El presidente francés, Emmanuel Macron, recibirá a líderes de todo el mundo este fin de semana para conmemorar el fin de la Primera Guerra Mundial, un esfuerzo por unirlos contra el tipo de nacionalismo que impulsó el conflicto hace un siglo y que parece estar ganando fuerza nuevamente.
Esa tarea podría ser más fácil si los 69 países esperados pudieran ponerse de acuerdo sobre qué significó el armisticio de 1918.
La "Gran Guerra" derrumbó tres imperios, mató a unos 20 millones de personas, marcó el comienzo de la Unión Soviética y estableció las condiciones para un conflicto aún más letal posteriormente. Pocos de los líderes reunidos en París negarían que no fue una catástrofe, iniciada por un acto de terrorismo nacionalista.
Sin embargo, los países representados por Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan, Donald Trump y otros libraron guerras muy diferentes, con objetivos variados y con consecuencias dramáticamente contrastantes. Para algunos, la rendición alemana el 11 de noviembre fue solo el inicio de un mayor derramamiento de sangre.
De acuerdo con Dominic Lieven, historiador de la Rusia zarista de la Universidad de Cambridge, en 1918, al igual que ahora, no se logró entender y abordar los intereses y las posiciones de otros estados. Eso hace que las lecciones de la guerra sean tanto sobre los errores de cálculo ideológicos del período de posguerra como sobre el nacionalismo que la inició.
"Realismo", respondió Lieven cuando se le preguntó qué deberían aprender los líderes con la conmemoración del domingo. Citó el Acuerdo de Versalles de la posguerra, que intentó construir la paz en Europa al excluir a Alemania y a la nueva Rusia soviética —las nacientes potencias del continente— como un ejemplo trágico de la ausencia de realismo, que llevó al retorno de la guerra en 1939.
En lugar de incluir a todas las grandes potencias para lograr la paz, Francia y Gran Bretaña se apoyaron en las ínfulas de la Liga de las Naciones y las alianzas con países mucho más débiles para mantenerla. "Ahora volvimos a ese territorio", dice Lieven, uno de los muchos historiadores que en los últimos años han escrito libros desafiando la narrativa occidental dominante de la Gran Guerra como una batalla en las trincheras de Francia y Bélgica para replegar una ola de nacionalismo alemán.
Es probable que el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el líder palestino, Mahmoud Abbas, lleguen a París con ideas muy diferentes sobre la guerra. El Imperio Otomano, que se extiende desde Estambul hasta Yemen, sufrió la pérdida de casi el 14 por ciento de su población, frente al 4 por ciento de Alemania. Y los asesinatos no se detuvieron el 11 de noviembre.
"Hubo una decisión consciente por parte de Gran Bretaña y Francia de dividirse el Imperio Otomano, para recompensar sus esfuerzos de guerra, porque al final de la guerra realmente tuvieron dificultades para justificar por qué había sido", dice Eugene Rogan, autor de otra reinterpretación del conflicto bélico, que afirma que trataron de justificarlo ante su gente mediante la obtención de territorios.
Eso ha dejado a los turcos con una ambivalencia hacia la guerra y hacia Occidente en general. Cada año, Turquía celebra su derrota de las potencias aliadas en Galípoli, en el estrecho de Dardanelos, en 1916, pero no el armisticio del 11 de noviembre. El armisticio de noviembre en París marcó el comienzo de un nuevo episodio en esta larga guerra, cuando Armenia, Gran Bretaña, Francia, Grecia e Italia trataron de repartirse gran parte del resto del corazón de Anatolia que quedaba en el imperio.
Rusia tampoco conmemora el 11 de noviembre; ya había abandonado la guerra en diciembre de 1917. El tratado de paz que alcanzó con Alemania expulsó a Rusia de Europa Central, los países bálticos y Ucrania. Para entonces, la guerra había destruido el imperio ruso, terminado con una monarquía centenaria y dado inicio a lo que serían 70 años de gobierno comunista. En lugar de traer la paz, el armisticio de noviembre liberó a las tropas aliadas para unirse a los cinco años de guerra civil de Rusia.
Incluso para Serbia, donde se inició el nacionalismo que se revelaba contra los imperios de Europa antes de 1914, el 11 de noviembre tiene poca relevancia. Eso es sorprendente, porque los serbios no solo salieron victoriosos al obtener un estado unificado de eslavos del sur, sino que también se le atribuyó haber forzado la rendición de Alemania.
Los recuerdos de la Primera Guerra Mundial son divisivos hasta el día de hoy en los Balcanes, donde las tensiones están surgiendo de nuevo a lo largo de las fronteras sectarias de Bosnia. Para muchos serbios, según el historiador James Lyon, el fracaso de Occidente en evitar la ruptura de Yugoslavia en la década de 1990 renegó del acuerdo alcanzado en Versalles, después del armisticio que los líderes mundiales recordarán el domingo.