Economía del IAE – Business School de la Universidad Austral